La Fiebre del Plomo

Página de La Verdad (31/01/21) haciendo alusión a una noticia antigua (artículo de Antonio Botías).

Todo el mundo ha oído hablar de «La Fiebre del Oro» californiana del siglo XIX, en parte, gracias a los muchos westerns hollywoodienses ambientados en ese momento. Pero casi nadie conoce «La Fiebre del Plomo» de Murcia y Almería, un episodio coetáneo y no menos apasionante. No busquen la película porque no la han hecho todavía y dudo que alguna vez la hagan… Este post está basado en lo que le cuento a mis amigos sobre los orígenes y la importancia de la minería del plomo con motivo de alguna visita a las minas de La Unión o Mazarrón.

Plomo y galena

Antes de contar el episodio de la Fiebre del Plomo, sería conveniente dar unas cuantas informaciones previas sobre nuestro elemento protagonista. El plomo es un metal gris, blando y pesado (densidad superior a 11 kg/dm3). Se conoce desde la antigüedad, aunque no fue empleado de forma extensiva hasta el advenimiento de la era industrial. Durante mucho tiempo se había usado exclusivamente por su densidad para lastre y proyectiles, con excepciones notables como las láminas de plomo con inscripciones ibéricas. Los romanos arrojaban glandes de plomo con sus hondas, y más modernamente los proyectiles de plomo se han impulsado con pólvora. Gracias a la maleabilidad y cualidades mecánicas del plomo lo encontramos también en cubiertas impermeabilizantes y juntas para amortiguar elementos arquitectónicos. Por ejemplo, en todas las columnas de la Alhambra de Granada hay discos de plomo en los extremos. Sin duda han jugado un papel en la pervivencia del edificio en una zona tan inestable sísmicamente.

Objetos de plomo: pesa de pescador y dos proyectiles antiguos.

El plomo es uno de los componentes de la aleación para fabricar los tipos móviles de imprenta, así que es, en parte, responsable de la difusión del saber y la cultura. En el siglo XIX el plomo comenzó a utilizarse extensivamente en la elaboración cañerías, por lo que también fue responsable, en cierta medida, del grado de comodidad alcanzado en las viviendas y el desarrollo de las ciudades. El plomo ya no se usa en tuberías y es sustituido en las instalaciones antiguas cuando hay ocasión. Por motivos similares que comentaremos al final del post, tampoco se usa ya en la munición de caza, ni en forma de ciertos compuestos, como el minio y el albayalde, componentes de pinturas. A pesar de eso, el plomo sigue todavía muy presente en nuestras vidas aunque no lo veamos: cada vehículo con motor de explosión lleva varios kilos de plomo en su batería (acumulador).

Galena en cristales cúbicos, con calcopirita, algún otro sulfuro y cuarzo, de Bulgaria.

El principal mineral de plomo es la galena, de la que ya hemos hablado en Minerales de Mazarrón y Minerales del Valle de Ricote. La galena es un mineral fácilmente reconocible y muy frecuente en las paragénesis de origen hidrotermal, ya sea directamente en filones o yacimientos de sustitución. En el sureste español, la galena responde casi siempre a filones provocados por el vulcanismo neógeno, o a bolsadas y masas estratiformes en dolomías béticas. Mención especial merecen los filones de Linares que arman en granitos. En la Región de Murcia se encuentra galena en todas las minas de las sierras costeras, desde Cabo Palos hasta Águilas. La encontramos también en pedanías del interior de Lorca (Zarcilla, La Paca, Coy), Sierras de Pedro Ponce, Espuña (cerca de Totana), Carrascoy (Algezares, La Murta) y de Ricote, por citar sólo los sitios que conozco de primera mano.

Jarrón de cristal de Bohemia con un 24 % de PbO. En mis primeros viajes a Praga estaba fascinado con este material y siempre regresaba con algún objeto de cristal. El de la foto lo tiene mi madre.

La galena en polvo se usó en la antigüedad para el vidriado de la cerámica, recibiendo el nombre de alcohol de alfareros. De hecho, el óxido de plomo añadido al vidrio aumenta notablemente su índice de refracción, dando el producto conocido popularmente como cristal (especialmente si es de Bohemia o Swarovski). En los contenedores de reciclaje de vidrio se advierte sobre no arrojar cristal por motivo de su contenido en plomo. Acabamos esta sección con un uso peculiar que tuvo la galena en tiempos mas recientes. Un cristal cúbico de galena (ahora «cristal» es en sentido mineralógico) es un semiconductor eléctrico natural, es decir, entre dos caras del cristal, los electrones circulan preferiblemente según uno de los sentidos pero no el opuesto. Gracias a los diodos de galena se construyeron los primeros receptores de radio que, por cierto, no necesitaban suministro eléctrico para funcionar, algo que hoy día vendría muy bien.

Liberalización de la minería

En el primer cuarto del siglo XIX la minería en España estaba todavía en manos de la Corona, bien directamente o por los abusivos impuestos. Esto se traducía en que sólo se explotaban, con medios rudimentarios, unas pocas minas, pero extraordinariamente productivas: Almadén, Rio Tinto, Linares o Guadalcanal, entre otras. Por esos mismos años, los Territorios de Ultramar, o sea, América, se estaban emancipando, también de la Corona. A partir de ahora, las materias primas habría que buscarlas de esta parte del Atlántico, y entre ellas, los metales, esenciales para la incipiente industrialización y modernización del país. En 1825 se produjo la primera de una serie de reformas legislativas que permitirían a los particulares sacar provecho de la búsqueda y explotación de yacimientos mineros.

Fragmento de torta (copela) de litargirio de un escorial en Ramonete (Lorca).

El efecto de la ley no fue inmediato por falta conocimiento y experiencia (el know-how tan cacareado últimamente). Pero, sobre todo, faltaban medios. No era fácil para cualquier emprendedor de la época, con su pequeña cuadrilla familiar de obreros, retomar las explotaciones en el punto donde las dejaron los romanos, que podían emplear en un pozo a cientos de esclavos sin tener que pagar sueldos. En lo que respecta a la Sierra Minera de Cartagena, la rápida decepción de los buscadores de plomo, provocó que en lugar de horadar la montaña se dedicaran beneficiar las escorias romanas y explotar placeres en ramblas. Hay que decir que las llamadas «escorias romanas» eran básicamente tortas de litargirio, óxido de plomo, subproducto de la obtención de plata a partir de la galena argentífera por el método de copelación.

Acceso al Barranco del Jaroso, desde Los Lobos (Almería).

En 1839 se descubre el filón de El Jaroso, en Sierra Almagrera, una masa impresionante de galena argentífera que se le había pasado por alto a los romanos. La noticia corrió como la pólvora y fue un revulsivo para la estancada minería murciana. Los filones estaban bajo tierra a la espera de ser descubiertos, pero no era tarea para aventureros solitarios. Era necesario acometer proyectos de mayor envergadura, bien dirigidos y con los medios adecuados. Naturalmente, eso implicaba una fuerte inversión, y así es como comenzaron a surgir a partir de 1840, como las setas en otoño, las compañías mineras en la provincia de Murcia para atraer capital con la promesa de buenos dividendos en pocos años. Según datos recogidos por Mariano C. Guillén, ese año se registraron 19 compañías en Cartagena, 30 en Mazarrón y, ojo al dato, 146 entre Lorca y Águilas (emancipado de Lorca sólo 6 años antes, Puerto Lumbreras lo hizo en el siglo XX). Así es como comenzó La Fiebre del Plomo.

Alteración del paisaje tras siglos de minería en el coto San Cristóbal – Los Perules de Mazarrón.

Llama la atención que el reparto de compañías por municipios siga un orden opuesto a lo que nos dicta la intuición en términos de patrimonio industrial minero “aparente” (el exceso de denuncias mineras en Lorca hay que achacarlo a la proximidad con Almería). Pues aún queda un dato sorprendente: en el municipio de Murcia se registraron 45 compañías mineras. Si bien es cierto que existen pequeños yacimientos de plomo, hierro y cobre en su territorio, estos palidecen comparados con los situados en la costa. La explicación haya que buscarla, quizás, en la picaresca. En la ciudad de Murcia del siglo XIX debía de ser fácil atraer inversores entre los adinerados huertanos y sericultores, convencerlos de algún indicio metálico en las montañas cercanas y «sangrarles» la billetera durante los años de trabajos que se supone llevará alcanzar el filón prometido.

Recibo emitido por la compañía que explotaba una mina de plomo en la Sierra de Ricote (cortesía de Manuel Morales). En la parte de la izquierda se especifica la cantidad de acciones (40) de la sociedad.

Debió de ser, sin duda, muy curioso ver a estos estafadores en acción. Por ejemplo, convenciendo a medio centenar de labradores de Beniaján de la conveniencia de poner en marcha una mina en El Garruchal. No descarto que algún caso de denuncia minera inverosímil fuera producto de una mezcla de buena fe y desconocimiento de la geología. La primera foto de este post con la frase «Murcia será la California de Europa» hace alusión a un hecho ocurrido mucho después, en 1880, cuando Antonete Gálvez, personaje fundamental de la historia murciana y de arrebatadora personalidad, comenzó a horadar el cerro Miravete, frente a Torreagüera, en busca de oro. La galería, de grandes dimensiones, sigue allí para asombro de visitantes. Antonete tampoco iba tan descaminado: en Santomera a poco más de 12 km desde Torreagüera, sí que se ha encontrado oro, aunque no mucho.

Consolidación de la minería

Muchas de esas empresas mineras fracasaron. El Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Madoz publicado entre 1845 y 1850 se mostraba muy escéptico con los trabajos en la Sierra de Cartagena. Literalmente decía «ningún criadero metálico de alguna consideración se ha descubierto todavía, y creemos que aun dado el caso que se hallase, todo induce a opinar que nunca sería de una importancia estraordinaria, ni por su abundancia ni por su riqueza» . Gran metedura de pata de don Pascual: en 1848 los trabajos mineros alcanzan el llamado “Manto de los Azules”, una masa estratiforme rica en sulfuros polimetálicos (plomo, zinc, hierro y cobre). Aunque el Manto de los Azules tiene una ley más baja que los filones, su potencia y extensión desmesurada permitió que la minería en La Unión continuara de manera ininterrumpida hasta principio de los años 90 del siglo XX, cesando únicamente por motivos medioambientales.

Muestra de mineral del Manto de los Azules. La mayor parte consiste en un silicato de hierro (greenalita) con galena y blenda dispersas.

Acometer la explotación del Manto de los Azules obligó a una sinergia entre las distintas compañías mineras de la Sierra de Cartagena, pero es con la llegada de capital extranjero cuando arranca verdaderamente la modernización de la minería en La Unión. Con los inversores e ingenieros ingleses llegarían también el ferrocarril y el fútbol. En 1871 el descubrimiento del «Filón Prodigio» en Mazarrón, cuyo nombre no necesita mayor explicación, supondría un punto de inflexión análogo en esta localidad. Después de varias décadas de aventureros, jugadores y pícaros, los criaderos metálicos realmente productivos ya habían sido localizados. A su alrededor crecían los poblados mineros con trabajadores venidos de otras partes de España, y se enriquecían las ciudades cercanas, en las que ha quedado una marca evidente del estilo imperante a caballo entre los siglos XIX y XX: el Modernismo.

Ayuntamiento de Cartagena, ejemplo de edificio modernista (foto tomada de Wikipedia).

En La Unión hay un «barrio» llamado El Garbanzal. Si se le pregunta dónde vive a algún vecino del Garbanzal, particularmente si ha nacido allí, nunca responderá que en La Unión. Hay un porqué detrás de esa muestra de “orgullo”. Cuando las minas del entorno fueron ganando importancia, las pedanías del Garbanzal, Las Herrerías, Roche y Portman (el Portus Magnus de los romanos) decidieron emanciparse de Cartagena. El nombre inicial para el nuevo municipio fue Villa del Garbanzal, en claro detrimento de las otras pedanías. Las desavenencias existentes entre vecinos fueron resueltas en una breve visita del General Prim en 1868 que rebautizó salomónicamente el municipio como La Unión.

Selección de libros para este post.

La minería continuó en el siglo XX con otros avatares, pero nosotros acabamos aquí nuestro relato. Para más detalles sobre La Fiebre del Plomo y la historia de la minería en la Región de Murcia, recomiendo la consulta de estos cuatro libros: Los orígenes del siglo minero en Murcia de Mariano C. Guillén (2004), que contiene, entre otras cosas, una estupenda colección de fotografías antiguas; La minería murciana contemporánea (1840-1930) de Juan Bta. Vilar y Pedro Mª Egea (1990), que proporciona abundantes datos sobre la producción minera y metalúrgica; el monográfico de la revista Bocamina dedicado al Patrimonio minero de la Región de Murcia (2005) compuesto de numerosos artículos de distintos autores abarcando la minería desde la Prehistoria; finalmente, Minerales de La Unión de Ginés López (2015), que aunque trata fundamentalmente de Mineralogía, proporciona detalles sobre la minería contemporánea en esta localidad.

El plomo es malo… ¿y qué no?

En unas pocas décadas el plomo a pasado a ser un metal proscrito, no muy lejos del mercurio y el uranio. Hoy día es impensable regalar un soldadito de plomo a un niño… ¿Qué ha pasado? Se sabe desde hace mucho que el plomo es tóxico y el síndrome que provoca tiene incluso un nombre añejo: saturnismo. No obstante, el plomo debe llegar antes al organismo de algún modo y aquí es donde podemos discutir la eficacia o pertinencia de las medidas preventivas. Para empezar, todos los que tenemos una cierta edad hemos estado respirando compuestos de plomo a nuestro pesar. En efecto, la gasolina incorporaba hasta 1989 tetraetilo de plomo como antidetonante. Pero había en aquellos años otras formas de exposición al plomo totalmente inocentes, como el gesto de sujetar el perdigón con los labios mientras se preparaba la escopeta de aire comprimido.

Recorte de una tubería de plomo (desagüe fregadero) tras una reparación efectuada por el autor en casa de su madre. El edificio, con su instalación, fue construido a principios de los años 80.

Se entiende perfectamente la sustitución del plomo en algunas aplicaciones cuando es posible utilizar otros materiales menos tóxicos. No obstante, la peligrosidad del plomo es comparable a la de un cuchillo: depende de quién y cómo lo use. El miedo irracional nunca debería sustituir a la Ciencia a la hora de adoptar medidas. En este caso es la Química la que establece los mecanismos plausibles por medio de los cuales las substancias tóxicas pueden llegar a nuestro organismo. Un ejemplo, la fontanería de plomo para agua corriente fría es inocua, ya que la capa de carbonato de plomo que se forma en el interior por efecto de la cal del agua, presente siempre en cierta medida, es insoluble y evita la ulterior difusión del plomo. No obstante, si por la misma tubería circula agua muy caliente o con algún compuesto químico capaz de movilizar el plomo (tratamiento con cloramina, por ejemplo) sí que tenemos un problema.

Pieza de 1500 gramos de galena-blenda de la mina del Cerrillar, en pleno Parque Regional de Carrascoy – El Valle, el «pulmón verde» de la ciudad de Murcia.

De manera análoga hay que tratar otros escenarios de posible exposición a substancias tóxicas. Muchas de nuestras montañas contienen plomo en forma de minerales ¿Significa esto que la Administración debería adoptar medidas especiales? En absoluto. Los compuestos de plomo naturales están en formas tan estables que difícilmente podrían entrar en la cadena trófica. La minería y metalurgia del plomo, evidentemente, movilizaron el tóxico en su día, pero tras muchos años cesada la actividad, los compuestos de plomo se han estabilizado. Las actuaciones de cualquier tipo con la excusa de la salud en antiguas minas y restos del procesado del mineral podrían ser más contraproducentes que dejarlas tal como están. Y si se visitan estos lugares especialmente ricos en plomo, siempre debe hacerse desde el conocimiento y con las debidas precauciones.

Roca usada en la pavimentación de caminos mostrando un filoncillo de galena (gris oscuro), pero las manchas de color marrón también se deben a un compuesto de plomo.

Doy a entender entre líneas que abogo más por el conocimiento y el sentido común que por el exceso normativo típico de nuestro país. Por eso acabaré con un par de ejemplos que ilustran las consecuencias de la ignorancia. No diré el nombre de los lugares, pero barrabasadas similares puede haberlas en cualquier parte. En primer lugar, en una zona de costa han pavimentado caminos rústicos con una riolita salpicada de filoncillos de galena. En otras palabras, una cantera ha estado esparciendo el tóxico metal con el beneplácito de la Administración. Aunque, como hemos dicho antes, ese plomo difícilmente nos haría daño, esto no exculpa a los responsables. El segundo ejemplo es incluso peor: la zahorra ornamental usada en un talud ajardinado es una metabasita con un gran contenido en amianto, otra substancia altamente tóxica. En este caso, la peor parte se la llevaron los obreros que manipulaban el material al exponerse al polvo cancerígeno.

Rocas con amianto decorando un jardín.

Epílogo

El plomo es considerado hoy un metal maldito, hasta tal punto que la sección de historia en su entrada en Wikipedia está escrita desde la perspectiva de un toxicólogo, no la de un químico o un ingeniero industrial. Sin embargo, el plomo ha sido un material fundamental en el desarrollo de la industria y del estándar de comodidad tal como lo conocemos en Occidente. Por eso, el pesado metal fue un codiciado objeto de deseo en el siglo XIX, dando lugar así a La Fiebre del Plomo y el posterior desarrollo de la minería moderna en la Región de Murcia.

3 opiniones en “La Fiebre del Plomo”

  1. Notable entrada que explica con acierto y sencillez la minería del plomo.
    Gracias Matías por poner en su sitio, en el lugar que merece, el metal que le dio vida a tantas ciudades y pueblos de nuestra tierra. Ciudades que nacieron y se formaron entorno a una minería primitiva y que se desarrollaron y consolidaron cerca siempre, de los criaderos de mineral. Gracias también por tu valentía al intentar desmitificar la mala prensa que tiene el plomo en esta sociedad tan hipócrita en la que vivimos, aunque es cierto que la intoxicación por plomo es muy, muy mala, sobre todo si te tirotean.

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