Lo que me cuenta una wolframita de Córdoba

Al comienzo de la Galería de minerales digo que mi colección no contiene minerales procedentes del comercio, en general. Eso no significa que yo me autoimponga no comprar minerales. De hecho, adquiero minerales de vez en cuando por motivos diversos: se trata de una bella pieza que nunca podría encontrar yo mismo; o bien quiero familiarizarme con un determinado mineral antes de ir a buscarlo a una mina… o ese ejemplar está tan barato que no puede ser verdad. Lo que digo, sencillamente, es que esas piezas no forman parte de mi colección. Llegado este punto, podéis decir que soy un majadero de primera… pero todo tiene su motivo, y el mío es que las piedras me tienen que contar una historia. Cada vez que miro mis vitrinas, en lugar de minerales veo recuerdos, viajes, aventuras… en definitiva, historias vividas que un ejemplar comprado en una tienda difícilmente me puede contar. Muchas de esas historias las escribiré en este blog, pero algunas otras seguirán siendo un secreto entre mis piedras y yo. Hoy os contaré la historia de una wolframita de Córdoba. Mejor dicho, me limitaré a trascribir lo que ella me cuenta a mí.

Pero antes de comenzar con la historia, haré algunos comentarios generales sobre esta mena. Se podría decir que la wolframita es un óxido de wolframio, hierro y manganeso donde estos dos últimos metales se complementan en proporciones variables. Sin embargo, por misterios de la Ciencia Química, este mineral se considera un wolframato de hierro y manganeso, es decir, la sal que produciría por reacción el llamado ácido wolfrámico, que ni siquiera existe como líquido. En la wolframita es más frecuente la presencia de hierro en detrimento de la de manganeso, aproximándose a la variedad llamada ferberita.

Las mejores wolframitas (variedad ferberita) de la Península Ibérica proceden de Panasqueira (Portugal). Curiosamente, la ferberita fue identificada por primera vez en Sierra Almagrera (Almería). Eso es algo que tengo muy presente cada vez que remonto el Barranco del Jaroso desde Los Lobos, sin que hasta el momento me haya tropezado por allí una sola piedra sospechosa de contener wolframio.

Ferberita de Panasqueira (comprada), no es parte de mi colección

Ahora sí, comienza la historia… Con mi Renault Clío hice muchos viajes de fin de semana a distintos lugares de España en busca de minerales con «el Mirete» como guía en el asiento del copiloto (Introducción a los minerales de España, Emilio Galán y Salvador Mirete, IGME 1979). Sin embargo, la elección de Villanueva de Córdoba fue resultado de las menciones a la minería del wolframio hechas por unos antiguos vecinos procedentes de la localidad cordobesa.

Llegué a Villanueva de Córdoba por la tarde, y salí a cenar después de asegurarme una habitación para esa noche en una pensión (no existía todavía Booking.com). En un bar cercano se estaban convidando unos señores que debieron de haber conocido las minas en activo por mera cuestión de la edad. Después de invitar a los parroquianos a varios chatos de vino y una ración de jamón, la información más interesante me la proporcionó don Pedro, un señor menudo que debía pasar de setenta. Acordamos que a las 6:00 AM del día siguiente lo recogiera para ir a su campo, en donde se explotó el wolframio.

Todavía a oscuras y molido por el madrugón recojo a don Pedro. Camino de sus tierras hacemos sendas paradas en dos bares a “calentar motores”. Al final llegamos pasadas las 8:00, ya con el sol fuera. Por el camino me va contando su historia. En sus tierras no hubo una mina oficialmente hablando, sino mineros furtivos que llegaron allí a explotar una veta de wolframio cuando el precio de este metal estaba disparado por la Segunda Guerra Mundial. Su padre tuvo que avisar a la Guardia Civil para echar a los mineros que invadían su propiedad.

Don Pedro me dijo que era frecuente encontrar por allí piedras con pintas negras de wolframio (wolframita) y me enseñó una bastante grande que guardaba desde hace muchos años para que viera el aspecto del mineral y supiera lo que buscar. Tras un par de horas, don Pedro ya había acabado sus tareas en la parcela, mientras que yo apenas había encontrado unas pocas piedras de cuarzo con inclusiones diminutas de wolframita. Viendo mi evidente decepción, don Pedro se acerca con la piedra que me había enseñado antes y me dice que me la quede. Regresamos a Villanueva y agradeciéndole una vez más su generosidad me despedí de él.

La wolframita que me regaló don Pedro, es parte de mi colección

Esa wolframita forma parte de mi colección. Cada vez que la miro me cuenta esta historia y me acuerdo del señor Pedro de Villanueva de Córdoba.

5 opiniones en “Lo que me cuenta una wolframita de Córdoba”

  1. Cada piedra, cada mineral, esconde una historia. Al igual que una ecuación matemática, esas piedras como tu les llamas, no desvelan fácilmente sus historias, no te muestran su resultado, si no conoces la fórmula. Muchas gracias por compartirlas Matías!

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