La mineralogía tiene un buen número de Santos Lugares a los que un aficionado devoto debe peregrinar, o al menos intentarlo, alguna vez en la vida. Tenemos mucha suerte de que varios de esos santuarios del mineral estén en nuestro país, como son los yacimientos de pirita riojanos de Navajún y Ambasaguas, ambos en el entorno de la Sierra de la Demanda, casi en el límite provincial con Soria. Allí se encuentran los mejores cristales de pirita del mundo. No es exageración. La Ciencia lo dijo, y yo no miento, como tampoco lo hace el mono del anís. Hay que decir que las minas de Navajún y Ambasaguas se dedican a la extracción de ejemplares de colección, por lo que la visita está regulada, si bien eso lo he aprendido después de estar allí. No daré información técnica aquí sobre un mineral de sobra conocido como es la pirita. Este post va sólo de mi historia con las piritas riojanas.

La primera vez que pasé por Navajún fue sin premeditación alguna. Después de cenar en París, me dispuse a conducir toda la noche mi añorado Renault Clío (siempre me ha gustado conducir por la noche, pero reconozco que cada vez me cuesta más). El primer café de la mañana lo tomé en Caparroso (Navarra). Mirando el mapa de carreteras pensé que difícilmente podría pasar más cerca de Navajún en el futuro, así que ¿por qué no? Al llegar al angosto pueblo de casas de piedra, acierto a preguntar a los mineros que se disponían a subir a la explotación en un Nissan Patrol para comenzar la jornada. Me dicen que los siga en mi coche. El camino era muy empinado y a pesar del frío matinal sentía como el motor trabajaba en exceso. Es muy posible que los problemas de culata que el coche tuvo después empezaran allí. Al llegar arriba, uno de los mineros me señala una zona por donde puedo recoger piritas, ya algo oxidadas, que a ellos no les sirven. Tras hacer un pequeño acopio, les doy las gracias y sigo mi camino a Murcia.

He vuelto a Navajún en un par de ocasiones más, aprovechando expediciones turísticas por La Rioja. Casualmente, esas otras veces han sido en domingo o festivo. Sin mineros, pero con la cancela del camino echada, por lo que he tenido que subir a pie. El frente de explotación de la mina Ampliación a Victoria está aislado por una charca, que ablanda la roca y protege las piritas de los furtivos. Cuando los mineros llegan, lo primero que hacen es poner en marcha la bomba para achicar el agua y despejar el acceso.

Bueno, hay que decir que la charca no es un impedimento si uno está dispuesto a mojarse. Así, con el agua helada como corresponde en plena Semana Santa, allí me metí. Gracias a eso pude hacerme con algunas piezas un poco más grandes de lo habitual. En el frente de explotación al otro lado de la charca, los cubos estaban ligeramente deformados y muy estriados, dándoles un singular aspecto artístico que me resultó novedoso.

Ambasaguas es un lugar si cabe más remoto y merece la pena visitar el pequeño pueblo deshabitado. Se puede decir que las piritas de Ambasaguas complementan, cristalográficamente hablando, a las de Navajún: mientras que en Navajún predomina el cubo, eventualmente en combinaciones con octaedro; en Ambasaguas predomina el piritoedro (rombododecaedro) que, combinado con cubo, da lugar a «cubos panzones».

Llegando a la explotación de pirita, unos carteles avisan de la prohibición de entrar. Así que decido ir por el cauce seco de un arroyo al que han caído algunos escombros con piritas. Al poco se presenta un señor acompañado de un mastín, que viene a decir lo mismo que pone en los carteles. Yo le respondo que hasta donde conozco la ley, el cauce es de dominio público. El hombre me respondió con un contundente «eso al perro le da igual». Así que mi visita a Ambasaguas fue algo más breve de lo que esperaba. Aún así pude traerme alguna muestra para dar testimonio de que cumplí con la peregrinación a los santos lugares riojanos de la pirita.

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