Paisajes de la Prehistoria

En la búsqueda de yacimientos prehistóricos, la clave es mirar el paisaje tal y como lo vería un primitivo morador. Para empezar, hay que ignorar toda la alteración antrópica: ciudades, carreteras y cultivos ya no existen para nuestros ojos. Hay que pensar en términos de recursos, protección y vías de comunicación entre ellos. Y hay que añadir, además, la vegetación acorde al clima reinante y posibles variaciones orográficas si es que retrocedemos mucho en el tiempo. ¿Dónde nos instalaríamos? Realmente, hay más lógica en las ubicaciones de los antiguos asentamientos que en las de los contemporáneos. En efecto, hoy no sólo se construye de espaldas a la naturaleza, sino desafiándola. Así que luego pasa lo que pasa cuando cae una gota fría… Hablar de lo mal que se hacen las cosas hoy día daría para otro tema. Ahora sólo quiero hacer unas reflexiones sobre los paisajes de la Prehistoria.

Efectos de una riada la urbanización Camposol en Mazarrón (foto publicada en La Verdad). Esto nunca hubiera pasado en un poblado Argárico.

Cuando el ser humano cambia la actividad de cazador y recolector nómada para ser ganadero y/o agricultor asentado (desde el Neolítico en adelante) se experimenta un cambio fundamental: la posibilidad de acumular bienes, sobre todo los estacionales. Esto es el comienzo de la noción de riqueza y, quizás también, de propiedad privada. Los ajuares en las tumbas son una manifestación de la importancia que se tuvo en vida. Pero con las ganancias aparecen a la vez los enemigos de lo ajeno, tanto en pequeña escala como al por mayor. La respuesta a esta situación es la aparición de un nivel superior de organización de las sociedades a la que llamamos “estado”. Los poblados se disponen de manera que sea más fácil defenderlos de los ataques. Para esto se eligen lugares idóneos: promontorios, amesetados o con una suave pendiente orientada hacia el sur. Si es posible, también en las inmediaciones de un río y de tal manera que el agua, además de cercana, sea parte de su barrera defensiva.

Reconstrucción del poblado fortificado de La Bastida (Totana), defendido a la izquierda por el cañón excavado por el río (rambla de Lébor) y a la derecha por una muralla (imagen UAB).

Aunque los ejemplos de este tipo son innumerables, quiero mencionar aquí el yacimiento de La Bastida (Totana) que se está revelando como uno de los asentamientos más importantes en Europa en la Edad del Bronce. Una de las cosas más simpáticas sobre las investigaciones llevadas a cabo por la UAB en el yacimiento es el fuerte sesgo de materialismo histórico que impregna los artículos y los comunicados de prensa, que nos hablan del comienzo de las profundas desigualdades sociales mantenidas por medio de la violencia institucionalizada. Esta peculiar interpretación de unas ruinas revive, aunque sea por omisión, el mito de la Edad de Oro, cuando la fraternidad humana se entendía en la Lengua de los Pájaros (o de Adán), mucho antes de que todo se fuera a la porra con Babel. Parece, pues, que no es incompatible llevar a las excavaciones arqueológicas el Libro Rojo de Mao con tener una visión cándida de la naturaleza humana y empeñarse en considerar como una anomalía todo lo que es normal.

Montefrío (Granada), ejemplo de ocupación persistente de un emplazamiento ideal.

Volviendo a los promontorios como lugares de asentamiento, las excelentes condiciones que ofrecen han sido apreciadas a lo largo de las épocas. Así es frecuente que después de poblamientos en Neolítico o Edad de los Metales, hayan tenido ocupaciones romanas, medievales (castillo) o incluso sigan siendo usados en tiempos contemporáneos. En este último caso, los vestigios prehistóricos quedan sepultados bajo el pavimento y los edificios. También, al desaparecer las amenazas y con el aumento de la población, la urbanización se expande hacia las llanuras, pero el promontorio en el que todo empezó sigue siendo claramente reconocible. Siempre hay excepciones, nótese que la ciudad de Molina de Segura (Murcia) no “emana” de la urbanización Altorreal ni hay ruinas bajo el campo de golf (hay que conocer el lugar para entender el chiste, désolé).

Cabezo Negro (Lorca), con ocupaciones desde el Paleolítico Medio al Bronce.

Cuando la ocupación no ha persistido hasta la actualidad y el asentamiento fue abandonado siglos atrás, por la ladera se superponen restos de distintas épocas y culturas revueltos por la erosión. Por poner un ejemplo, en un asentamiento cerca de El Cañarico, junto a los cimientos de una torre medieval islámica aparecen restos de cerámica sigillata romana y argárica. Restos de tres ocupaciones espaciadas por intervalos de más de un mileno. Puede ser muy difícil convencer a alguien menos experimentado que un trocito de tiesto aparecido entre otros residuos tiene 4000 años de antigüedad, o que un cacho de cerámica con un esmalte verde la hizo un árabe del s. XIII. Reconozco que me gustaría saber más sobre este aspecto porque tengo lagunas en unos cuantos siglos  😕

Peña con orientación sur (Lorca), emplazamiento ideal según los criterios del Paleolítico Superior y Epipaleolítico.

Montamos en la máquina del tiempo y retrocedemos hasta hace unos 20 Ka. Estamos en pleno Paleolítico Superior. La mayor parte de asentamientos se realizan al abrigo de covachas, peñas o cejos, orientados hacia el mediodía para protegerse de los vientos helados del norte. Si la pared rocosa es demasiado vertical, añaden una “marquesina” de palos y cubierta vegetal para protegerse de la lluvia. El hogar, funcionando de manera casi ininterrumpida impregna de ceniza toda la ladera… Hacía más frío que ahora, en los últimos coletazos de la glaciación Würm. Estos asentamientos no eran permanentes porque los animales migraban estacionalmente y la tierra ofrece sus frutos según momento y altitud. Por eso es frecuente encontrarlos junto a las grandes rutas naturales, lo que ahora llamamos cañadas, y por las que discurren los últimos vestigios de la trashumancia. En el asentamiento, con un sol que apenas calienta, un cazador experimentado toma un trozo de carbón y sobre la roca esboza un uro. Así les explica a los más jóvenes dónde hay que clavar la lanza para que el animal caiga muerto en el acto, porque no hay nada más peligroso que un uro herido.

Cejo con covachas, típico emplazamiento de Paleolítico Superior y Medio. Las covachas, previa construcción de un muro, han sido aprovechadas como corrales por pastores.

Aunque los neandertales no eran antepasados directos, la forma de vida del Paleolítico Medio no debía ser muy distinta de la del Paleolítico Superior. De hecho, en muchos lugares se superponen los restos de unos y otros, aunque todavía no se ha probado que llegara a haber convivencia. Así que mejor continuamos nuestro viaje al pasado y nos plantamos hace 500 Ka, Paleolítico Inferior. En ese intervalo de tiempo el paisaje sí que ha cambiado mucho. Lo que antes fueron llanuras, ahora son barrancos y cárcavas. Hay cierto empeño en Murcia en llamar a este proceso desertificación, pero la verdad es que esos erosionables materiales margosos (casi siempre miocenos) son demasiado pobres para mantener un árbol, o incluso, un modesto esparto. La dinámica erosiva, espoleada por la bajada del nivel del mar durante la glaciación, nos regala estos paisajes peculiares. Pero también se lleva los escasos vestigios de los habitantes de aquel tiempo que, instalados junto a un río o laguna, seleccionaban cantos rodados para tallar bifaces. Cuando miramos este paisaje, tenemos que imaginarnos la llanura original, de la que las cimas de algunos cerros conservan pequeños reductos.

Cárcavas (badlands) en Mioceno cerca de Librilla (Murcia). El nivel correspondiente a la antigua llanura ha desaparecido casi completamente. No obstante, los materiales son muy interesantes por su riqueza en vertebrados de hace 7 Ma.

El panorama es distinto si en lugar de quedarnos en la cuenca mediterránea, donde la erosión ha sido atroz los últimos cientos de miles de años, nos vamos a la meseta. Allí los ríos, que vierten en el Atlántico, han conservado mejor el sedimento depositado en los periodos interglaciares en forma de terrazas fluviales que se corresponden de manera aproximada con suelos de distintas etapas de cuaternario. Las más antiguas son las que están a mayor altura respecto al cauce actual. También las llanuras meseteñas, como La Mancha, funcionan de manera prácticamente endorreica, es decir, el agua de lluvia se estanca en lagunas (navas) o fluye muy lentamente. En este caso la erosión es despreciable y las piedras del suelo apenas se han movido de su sitio en 1 Ma. No sólo los artefactos del Paleolítico Inferior se quedan allí, sino cualquier cosa que caiga al suelo, desde una moneda del s. XIX hasta un meteorito. Cuando estéis en La Mancha, pensad que hace 300 Ka era similar en vegetación y fauna al Serengueti, pero hace apenas 50 Ka se parecía más a la estepa siberiana.

En un lugar de La Mancha, donde los arados remueven los artefactos dejados por Homo erectus.

Espero que estas reflexiones os ayuden a mirar el paisaje con otros ojos.

La llanura contemplada desde una covacha en un promontorio.

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