En agosto de 2004 hice el Camino de Santiago (el llamado Francés, pero únicamente la parte española) con mi compañero de la universidad Leandro (años después hice el tramo aragonés desde Somport a Puente la Reina de manera más sosegada junto a mi pareja en aquel entonces). Aprendí muchas cosas, pero si tengo que dar un solo consejo a quien quiera hacer El Camino, simplemente diré cuanto más lejos empieces de Santiago, mejor. El texto que incluyo lo escribí al poco de regresar, quiero pensar que bastante influido por mítico Viaje a la Alcarria de Cela. Lo he retocado levemente para poder publicarlo aquí, quitando alguna errata, añadiendo alguna explicación extra y un par de epílogos adicionales. Las pocas fotos que he puesto son las únicas que conservo de esa “hazaña”.
De Roncesvalles a Santiago de Compostela: crónica de los peregrinos.
Prólogo
“Tengo algo que proponerte…” le dijo uno a otro un mes antes de convertirse en peregrinos. Era ya tarde para arrepentirse cuando el Opel Corsa de alquiler cruzaba España de sur a norte durante la madrugada. Quizás el entrenamiento no había sido muy exhaustivo (un par de caminatas por la vía verde Murcia-Caravaca), pero para que andar más si nos íbamos a hartar. El Camino se ocupa de curtir al peregrino para que éste pueda realizarlo, dicen. También oímos que de Roncesvalles a Santiago hay tres fases: la física, la mental y la espiritual. Pero también nos encontramos con gente que tuvo que abandonar el Camino con graves lesiones. Gente entrenada y con fuertes motivaciones tenía que despedirse de la peregrinación. Ahora nos tocaba a nosotros.
La teoría que durante años ha sostenido el peregrino que suscribe es que el Camino de Santiago se puede hacer en 20 días de manera razonable. Por supuesto, con el entrenamiento adecuado y siendo un atleta se podría hacer en menos tiempo, pero “de manera razonable” significa para cualquiera persona sana sin taras físicas. También se podría hacer el Camino en caballo o bicicleta si lo que se quiere es conseguir la compostela, pero tras esta experiencia hemos llegado al convencimiento de que los jinetes y ciclistas no son peregrinos, al menos en el mismo sentido que los de a pie. En particular, los ciclistas en grupos, con ropas de colores, que se toman el camino como una competición, y se animan y jalean entre si con un “¡Vamos, vamos, vamos!”. Esta gente que trata a los peregrinos andantes como obstáculos, se la encuentra uno después en los bares diciendo que la bicicleta es más dura porque no puede uno pararse cuando quiere, al contrario que los caminantes, que van como de paseo. El Señor los confunda.
El relato que sigue a continuación da algunos detalles de esta experiencia. El primer rasgo que observará el lector es que son más de 20 días, pero atendiendo a los pormenores, se deduce que es posible hacer el camino en menos tiempo si hay voluntad, el clima acompaña y la elección de calzado y ropa es adecuada. Ver que algo es posible se considera una demostración en Matemáticas. A falta de ciertas cosas que aprendimos después, este narrador se vio obligado a practicar una especie de “ingeniería del dolor” para administrar los recursos de su compañero y los suyos propios. Por nadie pase.
Jornada 1 / Roncesvalles – Larrasoaña / 27 km
Un poco aturdidos por la noche en vela comenzamos el camino más por despejarnos que por llegar antes a Santiago. Los peregrinos salen en tropel y, en general, deprisa porque para la mayoría este es su primer o segundo día. La jornada era esencialmente de descenso, aunque con alguna subida fuerte que nos incitaba a tomar cualquier pequeño descanso que las numerosas poblaciones de la ruta nos ofrecían. La desoladora vista de la cantera de magnesita al salir de Zubiri nos avisa de que a los Pirineos le quedan ya poco.
Llegamos a comer a Larrasoaña sin intención de quedarnos allí pues Pamplona parece un objetivo razonable para acabar el día, pero la lluvia nos hizo reconsiderar, hasta tal punto, que nos alojamos en una habitación del mismo restaurante.
Jornada 2 / Larrasoaña – Puente la Reina / 39,4 km
Salimos antes del amanecer, comenzando por senderos entre vegetación frondosa que nos llevaron hasta la carretera, que ya no abandonaríamos hasta Pamplona. La capital navarra nos recibe por su parte mas vasca, que no parece tener nada que ver con el paisaje que se ve al dejarla poco después: sí, la primera duplicación de etapa.
A lo lejos se ve el Alto del Perdón, marcado con generadores eólicos. Esta es la primera subida realmente dura del Camino y afecta particularmente a uno de los peregrinos, mientras que el otro ya no sabe que hacer con las rozaduras de las ingles y las bufetas (ampollas, en murciano) incipientes de las plantas de los pies. Cogí una rama de un árbol seco para usarla como bordón y me acompañó durante todo el camino. Nos abastecemos de ungüentos milagrosos en una farmacia de Puente La Reina y dormimos en el albergue municipal arrullados por infernales ronquidos.
Jornada 3 / Puente la Reina – Los Arcos / 43,8 km
Las obras de la autovía obligan a los peregrinos a un absurdo rodeo a través de senderos diseñados por alguien que no tendrá que caminar por ellos. Los tramos de la antigua calzada romana intercalados no hacen más fácil la caminata. En Estella estamos de paso y nos despedimos de la comarca en la fuente del vino de Irache. Despues de Villamayor, afrontamos el último tramo de 12 km con algo de ánimo por ser cuesta abajo, pero la no-llegada a Los Arcos se hizo eterna, pues esta población no es visible hasta que, literalmente, pones los pies en ella. Buen ambiente en el albergue municipal donde ya estaban el Gigantón, su amigo, la Americana y los Abertzales de Haro con quienes coincidimos durante la jornada.
Jornada 4 / Los Arcos – Logroño / 28 km
No ser capaz de dar un solo paso hasta el lavabo, pero caminar después 28 kilómetros no puede ser otra cosa que un milagro. Desayunamos en Torres del Río y poco después ya es visible Logroño, aunque aún faltan 18 kilómetros y atravesar Viana. Día muy caluroso, íbamos preocupados por el gasto de agua antes de llegar a donde reponerla. Los últimos kilómetros también con escasez de sombras convierten a la higuera de la señora Felisa en el mismísimo paraíso. Decidimos que Logroño bien merece dormir en un hotel céntrico.
Jornada 5 / Logroño – Azofra / 34,8 km
La valla con las cruces de astillas de madera al final de la cuesta y Logroño se pierde de vista. Después, revuelo por un intento de suicidio en Navarrete city center. Por la carretera, a través de viñedos, decidimos suprimir Ventosa del recorrido. Otra curiosa ceremonia: las pilas de piedras planas cerca del punto más alto de esta jornada, poco antes de la bajada a Nájera. De allí, tras las curas pertinentes, seguimos caminando un poco más hasta Azofra, donde nos alojamos en el recién estrenado albergue municipal.
Jornada 6 / Azofra – Belorado / 38,1 km
La salida de Azofra es bastante rápida, pero el cansancio no tarda en poner a cada uno en su sitio. Junto a un campo de golf, el camino hace un ángulo recto para esquivar una urbanización a medio construir (las grúas son visibles desde Azofra incluso). Los peregrinos se acuerdan de que el Camino teóricamente está protegido, pero contra el dinero no hay teoría que valga. En Santo Domingo los peregrinos visitan la catedral con gallinero incluido:
Santo Domingo de la Calzada,
donde cantó la gallina después de asada.
Cruzando los puentes que nos dejara el patrón de los ingenieros de caminos, con un calor infernal y tras varios pueblos llegamos a Villamayor del Río, cuyo albergue estaba cerrado. Forzados, continuamos hasta Belorado llegando al anochecer. Nos alojamos en un albergue parroquial, donde vimos al Gigantón que había llegado mucho antes, pero se había quedado con su amigo lesionado, que se retiraría del Camino ese día. La Americana había seguido andando y el Gigantón salió de noche y enamorado para intentar alcanzarla. No volvimos a verlos.
Jornada 7 / Belorado – Olmos de Atapuerca / 34 km
Borjamari y Piluka nos adelantan al salir de Belorado sin la menor consideración, que, como peregrinos que somos todos, nos debemos. La subida a los Montes de Oca se hace con bastante más alegría que otras anteriores. Comemos en San Juan de Ortega, el delineante de Santo Domingo, y continuamos hasta a Atapuerca. Allí, varios pseudo-peregrinos internacionales okupaban el albergue (una de las peores cosas del Camino, quienes se aprovechan de la infraestructura durmiendo gratis o barato caminando lo mínimo). Entre gilipollez y gilipollez nos animaron a seguir caminando. Desviados de la ruta principal, llegamos a Olmos de Atapuerca. Dormimos en un curioso albergue, donde también los peregrinos pueden hincharse a comer.
Jornada 8 / Olmos de Atapuerca – Burgos / 21,6 km
Se plantea la jornada como un descansado paseo hasta Burgos. El desangelado paisaje al bajar de la sierra de Atapuerca primero, y el interminable polígono industrial llegando a Burgos después, hacen de esta etapa que no sea especialmente interesante. Sólo un supuesto atajo entre disparos de cazadores le dio algo de emoción a la caminata. Visita turística a Burgos con misa en la catedral. Dormimos en un hostal bastante céntrico, cosa que no pudieron decir otros peregrinos que siguieron hasta el albergue municipal, a varios kilómetros en dirección a León.
Jornada 9 / Burgos – Castrojeriz / 40,3 km
Comienzan los páramos castellanos y los caminos cubiertos de gruesos cantos rodados, presuntamente para arreglarlos. Interesante y escondido el pueblo de Hontanas, donde comimos. Pasamos por las ruinas del monasterio de San Antón: letra tau. Los albergues se van llenando en Castrojeriz, pero tenemos suerte y encontramos sitio en un albergue donde las literas son de obra. En esta jornada conocemos a una chica que viene caminando desde Suiza y una señora francesa que comenzó en Burgos, con quienes nos encontraremos en más ocasiones.
Jornada 10 / Castrojeriz – Frómista / 24,7 km
La salida comienza con la subida a un páramo, desde el que se baja hasta el río Pisuerga. El día se va volviendo desagradable por momentos con viento y chubascos esporádicos que obligan a los peregrinos a usar por primera vez sus impermeables. Aunque la intención era llegar hasta Carrión de los Condes, los peregrinos acuerdan quedarse a descansar en Frómista, en un hotel frente a la famosa iglesia románica.
Uno de los peregrinos aprovecha para buscar unas botas más adecuadas para caminar, ya que las que lleva tienen la culpa de sus penurias, mientras que el otro encuentra alivio con unas plantillas de silicona. El esparadrapo se gasta en cantidades industriales. Quizás esto merezca un poco de explicación: una suela blanda no implica comodidad a la larga. La fricción que provoca ampollas en la planta del pie y, aunque estas ampollas se traten, la alteración de la marcha provoca lesiones más graves en las piernas. En mi caso, unas botas con la suela algo más dura surtieron efecto.
Jornada 11 / Frómista – Carrión de los Condes / 19,3 km
El ánimo de duplicar este día etapa tras el descanso del anterior se ve truncado por el temporal que, combinando lluvia, viento y coches, consigue mojar a los peregrinos por dentro y fuera. Alojados en un hostal, los peregrinos dedican mucho tiempo a secar sus enseres. Se mojó incluso el libro de Fernando Sánchez Dragó, Gárgoris y Habidis, el único lujo que me permití incluir en mi escueto equipaje.
Carrión de los Condes es un pueblo muy agradable por varias cosas, siendo una de ellas el carácter de la gente, pues este rasgo deja mucho que desear en algunos de los sitios por donde hemos pasado. Esa noche cenamos un menú del peregrino bastante razonable.
Jornada 12 / Carrión de los Condes – Sahagún / 39,5 km
Aunque el día anterior salió el sol por la tarde, el día comienza con amenazas fundadas de lluvia. En Lédigos adelantamos a Borjamari y Piluka. La llegada a Sahagún se hace ya con día soleado y ganas de atajar por un camino poligonalmente absurdo. Esa noche dormimos en una pensión porque ya asumimos que dormir mal no forma parte de la penitencia. En Sahagún nos encontramos con Paco, su mujer y el señor del carrito.
Jornada 13 / Sahagún – Mansilla de las Mulas / 37 km
Otro día que duplicamos etapa. Vemos a Paco que se queja de tendinitis y el señor del carrito que se queja de la edad. Ellos se quedan Reliegos, nosotros seguimos una legua más:
De Reliegos a Mansilla,
una legua de Castilla.
Allí cenamos en un restaurante que minimizaba la razón calidad/precio y dormimos en un albergue bastante decente.
Jornada 14 / Mansilla de las Mulas – León / 20 km
A pesar de lo corto de esta etapa, la llegada a León se hizo interminable por la sucesión de falsos suburbios que tiene esta ciudad. Encontramos un hostal bastante céntrico y el peregrino de las botas criminales, sabiendo que no las necesitará más, se las envía por correo a casa. La chica de Mansilla de las Mulas con la que uno de los peregrinos tenía apalabrada una cita no se presentó. Sábado noche, toda la gente sale y al final tenemos que cenar en un Lizarrán tras infructuosa búsqueda de sitio en mesones típicos.
Jornada 15 / León – Astorga / 52 km
Los peregrinos, ya curtidos a estas alturas, le dan consejos a un chaval que comienza el camino en León. Engañados por las indicaciones, tomamos la variante llamada de los Francos, más larga. Ya llegando al puente de Órbigo, los caminos se reconcilian y vemos a lo lejos la penosa imagen de Paco cojeando con los bastones y el señor del carrito doblado y arrastrando… su carrito. Ellos se quedan allí, mientras nosotros decidimos continuar hasta Astorga para poner distancia de por medio. Ya no volveremos a verlos. La llegada a Astorga se alarga por seguir las indicaciones para pasar por un puentecillo dudosamente romano. Dormimos en hotel.
Jornada 16 / Astorga – El Acebo / 37,3 km
Nos vamos despidiendo de las llanuras mientras subimos la suave pendiente hasta Rabanal del Camino. La subida continúa hasta la famosa Cruz de Ferro donde cumplimos con el ritual de arrojar las piedras. No hacía frío como esperábamos. Continuamos hasta El Acebo, primer pueblo del Bierzo y nos alojamos en uno de los albergues más tristes que hemos conocido en compañía de una pareja del Llano del Beal. En la puerta el cartel anunciando el sorteo de Navidad. Al pasar, siento que el Calvo de la Lotería me guiña el ojo, por lo que le compro un décimo al hospitalero. No tocó.
Jornada 17 / El Acebo – Villafranca del Bierzo / 39,1 km
Bosque quemado y la posibilidad de encontrar buenos ejemplares de cuarzo lechoso camino de Molinaseca, donde desayunamos. En Ponferrada visitamos el castillo de los Templarios y continuamos el viaje atravesando huertos con calabazas gigantescas. Como en otras ocasiones, la llegada a nuestro destino se hizo pesada por la relatividad de la distancia. Un anciano nos pidió de diéramos vivas a los socialistas poco antes de llegar Villafranca del Bierzo. Cumplimos sus deseos sin demasiado entusiasmo.
Encontramos dos “plazas de suelo” para dormir en el albergue municipal. Cenamos paella precocinada en la plaza mayor acompañada de grandes cervezas. El castillo está adornado con macetas en las ventanas. Encantador.
Jornada 18 / Villafranca del Bierzo – Alto do Poio / 39 km
La caminata comienza antes del amanecer porque hay que afrontar la mítica subida a Cebreiro. Hace algo de frío y ninguno de los pueblos que vamos viendo tiene bar. Conseguimos desayunar y después continuar la suave subida pasando por debajo de los viaductos de la autovía. Como dice la guía, a partir de la Faba comienza la pendiente fuerte, discurriendo parte de ella entre árboles frondosos que a mediodía consiguen dejar en penumbra el camino.
En Cebreiro todo son pallozas y turistas. Tras la comida conseguimos avanzar unos kilómetros más hasta el Alto do Poio. Allí hay un hostal donde no necesitan la documentación de los huéspedes.
Jornada 19 / Alto do Poio – Sarria / 33,4 km
Cuesta abajo hasta Triacastela. Almorzamos. Cuesta abajo hasta Samos con accidente incluido de uno de los peregrinos. Afortunadamente todo queda en arañazos y susto. Sigue la cuesta abajo hasta Sarria, donde nos encontramos llegando con la anduriña suiza, la misma de Castrojeriz. Esta etapa incorpora los elementos básicos del paisaje gallego, que no nos abandonarán hasta Santiago, donde vuela la imaginación y uno se acuerda de las leyendas, particularmente de la Santa Compaña.
En Sarria nos dejamos aconsejar por la Oficina del Peregrino y dormimos en un lujoso hotel. La cosa está clara: para lo que nos queda, hay que evitar los albergues como sea.
Jornada 20 / Sarria – Palas de Rei / 45,5 km
Un rato después de partir de Sarria se encuentra el mojón del kilómetro 100 y desde allí la cantidad de “peregrinos” se hace insoportable, ya que esta es la distancia mínima exigida por la Iglesia para administrar la compostela. Resulta indignante ver ciertas actitudes. Este peregrino, que después de casi 700 kilómetros, se ha olvidado ya de correr y solo sabe andar, no soporta que el Camino sea como unos grandes almacenes en rebajas. Pasamos de largo el falso pueblo de Portomarín.
Una tarde de sol hasta llegar a Palas de Rei. Problemas para encontrar alojamiento. Al final terminamos en una pensión, teniendo como vecinas de unas chicas de la tribu de los pies negros, que a pesar de su lastimoso aspecto habían comenzado a caminar ese mismo día.
Jornada 21 / Palas de Rei – Rúa / 46,3 km
Decididos a quedarnos lo más cerca posible de Santiago, tomamos fuerzas comiendo pulpo en Melide y pasamos de largo Arzúa. Cuando pensamos que ya va siendo hora de recogerse en algun sitio para dormir, resulta que no hay. A paso apresurado, en la oscuridad de la noche y por un peligroso arcén llegamos a una especie de albergue con literas y peste a pies de marranos. No era posible elegir. La cena fue bastante razonable y pudimos cambiar impresiones con unos peregrinos de mantequilla que alternaban paseos con masajes.
Jornada 22 / Rúa – Santiago de Compostela / 21,5 km
Fuerte madrugón para llegar a Santiago antes de las doce y poder entrar a la misa de peregrinos, en domingo y con botafumeiro. Las indicaciones kilométricas entre Lavacolla y Monte do Gozo están mal y se nota en lo que cuesta llegar.
Del Gozo bajamos a Santiago y aun nos da tiempo a tomar un café antes de acercarnos a la catedral a comprobar que no podíamos entrar por varios motivos. Los peregrinos de a pie no tienen ningún privilegio y tienen que hacer cola junto con domingueros y japoneses. El aforo de la catedral se completó mientras estábamos en la cola. Y, finalmente, aunque hubiéramos llegado a la puerta no habríamos podido entrar porque tras la amenaza de bomba aquel verano no se permitía portar mochila en el interior.
Asumiendo la derrota, perdemos la condición de peregrinos al tomar un taxi en dirección a la estación de tren, desde donde comenzamos a organizar el retorno a casa. En el vagón del tren, los experegrinos que regresan se reconocen entre si fácilmente por la marca que deja el Camino y se desean un buen retorno.
Epílogo 1
Tres meses después otro coche, esta vez un Renault Clio cruza España por la noche y con niebla camino de Santiago, ahora con minúscula. Los experegrinos llegan pronto a la catedral, oyen misa, ven el botafumeiro volar, comen marisco, entran por la Puerta Santa, abrazan a Santiago, hunden los dedos en el Pórtico de la Gloria y dan los tres cabezazos oficiales al Santo dos Croques. Al día siguiente, desde Finisterre, regresan a casa con la tranquilidad de haber completado el ciclo.
Epílogo 2
Muchos años después, este experegrino salía de Burgos en coche alrededor de medianoche por la carretera N-120 en dirección Logroño. En alguno de los pueblos cercanos a los Montes de Oca, vio dos siluetas familares. Paseaban juntos y despacio en la penumbra. Y aunque sólo los vio un instante porque el coche seguía su marcha, podría jurar que eran el Gigantón y la Americana.
Epílogo 3
No me olvido de ti querida Asun. Por eso pongo aquí tu dedicatoria.
Me ha encantado. Seguiré leyendo, otro día.
Muchas gracias Paqui por tu comentario. Espero que te gusten las historias que aún están por escribirse… y si no es el caso, dímelo para que pueda arreglarlo.