La sección de ciencia en las librerías de los centros comerciales suele estar dedicada, principalmente, a libros de divulgación. Siempre que tengo ocasión me entretengo en ver las novedades y me alegro de comprobar que el sector goza de buena salud, a pesar de que los libros no estén de moda. En efecto, ¿para qué leer un libro si lo que quieres saber te lo puede explicar un fulano en su canal de TikTok? Mi respuesta es que si el fulano tiene algo interesante que contar, probablemente lo haya leído antes en un libro. Pero no voy hoy a hablar de los libros de divulgación contemporáneos, sino de algunos, más bien obsoletos, que habitan en mis estanterías, ejemplos de la divulgación de ayer, donde «ayer» se encuentra a caballo entre los siglos XIX y XX.
He seleccionado 10 libros para este post… o, más bien, ellos me han seleccionado a mí, pues son el resultado aleatorio de visitar librerías de viejo, mercadillos y ferias. Algunas de estas obras están claramente orientadas a un público joven, en una época en la que regalar un libro producía más ilusión que un móvil hoy día. De hecho, al menos tres de estos libros son ediciones especiales para servir como premio a alumnos en los colegios donde estudiaban. Otros, destinados a un público adulto eran la única forma de estar al corriente de la ciencia, salvo que se tuviera cerca un ateneo con un buen programa de conferencias. Como viene siendo costumbre en el blog, el idioma no será una barrera.
Viajes y Naturaleza
En el siglo XIX aún quedaba mundo por descubrir y los libros de viajes excitaban la imaginación de los niños y, quizás, las ansias por conocer otras formas de vida y culturas. Sin embargo, no es necesario viajar a los confines del mundo para ver cosas nuevas. A veces, basta con fijarse mejor en lo que tenemos cerca, como, por ejemplo, la esquiva vida de algunos animales del campo.
Au pays des nègres – V. Tissot y C. Améro – 1888
Este libro destinado a los jóvenes describe aspectos geográficos y culturales de África (aquí pays habría que traducirlo por territorio). Victor Tissot escribió fundamentalmente sobre viajes, alcanzando la fama con un libro sobre Prusia. Mi ejemplar de Au pays des nègres lleva estampado en la cubierta Collège de Perpignan, lo que indica que posiblemente fuera un premio ofrecido a un estudiante excelente, si bien no hay otra evidencia ni firma.
Aunque el punto de vista de los autores es bastante discutible, incluso para su época, el primer capítulo se dedica a la lacra que supone el comercio de esclavos. En 1888, la esclavitud ya había sido abolida oficialmente en las potencias coloniales europeas y en USA. Sin embargo, se siguió «cazando esclavos» en África con destino hacia el Mar Rojo y el Océano Índico.
El libro contiene 93 ilustraciones, muchas de ellas a página completa, de gran calidad y dramatismo. Se me hace muy difícil elegir… paisajes y poblados, son mis favoritas porque al sumergirme en los grabados me proporcionan una sensación mística de viaje. También, porque, salvando las distancias, paisajes similares pueden encontrarse todavía en África (ver mis posts Burkina Faso y Out of Africa).
No obstante, reconozco que los grabados con tipos y costumbres pueden ser más significativos. Me gusta mucho, por ejemplo, la mirada desafiante del guerrero nubio en el último grabado.
Cent récits d’Histoire Naturelle – Ch. Delon – 1879
Destaca la magnífica edición de Hachette en un formato poco habitual. A diferencia de un libro de historia natural sistemático, éste hace una selección de cien animales, o tipos de ellos, describiéndolos a doble página con grabados de gran calidad y apretadísima letra. Suponemos que los jóvenes, a los que estaba destinada esta obra tenían buena vista.
En el libro se tratan indistintamente animales domésticos como salvajes, de los bosques europeos como de exóticos lugares. Principalmente vertebrados terrestres, pero también peces, insectos… incluso corales y foraminíferos tienen su lugar. De manera significativa, el primer capítulo se dedica a los grandes simios, mientras que el último a los animales fósiles.
Ciencia y tecnología
Si bien los libros de de viajes e historia natural resultan muy atractivos a un público joven, en un momento en el que los descubrimientos científicos están cambiando rápidamente el mundo, cobra una importancia máxima la divulgación de la Física, Química o las tecnologías a las que dan lugar.
Simple science – E. N. C. Andrade y J. Huxley – 1936
El único libro en inglés de esta selección es un recuerdo de mi estancia en Reino Unido hace muchos años. Mi ejemplar lleva impreso el escudo del Marlborough College, un lugar parecido al Hogwarts donde estudiaba Harry Potter y a sólo dos horas de coche de Londres. Fue entregado como premio a un estudiante en verano de 1941, en plena Guerra Mundial. Los autores fueron científicos reconocidos, particularmente Julian Huxley, hermano del autor de Un mundo feliz y creador de varios neologismos, entre ellos transhumanismo, por lo que Yuval Noah Harari le estará siempre en deuda.
El libro se dedica a algunos temas de Física, Química y Biología, entremezclados de una manera peculiar que pretende acentuar la interacción entre estas disciplinas. He seleccionado dos ilustraciones. La primera tiene que ver con la falta de semejanza en la variación del tamaño de los vertebrados, algo que normalmente no se tiene en cuenta en la películas de ciencia-ficción. La otra, un par de experimentos caseros sobre el equilibrio que da una idea del carácter lúdico del libro.
Les grandes inventions – L. Figuier – 1870
Louis Figuier fue un prolífico autor de obras de divulgación, muchas de ellas en varios volúmenes y gran formato, cuya reunión es motivo de frustración para el coleccionista. Por eso he elegido uno de los pocos libros que publicó en un solo volumen. Mi ejemplar lleva grabado el escudo del Lycée Impérial de Napoléonville (nombre eventual de Pontivy), por el mismo motivo que en los casos anteriores: el premio por un excelente aprovechamiento del curso escolar.
La imprenta, la litografía, la pólvora, la brújula, el reloj… por decir sólo algunos de los primeros grandes inventos tratados en este libro. Se dedica bastantes páginas a la electricidad y sus aplicaciones, y eso que todavía no se había inventado la bombilla.
Tú y el motor – E. P. A. Heinze – 1942
Publicado por la editorial Labor en España, la edición alemana (original, Du und der Motor… no puedo evitar recordar a Rammstein) de este libro se publicó en 1939, en el zénit de la producción industrial bélica germana justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La divulgación se hacía eco de los avances en los motores de combustión interna, que en esa década recibieron muchas innovaciones. Por ejemplo, cuatro años antes de la publicación del libro comenzó a usarse el motor diesel en turismos gracias a una substancial reducción del sistema de inyección.
Pocos libros he visto que hablen con más entusiasmo sobre los motores de explosión. En sus páginas se examinan aspectos conceptuales y constructivos, con abundante ejemplos, no sólo de motores orientados al transporte terrestre, sino también de aviación, a la que el autor era bastante aficionado.
El último capítulo está destinado al Volkswagen Escarabajo. Sobre un proyecto de Ferdinand Porche y promovido por Hitler en persona, se presentó con el nombre «Kraft durch Freude» que se traduciría como «la fuerza por la alegría». De ahí las siglas KdF, y el pánico que yo siento cada vez que los políticos acuñan expresiones con palabras que apelan a sentimientos.
State of the art
En algunas obras de divulgación científica se pone énfasis en los más recientes descubrimientos de cada disciplina. Esto suele nombrarse con el feo anglicismo «estado del arte». Para esta sección he reservado dos tesoros… ojo, hablo desde desde mi valoración personal, no la que dan las webs de reventa de libros viejos.
La ciencia moderna – J. Broutá – 1897
Lo primero que llama la atención en este libro, magníficamente editado por Montaner y Simón, es su portada Art Nouveau. Cuando lo abrimos vemos que, entre temas más habituales de Física, Química o Biología, dedica algunas páginas a la Prehistoria y un capítulo a la Antropología del crimen. Del autor, Julio Broutá, no podemos decir mucho, salvo que tuvo una polémica con doña Emilia Pardo Bazán, acerca de unas naranjas, de la que da cuenta en el libro.
He seleccionado como ilustraciones una extraída de la parte de Prehistoria, otra relativa a la tecnología de los dirigibles y, para acabar, una sobre la mencionada Antropología criminal donde el autor se desmarca de las teorías de Lombroso.
Ciencia popular – J. Echegaray – 1905
Se trata de una colección de artículos sobre Ciencia aparecidos en prensa (El Imparcial, El Liberal) y recopilados en este volumen como homenaje a su autor con motivo de la concesión del Premio Nobel de Literatura. Aunque la mayor parte de los artículos se hacen eco de descubrimientos o tecnologías novedosas en el momento de la publicación, también hay algunos de tipo biográfico, como un homenaje a un Pasteur recientemente fallecido.
Entre las muchas cosas de las que escribe el polifacético José Echegaray y que fueron novedad en su época están los rayos X, la telegrafía inalámbrica, la transmisión de imágenes por cable, la radiactividad natural… el último artículo de esta recopilación se titula «El espacio de muchas dimensiones», pero no incluye referencias a Hilbert 😕
Los padres jesuitas
En un momento dado, empecé a ser consciente de la proliferación de autores cuyos nombres van seguidos de las siglas S. J. entre mis libros. Incluso, alguno de Matemáticas, como unas «Ecuaciones Diferenciales Ordinarias» va firmado por Alberto Dou, S. J. Esas siglas indican que el autor pertenece a la Compañía de Jesús, posiblemente la orden religiosa cristiana más comprometida con la Ciencia, como puede verse aquí. Contrariamente a lo que pudiera parecer, no es frecuente el proselitismo religioso en las obras científicas de jesuitas.
El firmamento – L. Rodés – 1939
Luis Rodés fue un astrónomo de primer nivel que se formó y desarrolló parte de su actividad en USA. La obra de la que hablamos aquí, aunque es de divulgación, contiene una gran cantidad de detalles técnicos que envidiaría un libro de estudio universitario.
De sus 690 páginas, no es hasta el la parte final del último capítulo donde se menciona al Creador. Y esto solamente lo hace en relación con la estabilidad y evolución del universo.
Cosmologia – J. Donat – 1944
Este no es un libro de divulgación en su concepción, aunque sí en su temática, pues abarca todas las ciencias como manera de entender la creación. El libro está publicado en Barcelona y redactado en latín, lengua vehicular en los seminarios católicos. Cuenta también con el nihil obstat del obispo de Barcelona. Todo esto es muy curioso, habida cuenta de que Josef Donat era alemán.
Hace mucho tiempo que la Iglesia Católica no busca la explicación de las cosas terrenales en La Biblia. Por eso he seleccionado dos páginas bastante elocuentes a este respecto. Frente al mito de que el mundo hizo en seis días, ofrezco unos cortes geológicos que debían estudiar los futuros sacerdotes. En cuanto a Adán y Eva, la página del libro donde se menciona a Darwin no contenía dibujos, así que en su lugar pongo la de un gráfico explicando las leyes de Mendel.
A Dios por la Ciencia – J. Simón – 1954
Si bien he dicho que no es frecuente el proselitismo religioso en las obras de Ciencia escritas por jesuitas, no significa que éste no exista. Este libro, de llamativa sobrecubierta y destinado a un público juvenil, busca a Dios en los complejos detalles técnicos del universo y la vida. A pesar de sus años, esta obra sigue teniendo mucho predicamento en internet.
No entraré en detalles sobre el tipo de argumentos que expone el padre Jesús Simón. Dejaré que sea él mismo el nos proporcione un resumen. Nótese que en lo relativo a la Biología, hay una reminiscencia del llamado “Diseño Inteligente”.
Como ilustraciones he elegido, en primer lugar, una alegoría del papel de la boca en el ser humano. En segundo lugar, y por alusiones, una relativa a un problema de Matemáticas resuelto por las abejas. Otro día, en otro post, hablaremos de libros de divulgación matemática.
Epílogo
Si tengo que señalar una fecha para el comienzo de esta afición bibliófila científica, he de remontarme al otoño de 1996 cuando llegué a Burdeos. En el Cours de l’Argonne, la calle que salía del centro de la ciudad (Place de la Victoire, para más precisión) hacia el campus universitario de Talence había una pequeña bouquinerie, atestada de libros viejos, como es de esperar por el significado del término francés. Destacaba al entrar, una pequeña urna rectangular de cristal con unos siniestros objetos colgados de hilos que parecían ser fetos de animales cubiertos de cera blanca y rosa. En aquella tienda encontré este librito, que considero el primero, conscientemente, de la colección.
Su título era muy sugerente: Las plantas que curan y las plantas que matan. La calidad de sus grabados y el acabado en pan de oro de su encuadernación me fascinaban tanto como lo que podría aprender en él. Su precio, 120 francos, era más que excesivo para el presupuesto de un estudiante. Durante varios meses estuve pasando de vez en cuando por allí, curioseando sin comprar nada, hasta que un día, el viejo librero ya no estaba. La persona en su lugar me dice que el patron había muerto y estaban liquidando la mercancía. Aproveché la luctuosa oportunidad para comprar el libro, considerablemente rebajado de precio. No sé que pasaría al final con los fetos encerados colgantes.