Navajas

El verdadero coleccionista colecciona colecciones. Por favor, vuelva a leer la frase en caso de confusión. En efecto, ser coleccionista no es la afición por un determinado tipo de objetos, sino una tendencia a acumular cosas bajo ciertos patrones, siendo esto último lo que nos diferencia de los afectados por el síndrome de Diógenes. Por supuesto, lo que se puede coleccionar (o simplemente acumular) está condicionado por la disponibilidad, presupuesto y tiempo, pero el patrón es fundamental porque constituye el relato que vertebra la colección. A lo largo de varios posts he manifestado mi interés por los minerales y los libros. Hoy hablaré de navajas, mi modesta colección y el relato que la vertebra.

¿Armas blancas?

Una navaja es un cuchillo que se pliega para reducir su tamaño y proteger del filo al portador, que queda recogido dentro de la empuñadura. Como cuchillo, se espera que tenga un filo y, eventualmente, una punta aguda. Esto convierte a las navajas en «armas», de forma que su transporte y uso queda regulado por la normativa vigente. De manera resumida, se puede llevar encima una navaja no automática, con hoja de no más de 11 centímetros de un solo filo siempre que se pueda justificar su necesidad, lo que queda a la interpretación de los agentes de la ley. Sin duda, es gracias a esta estricta normativa que no andamos por el mundo resolviendo nuestras disputas a navajazos (nótese la ironía).

Robusta y ergonómica navaja Victorinox, que cumple con la normativa (observe la regla) para poder usarse, en actividades «justificables» como camping, caza…

En general, una navaja no es muy adecuada para ser usada como arma. Tener partes móviles le resta robustez y si el mecanismo de bloqueo falla (o no existe) puede provocar cortes en la mano del portador. No obstante, me veo obligado con frecuencia a explicar que mi afición a las navajas no condiciona mi manera de lidiar con los conflictos, muy pacífica en general. Hay una tendencia que no me gusta nada: la demonización de las «armas» a todos los niveles ¿Recuerdan qué fue del revólver de los iconos del WhatsApp? Era simplemente un dibujo, pero fue sustituida por un objeto verde, aparentemente una pistola de agua. Con los cuchillos terminará pasando algo parecido: serán comercializados en locales sin escaparate, como los bares de apuestas. En una segunda etapa, quedaremos tan indefensos como los caminantes de Utøya, porque los psicópatas y los malvados son refractarios a las gilipolleces woke.

Las navajas que me gustan

Salvo algunas excepciones, me fijo en navajas elaboradas de manera, más o menos artesanal, en localidades célebres por su tradición cuchillera. En España destacan Albacete, Santa Cruz de Mudela o Taramundi. En cuanto a los materiales, prefiero el acero al carbono para la hoja, el latón o la alpaca para la virola, y asta o cuerno para las cachas de la empuñadura. Esto en líneas muy generales, porque, por ejemplo, las navajas de Taramundi suelen tener grandes virolas de hierro y empuñadura de madera barnizada. La característica común a los materiales mencionados es que evolucionan o envejecen, ya sea en forma de pátinas en los metales o cambios de coloración en las empuñaduras. Los japoneses llaman a esta tendencia estética wabi-sabi. El acero inoxidable, el aluminio y materiales sintéticos para empuñadura no me simpatizan por su inalterabilidad.

Navajas de Taramundi, todas de acero al carbono, con distintos tipos de hoja, maderas y decoraciones.

El misterio del acero

El acero es una cuestión importante para mí, y me da bastante trabajo en la búsqueda, ya que en España se usa acero inoxidable por defecto. Los fabricantes suelen argumentar que a la gente no le gusta que se oxiden sus navajas, así que las de acero al carbono se elaboran prácticamente por encargo. Lamentablemente, tampoco hay costumbre en España de especificar el tipo de acero frente a los fabricantes extranjeros que sí suelen hacerlo: 440, 14C28, X50CrMoV15 (inoxidables), XC75, XC90 (carbono), por ejemplo. El principal motivo para usar un acero al carbono en un cuchillo es el mantenimiento del filo en condiciones precarias, ya que se puede recuperar con una piedra de afilar plana. Esto no es tanto por la dureza del acero, en general más blando que los inoxidables, sino la forma en la que se desgasta por uso (tribología).

Piedras de afilado naturales, para mantenimiento del filo. Las piedras artificiales elaboradas con esméril las uso cuando el filo está totalmente dañado y hay que reconstruirlo.

La manera en la que se desgasta un acero inoxidable suele requerir, para su recuperación, una amoladora de rueda refrigerada por agua. Para el mantenimiento del filo, además de piedras, uso otros materiales, como lija de agua para acabado a espejo y periódicos viejos secos para alcanzar un filo similar al de una cuchilla. Sin embargo, esto sólo lo hago con dos o tres navajas porque se vuelven muy peligrosas en un uso corriente. Aceite mineral para preservar el acero de la oxidación durante un largo tiempo, o grasa animal si se usa la navaja para cortar alimentos. El aceite de oliva se descompone rápidamente en contacto con el acero al carbono y el resultado puede ser lamentable.

Laguiole

Esta pequeña población francesa tiene mucha parte de culpa en mi afición a las navajas. Llama la atención la elegancia de su diseño, cuyo origen buscan algunos en navajas españolas del siglo XVIII, y su excelente acabado, tan diferente de las «navajas de gasolinera». Una de las características de estas navajas es la mosca (abeja, realmente) al final del fleje, que suele ir soldada. En efecto, un rasgo de calidad para una navaja de Laguiole es que la mosca vaya esculpida tras el montaje de la navaja. Si añadimos que los remaches (algunos de ellos forman una cruz) que sujetan las cachas deben ir martilleados en lugar de atornillados, sería perfecto.

Dos navajas Le Sabot y otras dos G. David – Arbalète, todas en acero al carbono. Destacar la elegancia de las dos primeras. Las segundas vienen con tire-bouchon, y la de abajo, ademas, con poinçon.

En verano de 2018, Tere y yo visitamos Laguiole. No es más fácil conseguir lo que se busca allí que en una buena cuchillería, ya que las tiendas son exclusivas de cada marca y hay cierta predisposición a la utilización de materiales extraños para conseguir un producto exclusivo y caro (hueso de mamut estabilizado, acero de Damasco).

Dos Forge de Laguiole (la pequeña es la primera Laguiole que compré, diminuta por cuestiones presupuestarias) en el denostado acero 440. A continuación, Laguiole Village con tire-bouchon y madera de boj. La de abajo es Benoit l’Artisan en acero XC75 que mantengo afilada como una cuchilla de afeitar.

Resto de Francia

Quizás la marca de navajas francesas más popular en España es Opinel. Fabricadas en la alpina ciudad de Chambéry, son muy apreciadas por la simplicidad de su mango torneado y su acero XC90, que parece ganar filo con el desgaste. Mi primera navaja fue una Opinel número 7… he querido reproducir en el siguiente párrafo el texto que publiqué en Facebook el pasado 6 de julio con motivo de la muerte de mi primo Juanico.

Varias navajas Opinel, de los números 10, 8, 7 y 6 (la perspectiva reduce la diferencia de tamaños) ¿Adivinan cuál es la más antigua?

Una navaja francesa, una Opinel de toda la vida, número 7 para más señas. Quienes entiendan algo de cuchillería verán que el cuño es diferente del actual, así como el diseño de la marca en la empuñadura. En efecto, tiene unos cuantos años, más de 40. Ahora las navajas Opinel se pueden encontrar en cualquier parte, pero en aquellos tiempos había que ir a buscarlas a Francia. Esta navaja me la trajo mi primo Juanico, que solía ir a la vendimia todos los años. Se la encargué mientras hacía una reforma en la casa del Cañarico. Él le daba a la paleta y ponía ladrillos mucho más deprisa de lo que yo podía llevarle calderetas de cemento, y me sacaba de quicio cada vez que decía «¡Nene, masa!». Después de la obra se marchó a vendimiar y cuando volvió al cabo de un par de meses me regaló esa navajita. Juanico siempre estaba trabajando: en la obra, en la huerta, en la vendimia francesa… Desde hoy, descansa en paz.

Navaja Douk-douk, abajo, y una reinterpretación del concepto por un cuchillero de Thiers en acero san-mai.

Santa Cruz de Mudela

Muy cerca de Despeñaperros se encuentra esta localidad navajera que he visitado en varias ocasiones, siempre combinando la búsqueda de mineral de antimonio en el cercano Almuradiel. Da la impresión de que el el pueblo vive de espaldas a la cuchillería porque no hay muchos sitios donde examinar las navajas, con excepción de los talleres donde se fabrican.

Diseños típicos de navaja española (variaciones de la navaja sevillana), siendo las tres primeras de J. J. Martínez. La primera está sobredimensionada y es puramente ornamental. Las dos primeras son de carraca.

El material por excelencia para la empuñadura es el asta de ciervo, aunque se pueden encontrar elaboraciones en hueso.

La navaja de arriba es de Francisco Valencia y las restantes de J.J. Martínez. Las dos primeras son del tipo «tapitas», mientras que la última es un estilete con bastante decoración en la empuñadura.

Albacete

Es difícil encontrar alguien que haya hecho más daño a la cuchillería española que la empresa Albainox, cuyos productos de pésima calidad y fabricados en China, se venden en estaciones de servicio y tiendas de recuerdos de toda España, imitando descaradamente desde Laguioles a navajas tácticas Böker. No obstante, quedan en Albacete cuchilleros artesanales, como Celaya.

Navajas Celaya con empuñadura en cuerna. La de arriba, tipo sevillana, es en acero inoxidable. Las otras del tipo pastora van en acero al carbono.

Tengo una pequeña representación de otros cuchilleros albaceteños, como Expósito y Joker, pero no estoy muy satisfecho con ellas porque transmiten una fabricación más industrial que artesana. Espero poder volver algún día a la Feria de Albacete y mejorar la colección con navajas que se ajusten a mis criterios.

Navajitas albaceteñas de Expósito y Joker.

Miscelánea

Comencemos con navajas minimalistas. Uno de los motivos del éxito de Opinel fue la simplicidad de su navaja: la hoja bascula directamente sobre la empuñadura de madera, libre de forros y remaches, con la única licencia de reforzar la unión mediante una virola de hierro (posteriormente se le incorporó el bloqueo giratorio). Pallarés en Solsona consiguió un diseño muy elemental con cuerna en lugar de madera, que con el tiempo sería sustituida por plástico (y si en lugar de Pallarés pone Pallés es que vienen de China). También las hay, muy sencillas, en punta de asta.

Navaja Bustos en punta de asta de ciervo, con fleje y palanquilla, sin forros ni virola. Debajo, una navaja Pallarés antigua en cuerna.

Seguimos con navaja algo más barrocas. La siguiente foto muestra dos interpretaciones de diseños clásicos españoles hechas por artesanos actuales.

Navaja leonesa Mufer y navaja jerezana J.J. Martínez con decoración tipo ojo de perdiz.

Los últimos ejemplos son tan variopintos que dejo la explicación en los pies de foto.

Navaja de afeitar Filarmónica, de fabricación española. En medio, navaja siciliana Fraraccio sin punta, para evitar apuñalamientos (las navajas marineras también adoptan esta precaución). La última es una Expósito en acero de Damasco, principal motivo para su adquisición.
Navaja de viticultor a la izquierda, y navaja multiherramienta Victorinox.

Para otro post

Hablaremos próximamente de los «hermanos mayores» de las navajas, los cuchillos. También, dedicaremos un poco más de extensión al acero y nuestra experiencia en la forja artesanal.

2 opiniones en “Navajas”

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