Atapuerca en Ricla

Acabamos de regresar de Ricla, villa aragonesa, en lo que ha sido nuestro primer viaje familiar con el peque. El motivo, o mejor dicho, excusa, ha sido la celebración de las XIV Jornadas Aragonesas de Paleontología… ¿Qué pintamos nosotros allí? Esta edición ha sido muy especial porque durante ella se escenificado el traspaso de la dirección de las excavaciones de la Sierra de Atapuerca, por parte de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell a un nuevo equipo… Insisto una vez más ¿Qué pintamos nosotros allí? Responderé esa pregunta más tarde, y su respuesta está relacionada con esta otra pregunta ¿Qué pinta el «triunvirato» de Atapuerca en Ricla?

Atapuerca

Atapuerca es, en primer lugar, un pequeño pueblo a unos 20 kilómetros de Burgos situado sobre el Camino de Santiago. La villa da nombre a la Sierra de Atapuerca, cuyas calizas están más agujereadas que un queso Emmental por procesos kársticos. Las cuevas originadas dieron cobijo a humanos prehistóricos y las profundas simas han servido de trampa para sus restos y sus útiles. El potencial paleontológico y arqueológico del subsuelo de Atapuerca quedó de manifiesto casualmente, como suele ocurrir en Ciencia, al abrirse una trinchera para el paso de un ferrocarril minero a caballo entre los siglos XIX y XX. Sin embargo, no se le prestó importancia y las excavaciones sistemáticas no comenzarían hasta 1978 de la mano de Emiliano Aguirre. Poco a poco, el topónimo Atapuerca fue adquiriendo connotaciones arqueológicas.

Crusafont, Bermudo Meléndez y Aguirre… trío de ases de la paleontología española del siglo XX.

Emiliano Aguirre se jubila en 1990 y deja la dirección de las excavaciones en manos de tres jóvenes investigadores que llevaban años involucrados en el proyecto. Nombrar un «triunvirato A-B-C» puede resultar extraño, pero si se mira bien tiene mucho sentido: un paleontólogo (Arsuaga), un antropólogo (Bermúdez de Castro) y un arqueólogo (Carbonell), que da idea de los distintos frentes disciplinares a abordar. Los yacimientos de Atapuerca contienen fósiles humanos de diferentes momentos abarcando un rango de 1.2 Ma, siendo notable la concentración en la llamada Sima de los Huesos, donde se han encontrado restos de al menos 28 individuos con una antigüedad de 430 Ka. El cráneo bautizado como «Miguelón» fue portada de Nature, suponiendo el lanzamiento mediático de Atapuerca.

El autor y su amigo Luis Chamizo con Juan Luis Arsuaga en una visita a Atapuerca en 2014.

Atapuerca se convierte, a partir de ese momento, en el lugar donde quieren ir a excavar en verano todos los estudiantes (de materias afines, obviamente). Arsuaga, especialmente él, se consagra como superestrella científica: más de una vez me he quedado sin ver una conferencia suya por completarse el aforo de la sala. Se vive un momento confuso en el que es difícil separar Ciencia de titulares sensacionalistas, pero Atapuerca es ahora un motor de desarrollo económico para la ciudad de Burgos y su provincia. Todos los gobernantes regionales querrían tener una Atapuerca en su comunidad.

El autor con Eudald Carbonell en una visita que hizo éste a Murcia en 2019.

Ricla

Dejamos Castilla y nos vamos a Aragón. Junto al río Jalón y en la provincia de Zaragoza se encuentra Ricla. Un pueblo tranquilo donde los teenagers todavía dicen buenos días cuando se cruzan a alguien. En su término municipal aflora un jurásico negro muy rico en fósiles, destacando los ammonites, nautilus y unos enormes bivalvos, aunque también han aparecido vertebrados. En Ricla se descubrió un arcaico cocodrilo, apellidado riclaensis por este motivo, que vivió hace 160 Ma. No puedo hablar mucho del otro patrimonio cultural de Ricla debido a las limitaciones impuestas por el viaje: tuvimos que alojarnos a cierta distancia del pueblo.

Iglesia de la Asunción de Ricla, con su esbelta torre de ladrillo mudéjar.

La riqueza paleontológica de Ricla no es algo que interese únicamente a profesionales de la ciencia. La Asociación Cultural Bajo Jalón acoge a numerosos aficionados a la Paleontología de la comarca. Es esta asociación la que organiza las Jornadas Aragonesas de Paleontología y publica los excelentes Cuadernos de Paleontología Aragonesa. También, hace unos años estuvo a cargo de la segunda Trobada de entidades de Ciencias de la Tierra.

Fabuloso ammonites del Jurásico de Ricla, en la exposición de las XIV Jornadas.

Ricla no tiene una gran capacidad hotelera. Cuando hicimos la reserva, tampoco quedaba nada disponible en La Almunia de Doña Godina, y casi media hora de coche desde Cariñena para hacer varias veces al día no resultaba nada atractivo. Nos quedamos en un hotel de área de servicio, cómodo pero desangelado. Los desayunos en la gasolinera aneja fueron acompañados de reguetón a todo volumen… te lo prometo, hice Shazam varias veces para saber si «cantaba» el mismo o iban cambiando. A la vuelta, escuchar el «Entre dos tierras» de los Héroes del Silencio mientras me tomaba un café en Teruel me resultó tan entrañable como cantar villancicos delante de una hoguera de encina.

Hotel 280… una habitación con vistas.

La explicación que faltaba

A Carmelo Moreno, cuando sólo tenía siete años, le contaron lo que era un fósil. Desde entonces su fascinación por esos testigos de la vida de eras pasadas no ha disminuido. Es uno de los fundadores de la Asociación Cultural Bajo Jalón y una persona muy apreciada en Ricla por su fuerte implicación en la vida cultural del pueblo. Podéis ver aquí abajo una entrevista que le realizaron durante la pandemia.

Entrevista a Carmelo Moreno para la Televisión Aragonesa.

Una de sus hijas, Davinia Moreno, estudió la Geología en la Universidad de Zaragoza y se doctoró en Geocronología, es decir la datación de estratos geológicos y los restos, arqueológicos o paleontológicos, que contienen. Sin duda, nacer y crecer entre fósiles tuvo bastante que ver con la vocación de Davinia. Ahora trabaja en el CENIEH, organismo vinculado a los yacimientos de Atapuerca. No es de extrañar la fuerte relación personal entre Carmelo, su familia y los directores de Atapuerca, que ha desembocado en la celebración en Ricla de «traspaso de poderes» en los yacimientos burgaleses.

Carmelo Moreno, esta vez sin máscara, con el autor, que desearía haber llevado una 🙂

¿Por qué estamos aquí? Porque no ocurre todos los días que la pasión por los fósiles de un aficionado a la Paleontología acabe provocando un evento científico, profesional y académico de magnitud nacional. No soy fan de Atapuerca, nunca he buscado fósiles en Ricla… pero tenía que estar aquí porque lo que ha conseguido Carmelo es impresionante. Una hazaña sólo comparable a que una asociación de coleccionistas de Molina de Aragón promueva un Geoparque de la UNESCO (Comarca de Molina y Alto Tajo), que le proporciona trabajo a un buen número de geólogos y atrae turismo culto a su comarca.

La sala con el aforo completo durante el cambio de dirección de los yacimientos de Atapuerca.

Las Jornadas

Tuvieron lugar del viernes 10 al domingo 12 de noviembre (de 2023, por si esto lo estás leyendo mucho después). La organización científica estuvo en manos de Davinia Moreno y su pareja, Mario Modesto, también empleado por el CENIEH. Mario hizo la tesis con José María Bermúdez de Castro, lo que añade otro vínculo más a los mencionados en la sección anterior. El programa completo puede verse aquí. Nosotros nos perdimos las sesiones del primer día que fue el que empleamos para viajar. Las actividades del sábado incluían una visita a varios yacimientos del Magdaleniense en Deza (Soria) y la comida de confraternización.

Visita a uno de los yacimientos prehistóricos de Deza.

En la tarde del sábado hablaron María Martinón y Marina Mosquera que son las que reemplazarán a José María Bermúdez de Castro y a Eudald Carbonell, respectivamente, en la dirección de Atapuerca. El elegido por Juan Luis Arsuaga como su sucesor, José Miguel Carretero, habló el viernes. Una de las preguntas de la audiencia a María Martinón apuntaba a la posibilidad de que la acumulación de la Sima de los Huesos fuera mera dinámica kárstica, que viene a ser, para que el profano lo entienda, como mentar la soga en casa del ahorcado… Tomó la palabra Eudald Carbonell, sentado entre el público, que tras defender la hipótesis del ritual funerario con algunos datos, vino a concluir que, en el fondo, da lo mismo 😕

Intervención de Carbonell sobre el origen de la acumulación de la Sima de los Huesos.

El programa del sábado se cerró con una mesa redonda sobre divulgación en Paleontología donde participó, entre otros, Pablo Antonio García Gil, murciano y compañero de Nautilus. El domingo, tras la última charla científica, se celebró una mesa redonda con los triunviratos, saliente y entrante, tras la cual se homenajeó a Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell. Durante toda la duración de las Jornadas fue posible visitar una interesante exposición titulada «Paleontología de las ideas», comisariada por Davinia Moreno y Mario Modesto, donde se exponían fósiles y libros, estos últimos de la colección personal de Mario. Muchos de estos libros, del siglo XIX, fueron hitos científicos de su momento. Entre otras curiosidades, se podía ver un volumen que perteneció a Stephen Jay Gould, o un manuscrito de Jean-Baptiste Lamarck.

Mario Modesto realiza la visita guiada a la exposición para Juan Luis Arsuaga.

Para concluir…

Cuando me preguntan sobre recoger fósiles digo, para empezar, que está prohibido… sin embargo, no puedo decir que esté mal. El empeño de nuestros gobernantes de confundir ley con moral convierte nuestro régimen político, de facto, en una teocracia. No voy a decir aquí cómo debería modificarse la legislación para dar cabida a los coleccionistas de fósiles sin dejar el patrimonio paleontológico expuesto (ya hay mucho escrito en este sentido). Simplemente, os dejaré una idea para la reflexión: si recoger fósiles hubiera estado prohibido hace 50 años tal como lo está ahora, no sólo no hubiéramos tenido Jornadas Aragonesas de Paleontología, tampoco hubiéramos tenido investigaciones en Atapuerca, porque las vocaciones necesarias para ello comienzan con un niño mirando al suelo.

Las Jornadas de Alcaucín

Desde hace más de una década, cada mes de septiembre se celebran en Alcaucín (Málaga) las Jornadas de Geología y Arqueología, o de Arqueología y Geología que así aparecen en alguna edición (monta tanto), y a veces llamadas “Divulgativas”. Por eso nos referiremos a ellas simplemente como las Jornadas de Alcaucín, y vayan por delante mis disculpas si el término resultara ambiguo.

Uno de los libros editados con las ponencias de las Jornadas de Alcaucín.

La combinación que puede resultar extravagante a quien considere la Geología como una ciencia, estrictamente hablando, y a la Arqueología entre las humanidades, como disciplina auxiliar de la Historia. Pero para los amantes de las piedras, entre los que me incluyo, la mezcla no sólo no es extraña sino ideal. Daré varios motivos: mirar al suelo requiere conocimientos de ambas disciplinas, saber de una cosa sola es exponerse a errores de interpretación (recuerdo haber visto en un pequeño museo de Portugal, entre hachas pulimentadas y otros objetos arqueológicos, un fragmento de calamites, una rama fósil, obviamente mal clasificada); paleontólogos y arqueólogos comparten metodología a la hora de «desmantelar» un yacimiento; finalmente, cuando se trata de la Arqueología del Paleolítico nos movemos en una escala del tiempo donde es necesaria la Geología para interpretar el paisaje antiguo.

El balcón de La Axarquía

La Axarquía es una región malagueña, que para un murciano que llega cruzando por la provincia de Granada, unas veces recuerda a La Alpujarra, y otras veces recuerda a la Costa Tropical. Al igual que en Granada, las montañas de La Axarquía miran hacia el sur sobre el Mediterráneo. En el flanco oeste de La Maroma, la mayor altura de la provincia de Málaga, se ubica Alcaucín como en un balcón sobre el corredor natural que sirve de comunicación entre la costa de Vélez-Málaga y el valle del Genil. Después nos ocuparemos del porqué de las Jornadas de Alcaucín, pero resulta indudable lo acertado del emplazamiento para combinar Geología y Arqueología.

El Boquete de Zafarraya, visto desde las inmediaciones de Alcaucín.

Cerca de Alcaucín concurren macizos calizos jurásicos (externos desde el punto de vista de la orogenia bética), materiales metamórficos como mármoles y esquistos (internos béticamente hablando) y flysch mioceno de la unidad del Campo de Gibraltar, elevados aquí a más de 500 m sobre el nivel del mar. Al norte del imponente Boquete de Zafarraya se extiende una fértil llanura sobre un polje kárstico, de los más extensos de la Península. El corredor natural que pasa a través de la enorme U del Boquete de Zafarraya, hacen de esta zona un lugar rico en arqueología. Quizás lo más significativo sean los restos neandertales descubiertos en 1979 en la Cueva del Boquete de Zafarraya y estudiados por el arqueólogo Cecilio Barroso, que nos dejó en febrero de este año.

Alcaucín al atardecer.

Además de lo dicho, el pueblo de Alcaucín y su comarca tienen muchas más cosas que ofrecer al viajero, pero no quisiera apartarme demasiado de las Jornadas, el tema de este post.

Boda con carro tirado por bueyes, frente a la iglesia de Alcaucín.

Amalia

Cada gran idea suele ocurrir en una sola cabeza. A pesar de la cantidad de entidades colaboradoras y patrocinadores de las Jornadas de Alcaucín, la única y verdadera artífice del evento es Amalia Muñoz Martín, alcaucineña de toda la vida, nacida en Argentina de padres emigrantes a su pesar. A ella le gusta decir que cambió la luz de Los Andes por la luz del Mediterráneo. Amalia formaba parte del equipo de espeleólogos que, a finales de los años 70, comenzó a explorar la Cueva del Boquete de Zafarraya, contribuyendo así a los posteriores descubrimientos arqueológicos. Desde entonces, ha trabajado incansablemente por la divulgación de la Geología y Arqueología de su comarca. Destaquemos la aportación de Amalia a la declaración de los Tajos del Alcázar como monumento natural, y más recientemente (el año pasado) consiguió llevarse el Geolodía de Málaga a su territorio.

Amalia hace unos cuantos años con la equipación para espeleología.

Amalia vive con su inseparable Juan en el campo, donde tienen un pequeño huerto para autoconsumo. Entre otras anécdotas, me viene a la cabeza que su viaje de recién casados lo hicieron en una vespa. A veces, cuando hablamos de mi oficio, siempre me dice con algo de tristeza que ella es una matemática frustrada… pero sólo tenemos una vida, y creo que la suya la ha administrado realmente bien. Y lo que le queda, porque a Amalia le sobra la energía.

Amalia, entre Bienvenido Martínez Navarro y Cecilio Barroso, con Eudall Carbonell en el centro del grupo.

Si bien una gran idea nace en una sola cabeza, después le salen padres de debajo de las piedras… Aún no he podido visitar el CIVA (Centro de Interpretación Del Valle de Alcaucín), pero me dolió no ver a Amalia en la foto inaugural. Cosas de la política rural, que no es mucho mejor que la nacional. Otro ejemplo en esta línea: hace algunos unos años, las Jornadas de Geología y Paleontología, que ponen a Alcaucín en el mapa, tuvieron que celebrarse en Nerja.

Nuestros recuerdos de las Jornadas

Son varias veces las que hemos estado en Alcaucín. La primera vez llegamos con tanta curiosidad como incertidumbre. Tras la preceptiva inauguración institucional, comenzaron las ponencias que resultaron de un nivel científico mucho más alto que el que se suele emplear en divulgación. En esas primeras Jornadas trabé contacto con Pepe Ramos, Juan Carlos Romero (director del Aula Museo de Geología de Málaga), Francis Alonso Chaves (profesor de Geología de la Universidad de Huelva)… Y, por supuesto, con Amalia y Juan.

Excursión geológica en el contexto de las Jornadas de Alcaucín.
Una de las interesantes ponencias.
Comida de despedida en el área recreativa El Alcázar.
La edición de las Jornadas celebrada en Nerja tuvo también su atractivo.
Visita al museo de Nerja: Tere con un señor primitivo.
Nerja fue el escenario de la inolvidable serie «Verano Azul»
Foto de grupo de los asistentes a la excursión.

¡No se pierdan las próximas Jornadas!

La edición de 2023 de las Jornadas de Alcaucín, realmente «la jornada» porque se hará en un solo día tendrá lugar el 30 de septiembre. Esta edición estará dedicada a Cecilio Barroso y el programa podéis consultarlo aquí.

Nosotros no podremos estar allí, por muy buenos motivos que ya os contaremos, pero le deseamos a Amalia que sea un éxito y que las Jornadas sigan celebrándose sin falta los próximos años.

Selfie en Alcaucín

Out of Africa

Hablar de África, en su generalidad, con motivo de un viaje breve y limitado a Angola sería tan injusto como no reconocer que lo que más me ha gustado de este país es transversal a todo el continente, o por lo menos, a su parte subsahariana. Entre las capitales de Angola (Luanda) y Burkina Faso (Ougadougou) hay más kilómetros de distancia que entre Murcia y Moscú, sin embargo, entre ambos países africanos pueden encontrar muchas más similitudes que diferencias. Out of Africa es una referencia cinematográfica (Memorias de África, en español) pero también un término científico que nos recuerda que la humanidad surgió en África y comenzó su expansión hace alrededor de 2 Ma. Por eso más que viajar a África, lo que hago es regresar a ella.

África es también el continente del color: sus paisajes sobrecogedores, sus mercados de productos frescos o artesanía, y sus gentes, sobre todo mujeres, envueltas en telas estampadas de llamativos colores… Hace algún tiempo traté de mostrar todas esas impresiones en un post fotográfico sobre Burkina Faso. Ahora, que acabo de regresar de Angola, que tengo los recuerdos recientes y el móvil repleto de fotos no puedo hacer otra cosa que dedicarle este espacio.

Angola

El séptimo país en extensión de África es, sin duda, uno de los más desconocidos del continente. La guía Lonely Planet de África dedica apenas cuatro de sus más de mil páginas a un país cuya extensión viene a ser como dos veces España más el Reino Unido. Angola nunca ha sido un destino tradicional para los turistas, ni conseguirlo tampoco parece que sea una prioridad del gobierno angoleño (una excepción es la agilización del trámite del visado turístico puesta en marcha este año). La relativamente reciente guerra (hasta 2002) que ha dejado un buen número de minas antipersonas aún sin localizar y que la bandera nacional ostente un gran machete acanalado, seguramente no incitan a visitar el país por gusto.

Bandera de la República de Angola.

No obstante, Angola recibe muchos visitantes de Portugal y Brasil, con los que comparte el idioma. Hay también hay bastantes cubanos por asuntos de cooperación que se remontan varias décadas atrás, y gente de negocios de todo el mundo atraída por los diamantes y el petróleo. Al contrario que en Bobo-Dioulasso, donde todos los blancos nos habíamos visto las caras a los tres días de estar en la ciudad, las ciudades angoleñas acogen bastantes extranjeros. Eso facilita, por ejemplo, que sea fácil cambiar divisas en las calles de Luanda.

Mapa de Angola en la guía de África de Lonely Planet (2017).
Billetes de kwanzas, con António Agostinho Neto, fundador de la República de Angola, y dos paisajes que serán explicados más adelante.

Luanda

Luanda es una ciudad de dos millones y medio de habitantes. Como la mayor parte de las casas son de planta baja ocupa una gran extensión en la que apenas hay avenidas que alivien el denso tráfico rodado. Los rascacielos y edificios más modernos se agolpan junto a la bahía. Entre ellos quedan construcciones de época colonial, así como edificios de un periodo de desarrollismo de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado en estado muy variable de conservación.

Bahía de Luanda vista desde el puerto.
El centro de Luanda presenta el aspecto típico de cualquier cuidad moderna.
Vista del paseo de la bahía, desde la explanada del Museo de la Moneda, con el Banco Nacional al fondo, edificio de época colonial.

Junto a la bahía discurre la Avenida 4 de Fevereiro, fecha que conmemora el comienzo en 1961 de la guerra de independencia de Portugal, y que se consumó finalmente en 1975. De los tiempos coloniales quedan edificios notables, como la Fortaleza de São Miguel y el Banco Nacional de Angola. Sin embargo, las casitas de una o dos plantas de techos altos y fachadas coloreadas parecen condenadas a desaparecer.

Las construcciones modernas van devorando las casas de época colonial como si no hubiera un plan para conservar un núcleo histórico.
Fortaleza de São Miguel, ciudadela portuguesa que se eleva sobre un promontorio frente al mar.

Ilha de Luanda

Paralela a la costa continental hay una franja de arena mayormente construida, al estilo de La Manga murciana, unida al continente por un istmo donde se ubica la Fortaleza de São Miguel. Esta barra litoral, conocida como la Ilha de Luanda, configura al norte la bahía de Luanda y le da protección al puerto comercial. Hacia el sur deja una angosta ría de la que hablaremos después.

Vista de la Ihla de Luanda desde la ventana del apartamento donde me alojé en mi visita. En plena bahía, bote de pescadores echando las redes.
Cartel dando la bienvenida a la Ilha de Luanda.

En la parte continental de la bahía de Luanda no hay playas: la costa tiene un talud protegido con hormigón. Las mejores playas son las que dan al Atlántico desde la Ilha.

Olas llegando a la playa de la Ilha de Luanda.
Momia de pez globo en la arena de la playa.
Otra vista de la playa.

Otro de los alicientes de la Ilha de Luanda son los muchos restaurantes y locales de ocio… como digo, el paralelismo con La Manga es total.

Restaurante en Ilha de Luanda, donde mis amigos angoleños me llevaron a comer pescado fresco.

¿Otra Luanda?

Al contrario de las ciudades europeas, donde los suburbios se ubican en zonas marginales, en Luanda los suburbios están distribuidos de manera bastante uniforme también en el centro de la ciudad. Es frecuente ver como edificios modernos y lujosos conviven con zonas de chabolas. Quizás esta configuración, más que falta de planificación urbanística, revele el poco clasismo que pude apreciar el la sociedad angoleña: por ejemplo, me pareció que las diferencias de etnia podían ser para ellos más evidentes que las diferencias económicas.

Vista trasera de los edificios que dan a la bahía, mostrando un barrio bastante descuidado.
Grafiti en un edificio condenado a desaparecer en poco tiempo… obsérvese como en el solar a la derecha se construye un rascacielos.
Calle en un barrio que limita con la ría, al sur de la Fortaleza de São Miguel.
Fin, o comienzo, de la ría de la parte sur de la Ilha. Al frente, un atajo hacia las playas que dan a mar abierto.
Arte urbano con reminiscencias tribales en el barrio al sur de la Fortaleza.

Lubango y sus alrededores

Lubango es la segunda ciudad de Angola en cuanto a población. Se ubica al sur del país, en un valle de la meseta angoleña. Gracias a su altitud y latitud, el invierno es más marcado allí que en Luanda. La ciudad está presidida por una montaña en la que destaca la imagen de Cristo Rei.

Una de las iglesias de Lubango en domingo.
Colina sobre la que se alza la estatua del Cristo Rei y un cartel con el nombre de la ciudad.
Vista de la ciudad desde el mirador del Cristo Rei.
Cristo Rei, propiamente dicho.
Niños jugando con un «esquema» de camión hecho de alambres y deshechos.

Cañón de Tundavala

Uno de los atractivos más famosos de Lubango es el cañón de Tundavala, que se encuentra a unos pocos kilómetros de la ciudad. Es una hendidura de más de 1000 metros en la meseta angoleña, siendo el desnivel con el fondo del valle aún mayor. En el viaje en coche se pueden apreciar varios tipos de paisajes.

Paisaje durante el camino al cañón de Tundavala.
Parte superior del cañón de Tundavala. Las malas condiciones de luz no me permitieron hacer buenas fotos incluyendo el fondo.
Vista de la meseta y el valle que conduce a Lubango.
Niñas de una de las tribus que habitan la zona esperando a los turistas cerca del mirador de Tundavala.
Paisaje desde la meseta.

Hacia Namibe

La ciudad de Namibe comparte etimología con el país al sur de Angola, Namibia. No es por casualidad, sino por el desierto que se extiende desde allí hacia el sur y del que Namibia se lleva la mayor parte y, en cierto modo, la fama. Uno de los highlights del recorrido es la carretera que salva el desnivel de la Serra da Leba: más de 1000 metros en unos pocos kilómetros de angostas curvas.

Recién salidos de Lubango, tras ascender la meseta.
Venta de plantas junto a la carretera.
Comienzo del descenso de la meseta.
Imagen tomada de Internet que muestra la carretera.

A lo largo del recorrido resulta fácil seguir los cambios en la vegetación, y a una altitud que no podría precisar comienzan a aparecer los primeros baobabs, con su extraña silueta. En Angola, al baobab se le llama imbondeiro y a su fruto múcua, del que se extrae un zumo rico en vitamina C y de sabor tan extraño como el árbol.

El primer baobab que observé durante el descenso. Después se harían muy frecuentes.
Baobab relativamente cerca de la carretera…
… un poco más adelante un puesto de artesanía.
Uno de los últimos baobabs de la ruta, cuando el terreno comienza a ser demasiado hostil para el gigante africano.

Cuando el suelo se vuelve arenoso y demasiado árido desaparecen los baobabs, y la vegetación comienza una suave transición hacia el desierto: los árboles van perdiendo altura progresivamente hasta que se convierten en arbustos. En este biotopo habitan tribus de pastores y en algunos de los puestos junto a la carretera venden leche de cebra. Me dicen mis anfitriones que no me fíe porque la rebajan con agua de dudosa procedencia.

Uno de los varios controles de carretera que tuvimos que pasar.
«Estación de servicio».
Mujeres de una tribu llevando, posiblemente, agua.
Construcciones en madera y paja de un poblado, al atardecer.

Durante este recorrido hicimos numerosas paradas para comprobar las rocas del suelo, sobre todo, por la posibilidad de que la meteorización de los granitos hubiera liberado algún mineral interesante. A medida que nos acercamos a Namibe, los granitos son sustituidos por materiales sedimentarios.

Toyota Hilux en el que hicimos el viaje entre Lubango y Namibe.
Después de revisar los terrenos sedimentarios a pocos kilómetros de Namibe.

Color, mar y desierto

La ciudad de Namibe se ve mucho más tranquila que Luanda y Lubango. Los edificios de época colonial con sus coloreadas fachadas contribuyen al encanto de este enclave costero. Hacia el sur de Namibe se extiende el desierto del Namib unos 2000 kilómetros, de los cuales 200 pertenecen a Angola. El desierto del Namib está considerado el más antiguo del mundo: ya era desierto antes de la extinción de los dinosaurios y de la llegada de Tom Bombadil.

Por las calles de Namibe.
Fachadas pintadas de vivos y variados colores en Namibe.
La playa de Namibe.
Niños jugando en un embarcadero de la playa de Namibe.

La ciudad de Namibe está propiamente rodeada de desierto, cuya monotonía queda rota por pequeñas áreas de cultivos que destacan como oasis. Hay que recorrer unos cuantos kilómetros por la carretera hacia el sur para ver uno de sus más extraños habitantes: la Welwitschia mirabilis. Esta planta tiene un grueso tronco, totalmente hundido en el suelo, del que salen dos hojas, normalmente fragmentadas en varios trozos cada una, que crecen lentamente durante siglos. Se estima que hay individuos con más de 2000 años, convirtiendo a la welwitschia en uno de los seres vivos más longevos del planeta.

Los cultivos cerca de Namibe son verdaderos oasis.
Vista del desierto desde la carretera hacia el sur.
Arbusto del desierto con su característica silueta.
Welwitschia mirabilis, la extraña planta única en su género que sólo crece en este desierto.
El tronco de la welwitschia es sorprendentemente grueso y robusto. Surgiendo de la arena me recuerda a los gusanos de Dune.
Río de arena en el desierto del Namib.
Tareas de mantenimiento del Hilux.
Paisaje con luna, durante el regreso a Lubango.

Miscelánea

Hay muchos aspectos de la vida cotidiana de los días que pasé en Angola que no he contado en las secciones anteriores. Para empezar, los hoteles en Luanda son terriblemente caros. Siguiendo indicaciones de un colega que había viajado anteriormente, alquilé un mucho más asequible apartamento el la Avenida 4 de Fevereiro. La ventana daba a la bahía, permitiéndome observar los atardeceres sobre la Ilha de Luanda.

Atardecer sobre «La Manga» de Luanda.

Pero la vida en un apartamento tampo es sencilla. El edificio tenía escaso mantenimiento y el sistema de agua corriente dependía de depósitos con bombas automáticas situados frente a cada apartamento para asegurar el suministro. Naturalmente, si se va la luz tampoco hay agua. Por otra parte, algo incorrecto debía de haber en la instalación porque recibía pequeños calambres cada vez que me duchaba.

Pasillo de acceso a mi apartamento. Nótense los depósitos de 500 litros a la izquierda (el verde era el mío) y un grupo electrógeno (de otro apartamento) a la derecha.

Comida

Batatas, yuca, feijão (alubias) y una masa llamada funge (que me recordó al de Burkina Faso) constituyen los principales acompañamientos. En los restaurantes suelen mostrar los productos frescos antes de prepararlos, ya sean carnes o pescado. En la calle es frecuente ver pequeños puestos de venta de plátano o batata cocinados, y cacahuetes (tostados o garrapiñados).

Oferta de pescado y marisco frescos en un restaurante de la Ilha de Luanda.
Bacalao secándose al estilo casero en el pasillo de mi apartamento.
Una de las marcas de cerveza del país. Ésta, en particular, se fabrica en Lubango.

Parque móvil

Aunque empiezan a proliferar nuevas marcas, muchas de ellas chinas, la estrella de la movilidad en África sigue siendo Toyota. Particularmente, del modelo Land Cruiser, la serie 70 en sus distintas versiones: 5 puertas, furgón y pickup. Este modelo de todoterreno tiene como principal característica un motor diesel de 4.200 cm3 sin electrónica y una cadena cinemática robusta (como de camión, para entendernos). También se ven muchos modelos Land Cruiser de las series 200 y 300 (ésta última no se vende en Europa) que son modelos de lujo antes que todoterrenos.

Toyotas bajo mi ventana: Hilux (pickup), series 70, 200 y 300… si pudiera aparcaría mi 80 en el hueco central para hacer una escalera de color 😉

Los modelos de Toyota Land Cruiser más comunes en España llevan aquí la denominación Prado y no se ven tanto por no ser ni muy robustos ni muy lujosos… Después de Toyota, los más habituales son los Mitsubishi Pajero (llamado Montero en España por motivos obvios) y Nissan Patrol. Land Rover no es muy frecuente en Angola, aunque gusta en los países africanos de tradición inglesa. Al contrario que el los países del Magreb, aquí no se ven muchos Mercedes Benz (con la excepción de algún G).

Land Cruiser de la serie 70, más precisamente el 78 (furgón).

En cuanto a camiones, el parque no es tan clásico como el que se aprecia en Burkina Faso. Entre los camiones nuevos proliferan marcas de fabricación china como FAW. Como vestigio de los tiempos de cooperación soviética se puede ver algún camión Kamaz y Ural (rusos) y curiosos ejemplares de IFA W 50 (de la desaparecida RDA). Añado a esta galería un Blue Bird (USA) de la Universidade Agostinho Neto y una moto modificada para transportar combustible (vi también un modelo con contenedor de escombro).

Camión Ural 4320 de las Fuerzas Armadas angoleñas.
Magnífico IFA W 50, lo mejor que se ha fabricado en Alemania del Este.
Transporte de combustible en moto.
Bus Blue Bird aparcado frente a uno de los edificios de la universidad.

Fauna presente y pasada

Es posible encontrar casi todos los grandes mamíferos africanos en Angola, pero para verlos, además de ir a una reserva es necesario tener suerte. A priori, en este viaje tenía la posibilidad de ver antílopes y cebras… pero no se pusieron al alcance de mi objetivo. Me hubiera gustado poder ver al animal nacional de Angola: la palanca negra. En su lugar, pude fotografiar vacas y ovejas 😕

Ganado vacuno cerca de Lubango.
Ovejas en terrenos semidesérticos cerca de Namibe.

Los pequeños animales son también escurridizos. Os dejo las fotos de una salamanquesa y de una serpiente, que tampoco ha salido muy nítida porque se estaba alejando y a contraluz. Según me dicen los locales, se trataría de una cobra, que son frecuentes por allí.

Salamanquesa en el campus de la Universidad de Lubango.
Serpiente cerca del mirador del cañón de Tundavala, posiblemente una cobra.

La geología a grandes rasgos de buena parte de África consiste en una inmensa placa granítica, eventualmente cubierta por potentes estratos de arenisca continental sin apenas deformación tectónica que constituyen mesetas. No obstante, cerca de la costa las variaciones de nivel del mar pueden haber dejado su testimonio. Por ejemplo, en el promontorio sobre el que se ubica la Fortaleza de São Miguel me parece haber identificado estructuras arrecifales. En el viaje a Namibe encontré minerales procedentes de la meteorización de granitos (cuarzo, feldespato, turmalina) con posibilidad de minerales de pegmatitas y vulcanismo. El límite entre las montañas y la llanura semidesértica me pareció interesante para investigar posibles yacimientos de concentración gravimétrica de metales por procesos externos.

Vista del promontorio sobre el que se levanta la fortaleza de São Miguel.
Areniscas con ripples, marcas producidas en aguas poco profundas hace unos cuantos millones de años.
Fósil de gasterópodo en los sedimentos próximos a Namibe.

La riqueza arqueológica de Angola merecería un capítulo aparte. Durante mis excursiones puede identificar muchos artefactos, en su mayoría de estilo Achelense antiguo, por su aparente tosquedad. Esta es la tecnología de tallar la piedra que los primitivos humanos exportaron a Eurasia, el referido «Out of Africa«, hace más de un millón años. Es muy probable que aquí las cronologías sean mucho más antiguas que las similares en Europa, pero al ser hallazgos al aire libre, la datación es poco menos que imposible.

Toscos bifaces achelenses recogidos en el viaje de Lubango a Namibe, posteriormente entregados al ISCED-HUÍLA en Lubango.

¿Por qué Angola?

La Universidad de Murcia tiene un convenio Erasmus+ con la Universidade Agostinho Neto de Luanda. Este convenio se puso en marcha gracias a la relación entre mi colega Gustavo Garrigós y la profesora angoleña María da Natividade que se remonta al tiempo en que ambos coincidieron en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). María es una mujer llena de energía que ha acometido la ardua tarea de poner en marcha la investigación matemática en Angola. Peor este es el menor de los retos a los que se ha enfrentado. Citemos dos de los más notables: sobrevivió a las matanzas de la guerra civil en su aldea escondiéndose tres días en el bosque; consiguió el doctorado en la especialidad de Análisis Funcional en al UAM mientras sacaba adelante a su familia sola, convirtiéndose así en la primera mujer, y hasta ahora única, con un doctorado en Matemáticas en Angola.

María da Natividade durante una de las comidas que compartimos.

Mi paso por la Universidad Agostinho Neto se limitó a la sede que tiene en el centro de Luanda donde se imparten las clases del Mestrado em Matemática. Allí presencié las defensas de los trabajos finales de dos estudiantes del Mestrado. Al día siguiente impartí una conferencia sobre una de mis líneas de investigación.

Edificio de la Faculdade de Ciencias de la Universidade Agostinho Neto en la Avenida 4 de Fevereiro, en el que se encuentra la sala del Mestrado em Matemática.
Momento en el que el estudiante es revestido con la estola y el birrete que simbolizan que ha obtenido el Grado de Mestrado.
Cartel anunciador de mi conferencia en Luanda.

Unos días más tarde nos desplazamos a Lubango, al ISCED-HUÍLA, un centro de formación de profesores que depende del Ministerio de Educación Superior donde María ejerce como coordinadora y docente. Allí impartí una conferencia de divulgación matemática basada en el material de mi post Área: «Área, uma noção não tão simples quanto parece» (la presentación puede verse aquí, lamento no incluir los créditos de las imágenes de internet y libros que usé en su elaboración). El éxito de público y el interés despertado que se manifestó en las preguntas de los asistentes me conmovió.

El ISCED-HUÍLA se ubica en un edificio de época colonial.
Foto tras la conferencia de divulgación con los asistentes.

Esta inolvidable experiencia académica en Angola no hubiera sido posible sin el inestimable apoyo de María da Natividade y la ayuda prestada por Edgar Ribeiro, joven profesor de Matemáticas en la Universidade Agostinho Neto.

El viaje

Como a Angola no se viaja todos los días, aprovecharé el post para dejar por escrito unas cuantas quejas, sabiendo perfectamente que no servirá para nada.

El AVE Murcia-Madrid

En el post Interrail expresé mi amor por los viajes en tren y lamenté el desmantelamiento de este medio de transporte en España por políticas inadecuadas. Desde que lo publiqué hasta ahora ha habido un cambio importante en Murcia: llegó el AVE, pero a costa de abandonar la ruta lógica para convertirlo en una especie de “tren turístico”: se adentra en la provincia de Alicante, desde donde se retoma el rumbo a Albacete, para después pasar por Cuenca antes de llegar a su destino en Madrid. Así pues, para un vuelo desde Barajas previsto a las 16:40 me veo obligado a salir de Murcia a las 6:25 (un horario excelente). Además, las obras en Chamartín impiden que el tren pare a una distancia razonable de la estación, por lo que el último kilómetro hasta el vestíbulo corre por cuenta de los viajeros.

Disfrutando del paisaje de la provincia de Cuenca desde la cafetería del AVE. Estaría mucho mejor si el café fuera bueno y se ofrecieran combinados.
Según el mapa no parece que vayamos hacia Madrid.
Gracias a esos picos de velocidad todavía se puede decir que tarda un poco menos que el antiguo Talgo.

Aeropuertos

Los grandes aeropuertos internacionales donde de vez en cuando se hace alguna escala, me habían inoculado la idea de que el lujo es asequible si se le quitan los insufribles impuestos con los que se grava. Un aeropuerto fuera del Espacio Schengen debía ser el lugar ideal para comprar alta relojería o una botella de un whisky escocés que haya pasado más de 200 años olvidado en una barrica, por ejemplo. Al final tampoco era eso… Pero lo que no es de recibo es la cutrería de los aeropuertos españoles con sus productos propios de tiendas de todo a euro.

Tiendas de lujo en el aeropuerto Charles de Gaulle de París.

Algo también imposible de encontrar en los aeropuertos españoles son restaurantes donde cocinen productos frescos. Todos los alimentos calientes que se puede tomar en las franquicias que ocupan el lugar de la restauración en nuestros aeropuertos son precocinados y han estado previamente congelados o, al menos, refrigerados. Al final lo mejor es buscar el local de Enrique Tomás y comerse un bocadillo de ibérico que es lo más auténtico que vas a encontrar.

Entrar en Angola

Tras la dificultades que tuve hace un año y que echaron mi viaje por tierra, tengo que reconocer que las cosas han mejorado. La tramitación del visado de frontera (un documento que garantiza que tendrás el visado oficial cuando te presentes en la frontera de país) por internet fue rápida. No se puede decir lo mismo del tiempo que pasé esperando que me atendieran en la oficina de inmigración del aeropuerto de Luanda. Sirva como ilustración las dos fotos siguientes: la llegada por la madrugada y la salida bien entrada la mañana a la calle.

Llegada a Luanda del A350 de AirFrance.
Exterior del Aeropuerto de Luanda, más de tres horas después.
Avión en el que viajamos de Luanda a Lubango.

¡Hasta pronto, África!

Después de dejar el apartamento en el centro de Luanda nos desplazamos hacia el sur de la ciudad. Cuando ésta acaba, aparecen grandes espacios abiertos en los que destacan los baobabs. Ésta fascinante especie vegetal es uno de los símbolos de África y poder contemplar esos extraños gigantes una vez más antes de llegar al aeropuerto fue una bonita despedida. En cuestión de horas estaré out of Africa pero una parte de mí se quedará aquí.

Neandertales

Neandertales, ilustración de Z. Burian tomada de «Encyclopédie illustrée de l’homme préhistorique» de Jan Jelínek, Gründ (1989).

Tenía pensado escribir sobre los neandertales en algún momento, pero esperaba antes ponerme al día sobre los más recientes descubrimientos y hacer un post algo más presentable. Evidentemente, por mucho interés que pueda tener en los neandertales, no me dedico profesionalmente al tema. Sin embargo, una serie de “señales” me ha indicado que el momento es ahora. Acaba de fallarse el premio Nobel de Fisiología/Medicina a favor del sueco Svante Pääbo por sus investigaciones sobre ADN de homínidos extintos, en particular, por haber secuenciado el genoma neandertal.

Michael Walker, Ignacio Martín Lerma y Luis de Miquel, en un momento del homenaje al primero realizado en el Museo Arqueológico de Murcia.

Además, hoy mismo recibe un homenaje Michael Walker, profesor jubilado de la Universidad de Murcia y director durante muchos años de las excavaciones en la Sima de las Palomas (Torre Pacheco), uno de los principales yacimientos neandertales de la Península Ibérica. En fin, yo veo señales claras para escribir este post, timing perfecto… otros podrían ver oportunismo. El caso es que las informaciones sobre los neandertales son últimamente tan frecuentes que lo más difícil, a estas alturas, es ser original.

¿De qué hablamos?

Homo neanderthalensis (más tarde nos ocuparemos de la hache) es una especie extinta de seres humanos que vivió entre 300.000 BP y 30.000 BP, redondeando un poco, en lo que actualmente es Europa y una buena parte de Asia incluyendo Oriente Medio. Nota: BP indica años before present, es decir, «antes del presente», pero presente aquí es el año 1950 por convenio, lo que viene a ser cambiar la referencia de la fecha de nacimiento de Nuestro Señor por la de los baby boomers cuando se indican acontecimientos pasados. En relación con los Homo sapiens, es decir, los humanos modernos o nosotros, los neandertales eran en general más robustos y estaban mejor adaptados al clima frío, ya que prosperaron durante la última glaciación.

Clásico libro de Obermaier en su edición de Ed. Istmo (1985). El libro original es de 1925, por lo que es fácil encontrar diferencias respecto al tratamiento actual de los neandertales.

Viene ahora el momento de poner los puntos sobre las íes. Una especie, en el sentido biológico de la palabra, puede presentar una gran variabilidad geográfica y temporal (más de 250 Ka), no digamos ya entre individuos, por lo que la definición de neandertal es delicada, como la de cualquier otro organismo extinto. Más aún, afirmar que los neandertales son (eran) otra especie puede resultar algo excesivo porque hay constancia de hibridación fértil con H. sapiens: nosotros mismos, los europeos, somos neandertales en una pequeña proporción de nuestros genes. Finalmente, mientras que el límite superior del intervalo temporal es discutido en relación con la definición de neandertal, el límite inferior va reduciéndose a medida que se hacen nuevos hallazgos. Actualmente se han datado restos neandertales en 28.000 BP. Al parecer, la Península Ibérica es el último reducto de H. neanderthalensis.

Árbol filogenético de la estirpe humana, tal como se concebía hace algunos años. Tomado del libro «Los neandertales» de Antonio Rosas, CSIC (2010).

Tradicionalmente se ha pensado que los neandertales evolucionan de las primeras poblaciones que migraron a Europa desde África llevando consigo la tecnología del bifaz. Al parecer, en primer lugar llegaron a Europa homínidos sin esta tecnología, como el hombre de Orce o el grupo de Dmanisi, y en una segunda oleada llegaron los H. heilderbergensis con sus flamantes bifaces. Sin embargo, ahora hay algunos investigadores que quieren situar el origen de los neandertales en una migración post-Achelense, lo que a mí me deja particularmente descolocado… No entraré en ese tema, por lo menos hasta que lea los argumentos a favor de dicha teoría.

Arqueología de los neandertales

Industria lítica típica musteriense, tomado de «Outils préhistoriques» por Jean-Luc Piel-Desruisseaux, Ed. Dunod (2002).

En lo que respecta a Europa (y parte de Asia) hay una identificación entre neandertales (especie humana), Paleolítico medio (periodo de la prehistoria) y musteriense (tecnología lítica). Los neandertales desarrollaron también una forma particular de talla llamada Levallois consistente en la preparación de facetas de la futura herramienta antes de separarla del núcleo. Espero que el siguiente dibujo ayude a entender mejor la explicación.

La pieza representada abajo (vista superior e inferior) es la que se ha extraído arriba, pero ligeramente ampliada. Ilustración de «Encyclopédie illustrée de l’homme préhistorique» citado arriba.

Mientras que los fósiles humanos proceden principalmente de cuevas y rellenos de simas (con las condiciones adecuadas para la conservación de nuestros frágiles huesos), las piezas musterienses, en sílex o cuarcita, pueden encontrarse mucho más repartidas: laderas de montes con covachas, lugares de paso como las ramblas, antiguos manantiales (hoy desecados) donde acudían a beber… En particular, en la Región de Murcia ese tipo de hallazgos no son extraños: los neandertales se pasearon por todas partes tallando y abandonando sus útiles de piedra. Una pieza musteriense aislada que podamos encontrar en el campo no constituye un yacimiento, al igual que una golondrina no hace verano, pero es muy recomendable contactar con un experto para que realice una valoración.

Una mirada escalofriante desde el pasado: rostro neandertal embutido en toba procedente de la Sima de las Palomas (Torre Pacheco).

Desde hace poco más de una década, la posibilidad de recuperar ADN de los restos neandertales preservados en ciertas condiciones de humedad y temperatura, hace que haya que extremar las precauciones para no contaminar las muestras. Muchos arqueólogos acuden a sus excavaciones vestidos como los médicos que tratan a un enfermo ébola. Otra línea de investigación muy interesante es la de establecer y documentar la convivencia entre especies, neandertales y sapiens. Para ello se excava en cuevas y abrigos con presencia de útiles musterienses y del Paleolítico superior, en principio, causados por ocupaciones sucesivas, pero prestando especial atención al momento de transición. Ejemplos de esta doble ocupación son los abrigos de Rambla Perea (Mula) excavados por el equipo de Joao Zilhao, o la Cueva del Arco (Cieza) cuyas campañas dirige mi querido amigo Ignacio Martin Lerma, aunque aún no se ha establecido la cohabitación entre especies en dichos yacimientos.

La evolución de un paradigma

Charles Darwin publicó su «El origen de las especies» en 1859. Desde ese momento, los científicos estuvieron especialmente receptivos a cualquier fósil que pudiera servir como eslabón perdido entre el simio y el hombre. El primer resto óseo en desempeñar ese papel fue una peculiar bóveda craneal encontrada tres años antes en una cantera cerca de Düsseldorf (Alemania) que inicialmente se había interpretado como una malformación en un humano moderno. Después se sumaron otros hallazgos, como el cráneo Forbes encontrado en Gibraltar por la misma época.

Bóveda craneal encontrada en la cantera de Feldhofer, en Neanderthal, cerca de Düsseldorf. Éste fue el primer fósil adscrito a un antepasado del hombre moderno.

El nombre neandertal se toma de Neanderthal, literalmente “valle de Neander” en alemán, en donde estaba la cantera en la que aparecieron los restos. A su vez dicho topónimo es en honor al músico y religioso Joachim Neander, cuyo apellido familiar original era Neumann, literalmente “hombre nuevo”. El cambio estético del apellido no altera el significado, sólo que ahora debemos acudir al diccionario de griego. Señalemos que el nombre equivalente Neandro existe en castellano. Finalmente, la h se pierde en la reforma ortográfica del alemán a principios del siglo XX, siendo actualmente valle “das Tal”.

Así que, etimológicamente resumiendo, neandertal es el valle del hombre nuevo, una denominación sumamente oportuna. No mucho tiempo después y también en Alemania, Friedrich Nietzsche anunciaría la muerte de Dios y el advenimiento del superhombre… creo que me estoy desviando del tema. Volviendo a los restos humanos, señalemos que el cráneo Forbes es recuperado por el teniente Edmund Flint, siendo “flint” la palabra inglesa para sílex, el material favorito de los neandertales ¿Casualidad o conspiración? Lo dejo ahí, esperando haber arrancado alguna sonrisa 🙂

Lámina del libro de Ciencias Naturales de 3º de Bachillerato de la editorial ECIR (1965), por R. Verdú Payá y E. López Mezquida. La idea está bastante clara…

Las primeras representaciones de los neandertales, llamados en aquel tiempo hombres de las cavernas, son simiescas. La causa de esto la encontramos en la incorrecta interpretación de los huesos de individuos ancianos junto con no pocos prejuicios. Una de las imágenes cinematográficas de los neandertales que ha dejado más huella es, sin duda, La guerre du feu, con la memorable interpretación de Ron Perlman (dicen las malas lenguas que iba sin maquillar). En las últimas décadas, las reconstrucciones físicas basadas en evidencias anatómicas han avanzado mucho. Si se añade, además, la interpretación del genoma en términos de características físicas y los descubrimientos arqueológicos en lo que respecta a estética y adornos de los individuos, la imagen de los neandertales cambia radicalmente.

Recreación de una chica neandertal en un lecho de pieles, por Tom Björklund. Después de contemplarla, a algunos de mis amigos la hibridación entre especies ya no les parece una idea tan descabellada.

Otro de los vuelcos de paradigma ocurridos en la última década es el reconocimiento de pensamiento simbólico y arte parietal en los neandertales. Hasta hace relativamente poco se les negaba algunas de las características que los sapiens solemos decir que nos hacen más humanos. Todo empezó con el descubrimiento de objetos puramente ornamentales y pigmentos, en Cueva Antón (Mula) y la Cueva de los Aviones (Cartagena). Después se han descubierto círculos realizados con espeleotemas en lo más profundo de una gruta francesa (Bruniquel) y se ha datado en fechas del Paleolítico medio unas pinturas esquemáticas realizadas en la Cueva de Ardales (Málaga). Por si fuera poco, en algunos enterramientos neandertales se han descubierto pólenes (el polen es extraordinariamente resistente en contexto arqueológico) de plantas cuya explicación más plausible es la realización de ofrendas florales a los difuntos. ¿A qué ya no nos parecen tan brutos los hombres de las cavernas?

Cuéntame un cuento

Se han propuesto muchas explicaciones para la extinción de los neandertales: cambios climáticos, enfermedades, exterminados por H. sapiens (o sea, nosotros)… Otro motivo que si bien no sería una causa en sí mismo sino que añadido a los anteriores dejaría a H. neanderthalensis en una situación más desfavorable respecto a H. sapiens es una de las tesis expuestas en el libro «Sapiens» del pensador israelí Yuval Noah Harari.

Portada del million seller de Harari.

La idea principal posiblemente sea anterior a Harari, pero no he podido rastrearla. Básicamente sostiene que los grupos de H. sapiens están más cohesionados que los de H. neanderthalensis porque tienen la capacidad de contar historias, de crear mitos, de fabricar dioses. Mirando al pasado reciente podemos poner ejemplos de muchedumbres de personas capaces de acometer grandes proyectos, para bien o para mal, porque siguen una idea materializada en un libro: La Biblia, El Corán, Mein Kampf… De la misma manera, en el pasado remoto los grupos de sapiens se organizaron alrededor de unos mitos y creencias. Eso les permitió superar las situaciones en las que los neandertales sucumbieron.

Pero la capacidad de contar historias, o fabricar mitos, tiene que ver con las características del lenguaje en el que se realiza la comunicación. Éste debe ser recursivo en el sentido definido por Noam Chomsky, es decir, el lenguaje debe admitir “estructuras anidadas” exactamente como hacen los narradores en una novela para contar lo que dicen los personajes, o el diccionario para poner ejemplos de la palabra que acaba de definir. Un idioma más sencillo, plano por así decirlo, puede servir para organizar una cacería en grupo o decir dónde hay agua o fruta, pero no permitiría planificar a medio o largo plazo.

Grupo de arqueólogos del Paleolítico medio, no ellos sino su objeto de estudio… Joao Zilhao con sombrero, e Ignacio Martín Lerma a la derecha (realmente, tendría que haber puesto la foto un par de secciones más arriba…). La escena es en Ricote (Murcia) y yo no salgo porque alguien tenía que echar la foto.

La teoría es atractiva, sin duda, pero no la comparto. Yo creo que los neandertales tenían un mundo simbólico profundo y eso es difícil de llevar sin un lenguaje complejo y recursivo. Además de las evidencias aportadas en la sección anterior, mi particular interpretación de algunos útiles líticos me permite afirmar que, incluso, Homo heidelbergensis hacía juguetes para sus niños y tenía sentido del humor. Bueno, esto lo digo yo que no soy un profesional de la Antropología… pero tampoco estoy limitado por los paradigmas imperantes. Espero que en algún momento no muy lejano, llegue a estas mismas conclusiones la ciencia oficial (o mainstream scholars, como diría Giorgio A. Tsoukalos, uno de mis magufos favoritos).

Algo de lectura

He mencionado unos cuantos libros, pero en un tema como éste se quedan obsoletos en cuatro días, con la excepción de los que tratan de industria lítica (aquí no suele haber sorpresas).

En primer lugar, «Los neandertales» de Antonio Rosas, investigador del CSIC y del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Conocí a Antonio Rosas durante el breve tiempo que estuvo vinculado al yacimiento paleontológico de Quibas (Abanilla). Su librito da un panorama muy resumido de lo que se sabía, o se pensaba, alrededor de 2010. Mucho más reciente y extenso es el best seller de Rebecca Wragg Sykes «Neandertales» . Estoy seguro de que con él resolveré un buen puñado de mis lagunas sobre los descubrimientos más recientes en materia de neandertales, pero voy leyendo muy despacio (son más de 400 páginas).

Tres libros amenos sobre los neandertales, cada uno en su estilo.

Una de mis recomendaciones para el verano fue el libro «La prehistoria en la mochila» de Ignacio Martín Lerma publicado este mismo año por Aguilar. Como ya lo he leído, haré una breve reseña.

En forma de una vuelta a la Península Ibérica, un joven neandertal llamado Sepik visita distintos lugares que hoy día son destacados yacimientos arqueológicos buscando una nueva zona en el que poder establecerse con su clan. Sin embargo, en todos los lugares por donde pasa las comunidades están igual de mal o peor. Cuando regresa a Cieza en compañía de Omati, una cromagnona de la que se ha enamorado, no puede ofrecerle a su clan un nuevo hogar, pero sí que puede enseñarles formas alternativas de explotar los recursos a su alrededor gracias a todo lo que ha aprendido durante su viaje.

Pala para mayonesa” del Abric Romaní, reconstrucción basada en el molde que dejó la pieza original de madera.

Con alguna licencia literaria, como el uso de leguaje recursivo por parte de los personajes, Martín Lerma logra integrar en su relato todas las peculiaridades de cada uno de los yacimientos visitados, incluida la “pala para mayonesa” del Abric Romaní, el dramático canibalismo en El Sidrón, o la bellísima interpretación de las manos de Maltravieso. Ojo, otro spoiler: los malos del libro son los neandertales del Boquete de la Zafarraya. Espero que esto último no les siente demasiado mal a mis amigos de la Axarquía, Amalia y Juan.

Epílogo

Hemos visto que, al final, los neandertales no eran muy distintos de nosotros. El mestizaje entre neandertales y sapiens, establecido por el análisis de los genomas, ha permitido que podamos verlos incluso como nuestros antepasados. Puede que la especie, o estirpe, neandertal haya desaparecido, estrictamente hablando, pero una parte de ellos sigue viviendo en nosotros.

Mi YO hipster-neandertal. Imagen generada por un software en el Museo de Historia Natural de Viena, en 2020.

Paisajes de la Prehistoria

En la búsqueda de yacimientos prehistóricos, la clave es mirar el paisaje tal y como lo vería un primitivo morador. Para empezar, hay que ignorar toda la alteración antrópica: ciudades, carreteras y cultivos ya no existen para nuestros ojos. Hay que pensar en términos de recursos, protección y vías de comunicación entre ellos. Y hay que añadir, además, la vegetación acorde al clima reinante y posibles variaciones orográficas si es que retrocedemos mucho en el tiempo. ¿Dónde nos instalaríamos? Realmente, hay más lógica en las ubicaciones de los antiguos asentamientos que en las de los contemporáneos. En efecto, hoy no sólo se construye de espaldas a la naturaleza, sino desafiándola. Así que luego pasa lo que pasa cuando cae una gota fría… Hablar de lo mal que se hacen las cosas hoy día daría para otro tema. Ahora sólo quiero hacer unas reflexiones sobre los paisajes de la Prehistoria.

Efectos de una riada la urbanización Camposol en Mazarrón (foto publicada en La Verdad). Esto nunca hubiera pasado en un poblado Argárico.

Cuando el ser humano cambia la actividad de cazador y recolector nómada para ser ganadero y/o agricultor asentado (desde el Neolítico en adelante) se experimenta un cambio fundamental: la posibilidad de acumular bienes, sobre todo los estacionales. Esto es el comienzo de la noción de riqueza y, quizás también, de propiedad privada. Los ajuares en las tumbas son una manifestación de la importancia que se tuvo en vida. Pero con las ganancias aparecen a la vez los enemigos de lo ajeno, tanto en pequeña escala como al por mayor. La respuesta a esta situación es la aparición de un nivel superior de organización de las sociedades a la que llamamos “estado”. Los poblados se disponen de manera que sea más fácil defenderlos de los ataques. Para esto se eligen lugares idóneos: promontorios, amesetados o con una suave pendiente orientada hacia el sur. Si es posible, también en las inmediaciones de un río y de tal manera que el agua, además de cercana, sea parte de su barrera defensiva.

Reconstrucción del poblado fortificado de La Bastida (Totana), defendido a la izquierda por el cañón excavado por el río (rambla de Lébor) y a la derecha por una muralla (imagen UAB).

Aunque los ejemplos de este tipo son innumerables, quiero mencionar aquí el yacimiento de La Bastida (Totana) que se está revelando como uno de los asentamientos más importantes en Europa en la Edad del Bronce. Una de las cosas más simpáticas sobre las investigaciones llevadas a cabo por la UAB en el yacimiento es el fuerte sesgo de materialismo histórico que impregna los artículos y los comunicados de prensa, que nos hablan del comienzo de las profundas desigualdades sociales mantenidas por medio de la violencia institucionalizada. Esta peculiar interpretación de unas ruinas revive, aunque sea por omisión, el mito de la Edad de Oro, cuando la fraternidad humana se entendía en la Lengua de los Pájaros (o de Adán), mucho antes de que todo se fuera a la porra con Babel. Parece, pues, que no es incompatible llevar a las excavaciones arqueológicas el Libro Rojo de Mao con tener una visión cándida de la naturaleza humana y empeñarse en considerar como una anomalía todo lo que es normal.

Montefrío (Granada), ejemplo de ocupación persistente de un emplazamiento ideal.

Volviendo a los promontorios como lugares de asentamiento, las excelentes condiciones que ofrecen han sido apreciadas a lo largo de las épocas. Así es frecuente que después de poblamientos en Neolítico o Edad de los Metales, hayan tenido ocupaciones romanas, medievales (castillo) o incluso sigan siendo usados en tiempos contemporáneos. En este último caso, los vestigios prehistóricos quedan sepultados bajo el pavimento y los edificios. También, al desaparecer las amenazas y con el aumento de la población, la urbanización se expande hacia las llanuras, pero el promontorio en el que todo empezó sigue siendo claramente reconocible. Siempre hay excepciones, nótese que la ciudad de Molina de Segura (Murcia) no “emana” de la urbanización Altorreal ni hay ruinas bajo el campo de golf (hay que conocer el lugar para entender el chiste, désolé).

Cabezo Negro (Lorca), con ocupaciones desde el Paleolítico Medio al Bronce.

Cuando la ocupación no ha persistido hasta la actualidad y el asentamiento fue abandonado siglos atrás, por la ladera se superponen restos de distintas épocas y culturas revueltos por la erosión. Por poner un ejemplo, en un asentamiento cerca de El Cañarico, junto a los cimientos de una torre medieval islámica aparecen restos de cerámica sigillata romana y argárica. Restos de tres ocupaciones espaciadas por intervalos de más de un mileno. Puede ser muy difícil convencer a alguien menos experimentado que un trocito de tiesto aparecido entre otros residuos tiene 4000 años de antigüedad, o que un cacho de cerámica con un esmalte verde la hizo un árabe del s. XIII. Reconozco que me gustaría saber más sobre este aspecto porque tengo lagunas en unos cuantos siglos  😕

Peña con orientación sur (Lorca), emplazamiento ideal según los criterios del Paleolítico Superior y Epipaleolítico.

Montamos en la máquina del tiempo y retrocedemos hasta hace unos 20 Ka. Estamos en pleno Paleolítico Superior. La mayor parte de asentamientos se realizan al abrigo de covachas, peñas o cejos, orientados hacia el mediodía para protegerse de los vientos helados del norte. Si la pared rocosa es demasiado vertical, añaden una “marquesina” de palos y cubierta vegetal para protegerse de la lluvia. El hogar, funcionando de manera casi ininterrumpida impregna de ceniza toda la ladera… Hacía más frío que ahora, en los últimos coletazos de la glaciación Würm. Estos asentamientos no eran permanentes porque los animales migraban estacionalmente y la tierra ofrece sus frutos según momento y altitud. Por eso es frecuente encontrarlos junto a las grandes rutas naturales, lo que ahora llamamos cañadas, y por las que discurren los últimos vestigios de la trashumancia. En el asentamiento, con un sol que apenas calienta, un cazador experimentado toma un trozo de carbón y sobre la roca esboza un uro. Así les explica a los más jóvenes dónde hay que clavar la lanza para que el animal caiga muerto en el acto, porque no hay nada más peligroso que un uro herido.

Cejo con covachas, típico emplazamiento de Paleolítico Superior y Medio. Las covachas, previa construcción de un muro, han sido aprovechadas como corrales por pastores.

Aunque los neandertales no eran antepasados directos, la forma de vida del Paleolítico Medio no debía ser muy distinta de la del Paleolítico Superior. De hecho, en muchos lugares se superponen los restos de unos y otros, aunque todavía no se ha probado que llegara a haber convivencia. Así que mejor continuamos nuestro viaje al pasado y nos plantamos hace 500 Ka, Paleolítico Inferior. En ese intervalo de tiempo el paisaje sí que ha cambiado mucho. Lo que antes fueron llanuras, ahora son barrancos y cárcavas. Hay cierto empeño en Murcia en llamar a este proceso desertificación, pero la verdad es que esos erosionables materiales margosos (casi siempre miocenos) son demasiado pobres para mantener un árbol, o incluso, un modesto esparto. La dinámica erosiva, espoleada por la bajada del nivel del mar durante la glaciación, nos regala estos paisajes peculiares. Pero también se lleva los escasos vestigios de los habitantes de aquel tiempo que, instalados junto a un río o laguna, seleccionaban cantos rodados para tallar bifaces. Cuando miramos este paisaje, tenemos que imaginarnos la llanura original, de la que las cimas de algunos cerros conservan pequeños reductos.

Cárcavas (badlands) en Mioceno cerca de Librilla (Murcia). El nivel correspondiente a la antigua llanura ha desaparecido casi completamente. No obstante, los materiales son muy interesantes por su riqueza en vertebrados de hace 7 Ma.

El panorama es distinto si en lugar de quedarnos en la cuenca mediterránea, donde la erosión ha sido atroz los últimos cientos de miles de años, nos vamos a la meseta. Allí los ríos, que vierten en el Atlántico, han conservado mejor el sedimento depositado en los periodos interglaciares en forma de terrazas fluviales que se corresponden de manera aproximada con suelos de distintas etapas de cuaternario. Las más antiguas son las que están a mayor altura respecto al cauce actual. También las llanuras meseteñas, como La Mancha, funcionan de manera prácticamente endorreica, es decir, el agua de lluvia se estanca en lagunas (navas) o fluye muy lentamente. En este caso la erosión es despreciable y las piedras del suelo apenas se han movido de su sitio en 1 Ma. No sólo los artefactos del Paleolítico Inferior se quedan allí, sino cualquier cosa que caiga al suelo, desde una moneda del s. XIX hasta un meteorito. Cuando estéis en La Mancha, pensad que hace 300 Ka era similar en vegetación y fauna al Serengueti, pero hace apenas 50 Ka se parecía más a la estepa siberiana.

En un lugar de La Mancha, donde los arados remueven los artefactos dejados por Homo erectus.

Espero que estas reflexiones os ayuden a mirar el paisaje con otros ojos.

La llanura contemplada desde una covacha en un promontorio.

Almadén, la mina

Almadén, la mina… Un pleonasmo o tautología para comenzar, puesto que la palabra árabe de la que deriva Almadén significa “la mina” (reflexionad un momento, con la etimología en la mano, sobre el comienzo de la frase que sigue). La mina de Almadén es uno de esos santos lugares de la mineralogía a los que me referí hace cuatro semanas (o posts), porque es el lugar de la corteza terrestre donde se ha concentrado la mayor cantidad de mercurio. Se estima que la mina de Almadén (ojo, la mina, en singular) ha producido un tercio del mercurio mundial.

Tere fotografiando las «garrafas» de hierro en las que se transportaba el mercurio, museo del Parque Minero de Almadén.

Tras más de veinte siglos de explotación casi continua (hasta 2003), sigue siendo el lugar con más mercurio del planeta. Si no fuera suficiente, en la cercana localidad de Almadenejos también se explotó el mercurio y hasta manaba líquido por el suelo. Siendo tan grandes las reservas de mercurio, el cese de la minería tiene su principal motivo en las políticas para restringir el uso de este metal debido a la toxicidad de muchos de sus compuestos. Insisto, ciertos compuestos, porque ahora puede parecer un milagro que mi generación haya sobrevivido a las desinfecciones de heridas con mercromina, a los empastes dentales de amalgama y, sobre todo, al juego con las gotitas de mercurio de los termómetros rotos.

Frasquito con mercurio que se solía entregar como recuerdo a los visitantes de la mina.

El mercurio se encuentra en Almadén mayormente en forma de cinabrio, un sulfuro de intenso color rojo usado como pigmento en la antigüedad. También hay diseminado en la roca mucho mercurio nativo. La palabra misma “cinabrio” nos llega sin apenas cambios del griego, y quizás sea incluso más antigua. El cinabrio puro tiene una densidad de 8,17 g/cm3, superior a la de la plúmbea galena, y que es impresionante para una piedra roja con cristalitos translúcidos. A veces le pido a los visitantes que comprueben la gran densidad del cinabrio sopesando una pieza con la mano. Cuando les digo que el peso se debe al mercurio contenido, dejan la piedra con aprensión. Yo suelo “tranquilizarlos” diciendo «no te preocupes, tu cuerpo recibirá más mercurio de una rodaja de emperador a la plancha o de un tartar de atún que de esta piedra»

Cinabrio (rojo) impregnando cuarcita (negra).

Conservo desde la infancia un fragmento de la clásica cuarcita negra de Almadén impregnada de cinabrio que le regalaron a mi padre en Madrid, su último destino laboral, porque sabían que a su hijo le gustaban las piedras. Me la entregó con la misma advertencia que le dieron a él: nunca tocar los objetos de oro con ella. Aunque no sé hasta que punto el mercurio líquido o volátil puede formar amalgama con el oro a temperatura ambiente, sigo respetando escrupulosamente el consejo.

Cinabrio puro, esta vez lo oscuro no es cuarcita.

He estado varias veces en Almadén. La primera en 1989, al comienzo de mis estudios en la universidad. Entablé amistad con un estudiante de Ciudad Real que me invitó a pasar unos días en su casa. Casualmente, su familia conocía a alguien en la mina y me concertó una visita. Recuerdo llegar a Almadén en tren una tarde fría y lluviosa. Al salir de la estación me esperaba un coche de la empresa minera. No recuerdo mucho del paseo por las instalaciones, tras el cual recogí unas muestras de mineral bajo la lluvia. Años después, ya en este siglo y en mi coche, volvía a pasar por Almadén. Un guarda nos permitió recoger algunas piezas de un acopio cercano, pero en esa ocasión mi mano ya estaba entrenada para buscar el cinabrio puro (filoncillos en la roca de caja, bandeados por un silicato).

Cristal de cinabrio, con gotitas esféricas de mercurio nativo.

Casualidades de la vida… había quedado en la famosa Venta El Descargador de La Unión con “El Robles” para visitar la mina de Los Pajaritos, y se presenta con un señor que podría pasar por Don Quijote que también viene a picar cuarzos. Resultó ser Fernando Palero, el ingeniero de minas encargado del acondicionamiento de las galerías históricas de la mina de Almadén para su uso turístico tras el cese de la minería. Con él realicé una visita inolvidable, pasando por túneles que databan del s. XVII todavía sin desescombrar, con el malacate del Baritel de San Andrés tal como lo dejaron hace siglos. Después me llevó al último acopio de mineral que quedaba y partimos a mazazos algunos bolos en busca de cristales de cinabrio.

Malacate en el Baritel de San Andrés, tal como se puede ver ahora.

La última vez que visité Almadén fue en 2019 como parte de una excursión organizada por mi querido Paco Guillén para los alumnos del Curso de Patrimonio Geológico en la Universidad de Murcia, a la que también podían apuntarse los amigos hasta completar el aforo. El Parque Minero de Almadén ya estaba abierto a los visitantes, así que hicimos el recorrido turístico tal como está montado, que incluye bajada en jaula y salida en trenecito. La visita es muy recomendable, pero no esperen recoger muestras de cinabrio: ya no se puede.

Bajando del trenecito tras la visita a las galerías.

Hay mucha historia en Almadén, tanto en la mina como en el pueblo. No hablaré aquí de los forzados que no volvían a ver el sol en su vida… eso es fácil de encontrar en Internet. Menos conocido es el asunto de las berenjenas. Cuando a alguien de Almadén se le pregunta por berenjenas, siempre responde diciendo que las suyas son mejores que las de Almagro. Quizás esta rivalidad entre las villas se remonte la época del renacimiento, cuando las ganancias de la mina de Almadén eran invertidas por sus arrendatarios, los Fugger (Fúcares, para los habitantes de entonces), en embellecer Almagro.

Castillete metálico en lo que es ahora el Parque Minero.

Para acabar, un hallazgo sorprendente en el corazón de la Región de Murcia. Paseando por lo que debió ser un asentamiento prehistórico cerca de Ricote, un amigo que siempre tuvo mejor vista que yo, recogió una piedrecita de poco más de un 1 cm que resultó ser cinabrio impregnando una cuarcita grisácea. Por motivos de primer curso de Ciencias Geológicas, la china no procede de los alrededores. Y la paragénesis nos dice que es bastante plausible que provenga de Almadén, de un tiempo remoto en el que el cinabrio era solamente un pigmento.

Cinabrio de Almadén (?) llegado a Ricote en la Prehistoria (?).

Puñales volando

La otra mañana de camino a la universidad, Tere, que va poniéndose al día con la prensa en el móvil, me pregunta por el Homo bodoensis. Le digo que es la primera noticia que tengo, lo que me extraña, porque, aunque no recuerdo las cronologías y la presunta filogenia de los distintos linajes considerados humanos, al menos me suelen sonar los nombres. Al parecer, la especie se propuso hace apenas un mes basada en un nuevo estudio de unos fósiles encontrados hace más de cuarenta años adscritos a inicialmente a Homo heidelbergensis (nombre quizás demasiado germánico para unos restos encontrados en África). La noticia de una nueva especie puede sonar como algo inocente para muchas personas. Yo, en cambio, puedo ver los puñales volando

Puñal táctico ruso, diseñado con un único fin

La Ciencia está lejos de ser homogénea en cuanto a su funcionamiento: en Matemáticas se afirma algo y a continuación se presenta su demostración (correcta)  y no hay más que hablar; en Física una determinada teoría predice un fenómeno y pueden pasar décadas hasta que se prepara el experimento que lo corroborará o lo rebatirá; en Química o Biología, se afirma haber identificado cierto mecanismo molecular o celular y si alguien lo discute, los experimentos en los que se basa la afirmación son totalmente reproducibles (o deberían) para cualquier discusión posterior… Sin embargo, en Evolución Humana y Prehistoria lo normal es que después de cada nueva propuesta “vuelen los puñales”. Por citar a un par de casos, un par de cuevas: Altamira y Ardales. Marcelino Sanz de Sautuola murió sin que la “Ciencia oficial” reconociera la autoría paleolítica de los bisontes pintados en la cueva de Santillana del Mar. Las pinturas eran demasiado buenas para que la hubieran hecho unos salvajes. Con la aceptación del arte neandertal pasa lo mismo a día de hoy. La datación de las pinturas abstractas de la cueva de Ardales en Málaga las sitúa indudablemente en el Paleolítico Medio. La investigación liderada por mis apreciados Pepe Ramos y Joao Zilhao ha necesitado de un segundo y exhaustivo análisis para responder las críticas metodólogicas de los colegas que se resisten al cambio de paradigma.

Cráneo del Homo bodoensis (Wikipedia)

En Ciencia hay que distinguir bien entre las evidencias y la interpretación que se les da. Supongamos que tenemos a nuestra disposición todos los restos fósiles encontrados hasta la fecha adscribibles a antepasados de nuestra especie y ramas afines. Añadamos que cada uno de esos restos tiene un lugar geográfico y una datación suficientemente buena. Ahora hay que proponer una historia en la que encajen todas esas evidencias: migración, evolución, hibridación… El asunto es que todos esos restos en los que nos basamos caben, sin mucho apretar, en una simple furgoneta. Y los estamos repartiendo por tres continentes a lo largo de más de dos millones años. Es más que esperable que el principio de parsimonia y la realidad no tengan relación alguna. La definición de especie para individuos extintos es sumamente complicada, y en caso de homininos mucho más porque no se encuentran individuos completos. Imaginad, tengo un trozo de arco occipital, parte de la mandíbula y medio fémur, aparentemente de un mismo individuo. Como la combinación no se parece a nada de lo encontrado anteriormente, propongo una nueva especie. Y a partir de los parecidos parciales, actualizo el árbol filogenético.

A veces se presenta al científico como alguien sin prejuicios y abierto a la discusión de las ideas, pero lo que ocurre muchas veces es que se aferra al paradigma más que un mormón a su biblia. Durante mucho tiempo se ha asumido que no había presencia humana en Europa (occidental) antes de 600 Ka, lo que cuadraba perfectamente con las dataciones más antiguas del modo Achelense que vino de África con las consideradas primeras migraciones. Las primeras evidencias retrasando la presencia humana en la Península Ibérica hasta 1 Ma o más encontraron un duro rechazo por parte de antropólogos franceses que llevaron Josep Gibert al descrédito. Cierto es que el paleontólogo catalán puso todo su empeño en la humanidad de la galleta de Orce, cuando las lascas aparecidas en estratos de cronología similar y de indudable factura humana hubieran avalado mucho mejor la antigüedad de la presencia de Homo en Europa. Recomiendo la lectura de “El hombre de Orce” escrito por el propio Gibert para conocer los detalles de su linchamiento científico. Sin embargo, el yacimiento georgiano de Dmanisi, con una antigüedad cercana a 2 Ma no ha tenido los mismos problemas para ser aceptado entre los feroces antropólogos. Seguramente, la presencia de varios cráneos completos, que el yacimiento estuviera sellado por una losa de basalto producto de una erupción posterior y que la datación de la roca volcánica pueda hacerse de manera precisa por isótopos elimina cualquier sombra de duda.

Libro de lectura imprescindible para entender como vuelan los puñales…

Asumida que la antigüedad de las primeras presencias humanas en Iberia se remonta a más de 1 Ma (son varios yacimientos desde Granada a Burgos) siguen quedando algunos interrogantes, por no decir misterios, sin resolver. En Prehistoria, al igual que en la actualidad, se asume que cuando aparece una innovación tecnológica ya no se abandona hasta que llega otra mejor. El bifaz (llamar hacha de mano a la navaja suiza de la prehistoria me produce sarpullidos), la pieza más representativa del modo Achelense, es indudablemente superior como instrumento polivalente a los cantos tallados del Modo 1. También se asume que ciertos diseños en la industria lítica no aparecen por azar: es más plausible que la técnica de elaboración de los bifaces encontrados en Europa haya llegado de África con las migraciones humanas, que no que haya sido descubierta de manera independiente. Aquí empiezan los problemas. Los bifaces más antiguos en África se datan en más de 2 Ma. El grupo de Dmanisi llevaba bifaces, lo que es perfectamente coherente con la doctrina de la propagación de la tecnología. Sin embargo, las dataciones de bifaces en España no se había ni acercado a 1 Ma. Siempre bromeo diciendo que los primeros humanos que llegaron a Iberia debían ser los más torpes entre los que migraron de África: los demás sabían hacer bifaces y aquí sólo partir cantos rodados. Hace unos años se publicó una datación del bifaz de Cueva Negra de Caravaca remontándolo a 900 Ka. Lamentablemente, quien conozca el relleno de barro endurecido (tormo, en murciano) de Cueva Negra nunca podrá considerar fiable dicha antigüedad. Más aún, si se añade que, salvo la pieza en dolomía, el resto de la industria es típicamente Musteriense.

Bifaz tosco del tipo llamado «pico» en el yacimiento de La Boella (foto del IPHES)

Por fortuna, la antigüedad de los bifaces ibéricos ahora ronda, si no supera, 1 Ma, gracias a un yacimiento en la provincia de Tarragona. En el Barranco de La Boella un equipo codirigido por mi querido Pep Vallverdú ha encontrado numerosos bifaces asociados asociados a restos de mamut, en lo que parece que fue una buena comilona de los primos de nuestros antepasados. Es bastante improbable que los homínidos de La Boella acompañaran al mamut con vino del Priorat, al menos, mientras la Arqueología no pruebe lo contrario. Yo que sí puedo, brindo hoy por el descubrimiento de los bifaces perdidos, que no por los puñales volando. Salut Pep!

Pep Vallverdú y Eudald Carbonell, en medio.

Editado 17/12/2021. Admito que me he referido como bifaces a algunas piezas de Dmanisi basándome en unas pocas fotos. Los investigadores las adscriben al Modo 1, pero después de ver el artículo creo que, de haber usado los homínidos un material de más calidad, habrían producido un tosco bifaz. Como dicen por estas tierras «ni pa’ ti ni pa’ mí», lo dejamos en Modo 1,5 😉