Almadén, la mina

Almadén, la mina… Un pleonasmo o tautología para comenzar, puesto que la palabra árabe de la que deriva Almadén significa “la mina” (reflexionad un momento, con la etimología en la mano, sobre el comienzo de la frase que sigue). La mina de Almadén es uno de esos santos lugares de la mineralogía a los que me referí hace cuatro semanas (o posts), porque es el lugar de la corteza terrestre donde se ha concentrado la mayor cantidad de mercurio. Se estima que la mina de Almadén (ojo, la mina, en singular) ha producido un tercio del mercurio mundial.

Tere fotografiando las «garrafas» de hierro en las que se transportaba el mercurio, museo del Parque Minero de Almadén.

Tras más de veinte siglos de explotación casi continua (hasta 2003), sigue siendo el lugar con más mercurio del planeta. Si no fuera suficiente, en la cercana localidad de Almadenejos también se explotó el mercurio y hasta manaba líquido por el suelo. Siendo tan grandes las reservas de mercurio, el cese de la minería tiene su principal motivo en las políticas para restringir el uso de este metal debido a la toxicidad de muchos de sus compuestos. Insisto, ciertos compuestos, porque ahora puede parecer un milagro que mi generación haya sobrevivido a las desinfecciones de heridas con mercromina, a los empastes dentales de amalgama y, sobre todo, al juego con las gotitas de mercurio de los termómetros rotos.

Frasquito con mercurio que se solía entregar como recuerdo a los visitantes de la mina.

El mercurio se encuentra en Almadén mayormente en forma de cinabrio, un sulfuro de intenso color rojo usado como pigmento en la antigüedad. También hay diseminado en la roca mucho mercurio nativo. La palabra misma “cinabrio” nos llega sin apenas cambios del griego, y quizás sea incluso más antigua. El cinabrio puro tiene una densidad de 8,17 g/cm3, superior a la de la plúmbea galena, y que es impresionante para una piedra roja con cristalitos translúcidos. A veces le pido a los visitantes que comprueben la gran densidad del cinabrio sopesando una pieza con la mano. Cuando les digo que el peso se debe al mercurio contenido, dejan la piedra con aprensión. Yo suelo “tranquilizarlos” diciendo «no te preocupes, tu cuerpo recibirá más mercurio de una rodaja de emperador a la plancha o de un tartar de atún que de esta piedra»

Cinabrio (rojo) impregnando cuarcita (negra).

Conservo desde la infancia un fragmento de la clásica cuarcita negra de Almadén impregnada de cinabrio que le regalaron a mi padre en Madrid, su último destino laboral, porque sabían que a su hijo le gustaban las piedras. Me la entregó con la misma advertencia que le dieron a él: nunca tocar los objetos de oro con ella. Aunque no sé hasta que punto el mercurio líquido o volátil puede formar amalgama con el oro a temperatura ambiente, sigo respetando escrupulosamente el consejo.

Cinabrio puro, esta vez lo oscuro no es cuarcita.

He estado varias veces en Almadén. La primera en 1989, al comienzo de mis estudios en la universidad. Entablé amistad con un estudiante de Ciudad Real que me invitó a pasar unos días en su casa. Casualmente, su familia conocía a alguien en la mina y me concertó una visita. Recuerdo llegar a Almadén en tren una tarde fría y lluviosa. Al salir de la estación me esperaba un coche de la empresa minera. No recuerdo mucho del paseo por las instalaciones, tras el cual recogí unas muestras de mineral bajo la lluvia. Años después, ya en este siglo y en mi coche, volvía a pasar por Almadén. Un guarda nos permitió recoger algunas piezas de un acopio cercano, pero en esa ocasión mi mano ya estaba entrenada para buscar el cinabrio puro (filoncillos en la roca de caja, bandeados por un silicato).

Cristal de cinabrio, con gotitas esféricas de mercurio nativo.

Casualidades de la vida… había quedado en la famosa Venta El Descargador de La Unión con “El Robles” para visitar la mina de Los Pajaritos, y se presenta con un señor que podría pasar por Don Quijote que también viene a picar cuarzos. Resultó ser Fernando Palero, el ingeniero de minas encargado del acondicionamiento de las galerías históricas de la mina de Almadén para su uso turístico tras el cese de la minería. Con él realicé una visita inolvidable, pasando por túneles que databan del s. XVII todavía sin desescombrar, con el malacate del Baritel de San Andrés tal como lo dejaron hace siglos. Después me llevó al último acopio de mineral que quedaba y partimos a mazazos algunos bolos en busca de cristales de cinabrio.

Malacate en el Baritel de San Andrés, tal como se puede ver ahora.

La última vez que visité Almadén fue en 2019 como parte de una excursión organizada por mi querido Paco Guillén para los alumnos del Curso de Patrimonio Geológico en la Universidad de Murcia, a la que también podían apuntarse los amigos hasta completar el aforo. El Parque Minero de Almadén ya estaba abierto a los visitantes, así que hicimos el recorrido turístico tal como está montado, que incluye bajada en jaula y salida en trenecito. La visita es muy recomendable, pero no esperen recoger muestras de cinabrio: ya no se puede.

Bajando del trenecito tras la visita a las galerías.

Hay mucha historia en Almadén, tanto en la mina como en el pueblo. No hablaré aquí de los forzados que no volvían a ver el sol en su vida… eso es fácil de encontrar en Internet. Menos conocido es el asunto de las berenjenas. Cuando a alguien de Almadén se le pregunta por berenjenas, siempre responde diciendo que las suyas son mejores que las de Almagro. Quizás esta rivalidad entre las villas se remonte la época del renacimiento, cuando las ganancias de la mina de Almadén eran invertidas por sus arrendatarios, los Fugger (Fúcares, para los habitantes de entonces), en embellecer Almagro.

Castillete metálico en lo que es ahora el Parque Minero.

Para acabar, un hallazgo sorprendente en el corazón de la Región de Murcia. Paseando por lo que debió ser un asentamiento prehistórico cerca de Ricote, un amigo que siempre tuvo mejor vista que yo, recogió una piedrecita de poco más de un 1 cm que resultó ser cinabrio impregnando una cuarcita grisácea. Por motivos de primer curso de Ciencias Geológicas, la china no procede de los alrededores. Y la paragénesis nos dice que es bastante plausible que provenga de Almadén, de un tiempo remoto en el que el cinabrio era solamente un pigmento.

Cinabrio de Almadén (?) llegado a Ricote en la Prehistoria (?).

El Covid visto desde tres congresos

Con la irrupción de la pandemia del Covid-19 (como si hiciera falta indicar el año) muchas cosas cambiaron. Cada uno sabe mejor que nadie como todo esto le ha afectado a su vida, seres queridos, trabajo… No tengo la más mínima intención de entrar en tales asuntos. Y precisamente la mejor forma que tengo de escribir sobre el Covid sin dramatismo o polémica es centrándome en lo anecdótico: cómo la pandemia ha afectado a la celebración de los congresos de matemáticas, particularmente, en los que he participado. Esto es el Covid visto desde tres congresos.

Una de las actividades relacionadas con la investigación en el ámbito universitario es la asistencia a congresos (conferences, workshops). A veces, también hay que participar en la organización de estos, pero eso es mucho menos frecuente por una simple cuestión aritmética. En los congresos, los especialistas de un determinado tema presentan sus nuevos resultados, se conversa y se discuten ideas, problemas o proyectos… Es quizás la parte más humana de la vida científica, y para nosotros los matemáticos, una forma de escapar de la monotonía y la soledad propias de nuestro trabajo. Por eso estamos más pendientes del calendario de congresos que del de festividades.

Cartel del congreso en honor de Gilles Godefroy, cancelado por el Covid

A la vez que la pandemia avanzaba por el mundo, iba cambiando nuestra percepción de ella. Así, a finales de 2019, el Covid se consideraba como una versión algo más virulenta de la gripe. Y si resultaba alarmante en su país de origen, era simplemente porque no disponían de los medios adecuados para tratar a los enfermos. En febrero de 2020, con varios brotes activos en Europa no se apreciaban todavía las dimensiones del problema. A comienzos de marzo de ese año se celebró el Encuentro anual de la Red de Análisis Funcional en la Universidad de La Laguna (Tenerife) al que asistí especialmente feliz por ser la primera vez que viajaba a las islas Canarias.

A la entrada de la Facultad de Matemáticas de La Laguna
Buscando la foto del las «mil pesetas» con el Teide al fondo
Colada de obsidiana, en el Parque Nacional del Teide
Detalle de la obsidiana
El famoso drago de Icod de los Vinos

En Barajas, haciendo escala al regreso de Tenerife, se veía bastante gente con mascarillas quirúrgicas, cosa hasta entonces limitada a los turistas japoneses. Las reuniones convocadas para la semana siguiente se anularon bruscamente. Poco a poco, fueron llegando las cancelaciones de todos los congresos anunciados hasta el verano de 2020. En seguida llegó el primer lockdown, las reuniones vía Zoom, los webinars, salir a la calle con guantes de látex o nitrilo (las mascarillas no podían ser obligatorias por falta de existencias) solamente para comprar víveres… y fuimos afortunados cuando se estableció el horario de paseos. Los números de la pandemia mejoraron con la llegada del verano. Por eso pudimos salir unos días por vacaciones y los organizadores de las reuniones canceladas en primavera se plantearon la posibilidad de celebrarlas en otoño. Ese fue el caso de un congreso en Luminy titulado “Entangling Non-commutative Functional Analysis and Geometry of Banach Spaces” que se reactivó para octubre de 2020.

La «pizarra» en un momento de la clase impartida online desde casa

Para no tener problemas cuando cruzara la frontera me hice mi primera PCR y llevé el resultado negativo a modo de salvoconducto, aunque todavía no era obligatorio. El congreso se celebró en modo semipresencial. Como consecuencia, algunas de las «estrellas» invitadas impartieron las conferencias desde su casa, pero los asistentes físicos al congreso disfrutamos de unos días excepcionalmente buenos en el entorno del parque natural de Les Calanques, con baño incluido en sus azules aguas. Hay que decir que el rato en la playa habría sido más tranquilo de no haberme llevado un bocadillo de salchichón que atrajo a todas las avispas de la zona.

Sala de conferencias en el CIRM, Luminy
El mejor momento del congreso: bouillabaisse, plato típico marsellés, para comer
Les Calanques, cerca de Luminy
Imagen idílica…
Tomando el sol tras el baño
En el cercano pueblo de Les Baux-de-Provence, de donde la bauxita toma el nombre
Con Paula y Luis Carlos en Zaragoza, unas horas después de que Francia decretara el estado de alarma

A lo largo de esa semana, veíamos con inquietud los datos de incidencia en Europa volvían a subir. Mientras abandonábamos Francia, nacía mi primera sobrina-nieta, Ariadna, y el président Macron anunciaba medidas excepcionales en el país galo. Cataluña ya había cerrado la hostelería, pero llegamos a tiempo de tomar unas tapas en Zaragoza. Pocos días después el presidente Sánchez anunciaba el segundo estado de alarma. Los viajes entre provincias se acabaron… A comienzos de 2021 el gobierno regional anunciaba un nuevo confinamiento municipal. Unas horas de que entrara en vigor Tere y yo nos acercamos a ver la nieve recién caída en Bullas.

Nevada en Bullas, con muñeco de nieve incluido

Las cifras de incidencia volvían a ser altas, en parte por la mayor capacidad para diagnosticar a los asintomáticos, pero también la presión hospitalaria había bajado con relación a la primera y segunda olas. Las campañas de vacunación empezaron a tener un efecto directo en la bajada de la incidencia, y con ello, volvieron las ganas de organizar reuniones científicas. El tercer congreso de este post se celebró a finales de junio en Borovets (Bulgaria) con el título “15-th International Workshop on Well-Posedness of Optimization Problems and Related Topics”. Viajé con una sola dosis de Pfizer puesta, por lo que tuve que hacerme PCRs a la ida y a la vuelta. Borovets está frente a la montaña más alta de los Balcanes, el Musala (2925 m) en el Parque Nacional de Rila. El congreso se celebraba en una estación de esquí rodeada de bosques. Al final, los organizadores se vieron obligados a adoptar la modalidad semipresencial, pero no es lo mismo participar desde la pantalla de un ordenador.

En un momento de mi conferencia sobre funciones uniformemente convexas
La cena oficial del congreso, a punto de ser servida
El Musala con sus neveros
La excursión del congreso a vista de dron (cortesía de Mikhail Krastanov)

Después del congreso de Bulgaria vino el verano y una mayor apertura. Aunque ya no se trata de congresos, merece la pena mencionar los viajes. Tere y yo pasamos las vacaciones de agosto en La Provenza, enseñando el «pasaporte Covid» a cada momento. Más recientemente estuve unos días en Besançon y los Alpes, y justo ayer volvimos de pasar unos días en New York… pero eso es otra historia. Ahora, con el frío de nuevo, parece que la incidencia del Covid vuelve a repuntar… Mejor me despido ya y acabo este post deseando que no tenga que hacer una segunda parte.

Velas y plegarias en la catedral ortodoxa de Sofia

Weekend en los Alpes

Me he dado cuenta de que en lo que llevo de blog hasta ahora, mis menciones a los viajes parecen siempre cosa del pasado. Para romper con esa tónica, hablaré de lo que hice hace apenas un par de semanas: pasar un weekend en los Alpes. No es por esnobismo que escribo la palabra inglesa, sino porque la usan corrientemente los franceses, y es más corta que decir “fin de semana”.

Besançon, casas junto al Doubs

Antes de eso había estado unos días en Besançon, ciudad a la que le tengo mucho apego. Mis colegas Gilles y Florence iban a pasar una semana de vacaciones en su chalet en los Alpes, cerca de l’Alpe d’Huez, y me ofrecieron la posibilidad de visitarlos allí en mi regreso a España. Naturalmente, acepté con gusto la invitación y el viernes por la tarde me presenté allí con unas botellas de garnacha tintorera, monastrell y Pedro Ximénez (desde hace mucho tengo la costumbre de llevar vinos españoles a Francia y volver con vinos franceses). El chalet es bastante grande y tiene varias viviendas separadas habitadas por los padres y la hermana de Florence, ésta con su familia. Así que la primera cena allí fue multitudinaria.

Panorámica desde el chalet de Gilles y Florence
Le dîner en famille

He cruzado los Alpes entre Suiza e Italia, entre Austria y Eslovenia, he pasado unos días en Innsbruck… pero esta era la primera vez que me quedaba literalmente en la montaña. Era una ocasión única para buscar minerales, y a falta de información consulté el mapa del tesoro (mindat.org). De los varios lugares que se indican por la zona, hay uno muy cercano que ha proporcionado muy buenos ejemplares de cuarzo. Hay que decir que el cuarzo alpino es famoso por el hábito y la limpieza de sus cristales. El yacimiento fue fácil de encontrar, a unos metros del “virage numéro 11” de la mítica subida al Alpe d’Huez del Tour de Francia, curva dedicada al no menos mítico Bernard Hinault.

Virage numéro 11 «Bernard Hinault»

Se trataba de una antigua mina (Mine de Ribot), cuyo acceso estaba cerrado con malla metálica y un cartel advertía de las consecuencias legales de forzar la entrada. No obstante, la escombrera frente a la bocamina bastaba para poder hacerse una idea de lo que hubo dentro. En particular, recuperé unas muestras de sulfuro polimetálico con predominancia de galena, lo que explica que la minería antigua de la zona esté ligada a la explotación de plata, como el sitio cercano de Brandes. Lo que más destacaba entre el escombro era el cuarzo masivo acompañado de algo de barita, con abundancia de cristales transparentes de cuarzo, que superaban el centímetro con dificultad. A la búsqueda de cuarzo, además de Gilles y Florence, se sumaron la hermana de Florence y su marido.

Entrada a la Mine de Ribot
Todos buscando minerales en la escombrera de Ribot

En otra excursión, con Gilles y Florence, nos dirigimos a unos lagos que quedan por encima de Alpe d’Huez. El día sombrío y lluvioso a ratos no impidió llegar a un canchal en el que los líquenes delataban la cuarcita, y así la posibilidad de cristales de cuarzo. En efecto, el cuarzo estaba presente, pero no como para que mereciera la pena darle mazazos a la roca. Tengo cristales de cuarzo de buen tamaño y de muchos sitios. A estas alturas de mi vida, encuentro más satisfacción en descubrir dónde están los minerales que en llevármelos a mi casa. Pero lo mejor de todo fue ver como Gilles y Florence se afanaban en buscar minerales. Después de más de veinte años pasando allí las vacaciones, habían descubierto un nuevo aspecto de las montañas. 

Paisaje de alta montaña
Masa de barita cerca de los lagos de Alpe d’Huez
Gilles y Florence trepando por el canchal de cuarcita

Ya en casa, Florence limpia las muestras que ha recogido y las pone en una cajita. Así es como comienza una colección de minerales… y me dará mucho gusto saber que la continúa. Bueno, cuando los tiempos lo permitan, el de reloj y el atmosférico… En efecto, comenzó a nevar unos días después de mi regreso y hasta el verano será difícil volver a buscar piedras a esas altitudes.

El comienzo de la colección de minerales de Florence. Destacan los cristales de cuarzo de Ribot.

Llega el momento de despedirme de Gilles, Florence y de las montañas. Muchísimas gracias queridos amigos por vuestra hospitalidad y vuestra compañía en estos días excepcionales en los Alpes.

Á bientôt chers amis !

Puñales volando

La otra mañana de camino a la universidad, Tere, que va poniéndose al día con la prensa en el móvil, me pregunta por el Homo bodoensis. Le digo que es la primera noticia que tengo, lo que me extraña, porque, aunque no recuerdo las cronologías y la presunta filogenia de los distintos linajes considerados humanos, al menos me suelen sonar los nombres. Al parecer, la especie se propuso hace apenas un mes basada en un nuevo estudio de unos fósiles encontrados hace más de cuarenta años adscritos a inicialmente a Homo heidelbergensis (nombre quizás demasiado germánico para unos restos encontrados en África). La noticia de una nueva especie puede sonar como algo inocente para muchas personas. Yo, en cambio, puedo ver los puñales volando

Puñal táctico ruso, diseñado con un único fin

La Ciencia está lejos de ser homogénea en cuanto a su funcionamiento: en Matemáticas se afirma algo y a continuación se presenta su demostración (correcta)  y no hay más que hablar; en Física una determinada teoría predice un fenómeno y pueden pasar décadas hasta que se prepara el experimento que lo corroborará o lo rebatirá; en Química o Biología, se afirma haber identificado cierto mecanismo molecular o celular y si alguien lo discute, los experimentos en los que se basa la afirmación son totalmente reproducibles (o deberían) para cualquier discusión posterior… Sin embargo, en Evolución Humana y Prehistoria lo normal es que después de cada nueva propuesta “vuelen los puñales”. Por citar a un par de casos, un par de cuevas: Altamira y Ardales. Marcelino Sanz de Sautuola murió sin que la “Ciencia oficial” reconociera la autoría paleolítica de los bisontes pintados en la cueva de Santillana del Mar. Las pinturas eran demasiado buenas para que la hubieran hecho unos salvajes. Con la aceptación del arte neandertal pasa lo mismo a día de hoy. La datación de las pinturas abstractas de la cueva de Ardales en Málaga las sitúa indudablemente en el Paleolítico Medio. La investigación liderada por mis apreciados Pepe Ramos y Joao Zilhao ha necesitado de un segundo y exhaustivo análisis para responder las críticas metodólogicas de los colegas que se resisten al cambio de paradigma.

Cráneo del Homo bodoensis (Wikipedia)

En Ciencia hay que distinguir bien entre las evidencias y la interpretación que se les da. Supongamos que tenemos a nuestra disposición todos los restos fósiles encontrados hasta la fecha adscribibles a antepasados de nuestra especie y ramas afines. Añadamos que cada uno de esos restos tiene un lugar geográfico y una datación suficientemente buena. Ahora hay que proponer una historia en la que encajen todas esas evidencias: migración, evolución, hibridación… El asunto es que todos esos restos en los que nos basamos caben, sin mucho apretar, en una simple furgoneta. Y los estamos repartiendo por tres continentes a lo largo de más de dos millones años. Es más que esperable que el principio de parsimonia y la realidad no tengan relación alguna. La definición de especie para individuos extintos es sumamente complicada, y en caso de homininos mucho más porque no se encuentran individuos completos. Imaginad, tengo un trozo de arco occipital, parte de la mandíbula y medio fémur, aparentemente de un mismo individuo. Como la combinación no se parece a nada de lo encontrado anteriormente, propongo una nueva especie. Y a partir de los parecidos parciales, actualizo el árbol filogenético.

A veces se presenta al científico como alguien sin prejuicios y abierto a la discusión de las ideas, pero lo que ocurre muchas veces es que se aferra al paradigma más que un mormón a su biblia. Durante mucho tiempo se ha asumido que no había presencia humana en Europa (occidental) antes de 600 Ka, lo que cuadraba perfectamente con las dataciones más antiguas del modo Achelense que vino de África con las consideradas primeras migraciones. Las primeras evidencias retrasando la presencia humana en la Península Ibérica hasta 1 Ma o más encontraron un duro rechazo por parte de antropólogos franceses que llevaron Josep Gibert al descrédito. Cierto es que el paleontólogo catalán puso todo su empeño en la humanidad de la galleta de Orce, cuando las lascas aparecidas en estratos de cronología similar y de indudable factura humana hubieran avalado mucho mejor la antigüedad de la presencia de Homo en Europa. Recomiendo la lectura de “El hombre de Orce” escrito por el propio Gibert para conocer los detalles de su linchamiento científico. Sin embargo, el yacimiento georgiano de Dmanisi, con una antigüedad cercana a 2 Ma no ha tenido los mismos problemas para ser aceptado entre los feroces antropólogos. Seguramente, la presencia de varios cráneos completos, que el yacimiento estuviera sellado por una losa de basalto producto de una erupción posterior y que la datación de la roca volcánica pueda hacerse de manera precisa por isótopos elimina cualquier sombra de duda.

Libro de lectura imprescindible para entender como vuelan los puñales…

Asumida que la antigüedad de las primeras presencias humanas en Iberia se remonta a más de 1 Ma (son varios yacimientos desde Granada a Burgos) siguen quedando algunos interrogantes, por no decir misterios, sin resolver. En Prehistoria, al igual que en la actualidad, se asume que cuando aparece una innovación tecnológica ya no se abandona hasta que llega otra mejor. El bifaz (llamar hacha de mano a la navaja suiza de la prehistoria me produce sarpullidos), la pieza más representativa del modo Achelense, es indudablemente superior como instrumento polivalente a los cantos tallados del Modo 1. También se asume que ciertos diseños en la industria lítica no aparecen por azar: es más plausible que la técnica de elaboración de los bifaces encontrados en Europa haya llegado de África con las migraciones humanas, que no que haya sido descubierta de manera independiente. Aquí empiezan los problemas. Los bifaces más antiguos en África se datan en más de 2 Ma. El grupo de Dmanisi llevaba bifaces, lo que es perfectamente coherente con la doctrina de la propagación de la tecnología. Sin embargo, las dataciones de bifaces en España no se había ni acercado a 1 Ma. Siempre bromeo diciendo que los primeros humanos que llegaron a Iberia debían ser los más torpes entre los que migraron de África: los demás sabían hacer bifaces y aquí sólo partir cantos rodados. Hace unos años se publicó una datación del bifaz de Cueva Negra de Caravaca remontándolo a 900 Ka. Lamentablemente, quien conozca el relleno de barro endurecido (tormo, en murciano) de Cueva Negra nunca podrá considerar fiable dicha antigüedad. Más aún, si se añade que, salvo la pieza en dolomía, el resto de la industria es típicamente Musteriense.

Bifaz tosco del tipo llamado «pico» en el yacimiento de La Boella (foto del IPHES)

Por fortuna, la antigüedad de los bifaces ibéricos ahora ronda, si no supera, 1 Ma, gracias a un yacimiento en la provincia de Tarragona. En el Barranco de La Boella un equipo codirigido por mi querido Pep Vallverdú ha encontrado numerosos bifaces asociados asociados a restos de mamut, en lo que parece que fue una buena comilona de los primos de nuestros antepasados. Es bastante improbable que los homínidos de La Boella acompañaran al mamut con vino del Priorat, al menos, mientras la Arqueología no pruebe lo contrario. Yo que sí puedo, brindo hoy por el descubrimiento de los bifaces perdidos, que no por los puñales volando. Salut Pep!

Pep Vallverdú y Eudald Carbonell, en medio.

Editado 17/12/2021. Admito que me he referido como bifaces a algunas piezas de Dmanisi basándome en unas pocas fotos. Los investigadores las adscriben al Modo 1, pero después de ver el artículo creo que, de haber usado los homínidos un material de más calidad, habrían producido un tosco bifaz. Como dicen por estas tierras «ni pa’ ti ni pa’ mí», lo dejamos en Modo 1,5 😉