Me he dado cuenta de que en lo que llevo de blog hasta ahora, mis menciones a los viajes parecen siempre cosa del pasado. Para romper con esa tónica, hablaré de lo que hice hace apenas un par de semanas: pasar un weekend en los Alpes. No es por esnobismo que escribo la palabra inglesa, sino porque la usan corrientemente los franceses, y es más corta que decir “fin de semana”.
Antes de eso había estado unos días en Besançon, ciudad a la que le tengo mucho apego. Mis colegas Gilles y Florence iban a pasar una semana de vacaciones en su chalet en los Alpes, cerca de l’Alpe d’Huez, y me ofrecieron la posibilidad de visitarlos allí en mi regreso a España. Naturalmente, acepté con gusto la invitación y el viernes por la tarde me presenté allí con unas botellas de garnacha tintorera, monastrell y Pedro Ximénez (desde hace mucho tengo la costumbre de llevar vinos españoles a Francia y volver con vinos franceses). El chalet es bastante grande y tiene varias viviendas separadas habitadas por los padres y la hermana de Florence, ésta con su familia. Así que la primera cena allí fue multitudinaria.
He cruzado los Alpes entre Suiza e Italia, entre Austria y Eslovenia, he pasado unos días en Innsbruck… pero esta era la primera vez que me quedaba literalmente en la montaña. Era una ocasión única para buscar minerales, y a falta de información consulté el mapa del tesoro (mindat.org). De los varios lugares que se indican por la zona, hay uno muy cercano que ha proporcionado muy buenos ejemplares de cuarzo. Hay que decir que el cuarzo alpino es famoso por el hábito y la limpieza de sus cristales. El yacimiento fue fácil de encontrar, a unos metros del “virage numéro 11” de la mítica subida al Alpe d’Huez del Tour de Francia, curva dedicada al no menos mítico Bernard Hinault.
Se trataba de una antigua mina (Mine de Ribot), cuyo acceso estaba cerrado con malla metálica y un cartel advertía de las consecuencias legales de forzar la entrada. No obstante, la escombrera frente a la bocamina bastaba para poder hacerse una idea de lo que hubo dentro. En particular, recuperé unas muestras de sulfuro polimetálico con predominancia de galena, lo que explica que la minería antigua de la zona esté ligada a la explotación de plata, como el sitio cercano de Brandes. Lo que más destacaba entre el escombro era el cuarzo masivo acompañado de algo de barita, con abundancia de cristales transparentes de cuarzo, que superaban el centímetro con dificultad. A la búsqueda de cuarzo, además de Gilles y Florence, se sumaron la hermana de Florence y su marido.
En otra excursión, con Gilles y Florence, nos dirigimos a unos lagos que quedan por encima de Alpe d’Huez. El día sombrío y lluvioso a ratos no impidió llegar a un canchal en el que los líquenes delataban la cuarcita, y así la posibilidad de cristales de cuarzo. En efecto, el cuarzo estaba presente, pero no como para que mereciera la pena darle mazazos a la roca. Tengo cristales de cuarzo de buen tamaño y de muchos sitios. A estas alturas de mi vida, encuentro más satisfacción en descubrir dónde están los minerales que en llevármelos a mi casa. Pero lo mejor de todo fue ver como Gilles y Florence se afanaban en buscar minerales. Después de más de veinte años pasando allí las vacaciones, habían descubierto un nuevo aspecto de las montañas.
Ya en casa, Florence limpia las muestras que ha recogido y las pone en una cajita. Así es como comienza una colección de minerales… y me dará mucho gusto saber que la continúa. Bueno, cuando los tiempos lo permitan, el de reloj y el atmosférico… En efecto, comenzó a nevar unos días después de mi regreso y hasta el verano será difícil volver a buscar piedras a esas altitudes.
Llega el momento de despedirme de Gilles, Florence y de las montañas. Muchísimas gracias queridos amigos por vuestra hospitalidad y vuestra compañía en estos días excepcionales en los Alpes.
3 opiniones en “Weekend en los Alpes”