Atapuerca en Ricla

Acabamos de regresar de Ricla, villa aragonesa, en lo que ha sido nuestro primer viaje familiar con el peque. El motivo, o mejor dicho, excusa, ha sido la celebración de las XIV Jornadas Aragonesas de Paleontología… ¿Qué pintamos nosotros allí? Esta edición ha sido muy especial porque durante ella se escenificado el traspaso de la dirección de las excavaciones de la Sierra de Atapuerca, por parte de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell a un nuevo equipo… Insisto una vez más ¿Qué pintamos nosotros allí? Responderé esa pregunta más tarde, y su respuesta está relacionada con esta otra pregunta ¿Qué pinta el «triunvirato» de Atapuerca en Ricla?

Atapuerca

Atapuerca es, en primer lugar, un pequeño pueblo a unos 20 kilómetros de Burgos situado sobre el Camino de Santiago. La villa da nombre a la Sierra de Atapuerca, cuyas calizas están más agujereadas que un queso Emmental por procesos kársticos. Las cuevas originadas dieron cobijo a humanos prehistóricos y las profundas simas han servido de trampa para sus restos y sus útiles. El potencial paleontológico y arqueológico del subsuelo de Atapuerca quedó de manifiesto casualmente, como suele ocurrir en Ciencia, al abrirse una trinchera para el paso de un ferrocarril minero a caballo entre los siglos XIX y XX. Sin embargo, no se le prestó importancia y las excavaciones sistemáticas no comenzarían hasta 1978 de la mano de Emiliano Aguirre. Poco a poco, el topónimo Atapuerca fue adquiriendo connotaciones arqueológicas.

Crusafont, Bermudo Meléndez y Aguirre… trío de ases de la paleontología española del siglo XX.

Emiliano Aguirre se jubila en 1990 y deja la dirección de las excavaciones en manos de tres jóvenes investigadores que llevaban años involucrados en el proyecto. Nombrar un «triunvirato A-B-C» puede resultar extraño, pero si se mira bien tiene mucho sentido: un paleontólogo (Arsuaga), un antropólogo (Bermúdez de Castro) y un arqueólogo (Carbonell), que da idea de los distintos frentes disciplinares a abordar. Los yacimientos de Atapuerca contienen fósiles humanos de diferentes momentos abarcando un rango de 1.2 Ma, siendo notable la concentración en la llamada Sima de los Huesos, donde se han encontrado restos de al menos 28 individuos con una antigüedad de 430 Ka. El cráneo bautizado como «Miguelón» fue portada de Nature, suponiendo el lanzamiento mediático de Atapuerca.

El autor y su amigo Luis Chamizo con Juan Luis Arsuaga en una visita a Atapuerca en 2014.

Atapuerca se convierte, a partir de ese momento, en el lugar donde quieren ir a excavar en verano todos los estudiantes (de materias afines, obviamente). Arsuaga, especialmente él, se consagra como superestrella científica: más de una vez me he quedado sin ver una conferencia suya por completarse el aforo de la sala. Se vive un momento confuso en el que es difícil separar Ciencia de titulares sensacionalistas, pero Atapuerca es ahora un motor de desarrollo económico para la ciudad de Burgos y su provincia. Todos los gobernantes regionales querrían tener una Atapuerca en su comunidad.

El autor con Eudald Carbonell en una visita que hizo éste a Murcia en 2019.

Ricla

Dejamos Castilla y nos vamos a Aragón. Junto al río Jalón y en la provincia de Zaragoza se encuentra Ricla. Un pueblo tranquilo donde los teenagers todavía dicen buenos días cuando se cruzan a alguien. En su término municipal aflora un jurásico negro muy rico en fósiles, destacando los ammonites, nautilus y unos enormes bivalvos, aunque también han aparecido vertebrados. En Ricla se descubrió un arcaico cocodrilo, apellidado riclaensis por este motivo, que vivió hace 160 Ma. No puedo hablar mucho del otro patrimonio cultural de Ricla debido a las limitaciones impuestas por el viaje: tuvimos que alojarnos a cierta distancia del pueblo.

Iglesia de la Asunción de Ricla, con su esbelta torre de ladrillo mudéjar.

La riqueza paleontológica de Ricla no es algo que interese únicamente a profesionales de la ciencia. La Asociación Cultural Bajo Jalón acoge a numerosos aficionados a la Paleontología de la comarca. Es esta asociación la que organiza las Jornadas Aragonesas de Paleontología y publica los excelentes Cuadernos de Paleontología Aragonesa. También, hace unos años estuvo a cargo de la segunda Trobada de entidades de Ciencias de la Tierra.

Fabuloso ammonites del Jurásico de Ricla, en la exposición de las XIV Jornadas.

Ricla no tiene una gran capacidad hotelera. Cuando hicimos la reserva, tampoco quedaba nada disponible en La Almunia de Doña Godina, y casi media hora de coche desde Cariñena para hacer varias veces al día no resultaba nada atractivo. Nos quedamos en un hotel de área de servicio, cómodo pero desangelado. Los desayunos en la gasolinera aneja fueron acompañados de reguetón a todo volumen… te lo prometo, hice Shazam varias veces para saber si «cantaba» el mismo o iban cambiando. A la vuelta, escuchar el «Entre dos tierras» de los Héroes del Silencio mientras me tomaba un café en Teruel me resultó tan entrañable como cantar villancicos delante de una hoguera de encina.

Hotel 280… una habitación con vistas.

La explicación que faltaba

A Carmelo Moreno, cuando sólo tenía siete años, le contaron lo que era un fósil. Desde entonces su fascinación por esos testigos de la vida de eras pasadas no ha disminuido. Es uno de los fundadores de la Asociación Cultural Bajo Jalón y una persona muy apreciada en Ricla por su fuerte implicación en la vida cultural del pueblo. Podéis ver aquí abajo una entrevista que le realizaron durante la pandemia.

Entrevista a Carmelo Moreno para la Televisión Aragonesa.

Una de sus hijas, Davinia Moreno, estudió la Geología en la Universidad de Zaragoza y se doctoró en Geocronología, es decir la datación de estratos geológicos y los restos, arqueológicos o paleontológicos, que contienen. Sin duda, nacer y crecer entre fósiles tuvo bastante que ver con la vocación de Davinia. Ahora trabaja en el CENIEH, organismo vinculado a los yacimientos de Atapuerca. No es de extrañar la fuerte relación personal entre Carmelo, su familia y los directores de Atapuerca, que ha desembocado en la celebración en Ricla de «traspaso de poderes» en los yacimientos burgaleses.

Carmelo Moreno, esta vez sin máscara, con el autor, que desearía haber llevado una 🙂

¿Por qué estamos aquí? Porque no ocurre todos los días que la pasión por los fósiles de un aficionado a la Paleontología acabe provocando un evento científico, profesional y académico de magnitud nacional. No soy fan de Atapuerca, nunca he buscado fósiles en Ricla… pero tenía que estar aquí porque lo que ha conseguido Carmelo es impresionante. Una hazaña sólo comparable a que una asociación de coleccionistas de Molina de Aragón promueva un Geoparque de la UNESCO (Comarca de Molina y Alto Tajo), que le proporciona trabajo a un buen número de geólogos y atrae turismo culto a su comarca.

La sala con el aforo completo durante el cambio de dirección de los yacimientos de Atapuerca.

Las Jornadas

Tuvieron lugar del viernes 10 al domingo 12 de noviembre (de 2023, por si esto lo estás leyendo mucho después). La organización científica estuvo en manos de Davinia Moreno y su pareja, Mario Modesto, también empleado por el CENIEH. Mario hizo la tesis con José María Bermúdez de Castro, lo que añade otro vínculo más a los mencionados en la sección anterior. El programa completo puede verse aquí. Nosotros nos perdimos las sesiones del primer día que fue el que empleamos para viajar. Las actividades del sábado incluían una visita a varios yacimientos del Magdaleniense en Deza (Soria) y la comida de confraternización.

Visita a uno de los yacimientos prehistóricos de Deza.

En la tarde del sábado hablaron María Martinón y Marina Mosquera que son las que reemplazarán a José María Bermúdez de Castro y a Eudald Carbonell, respectivamente, en la dirección de Atapuerca. El elegido por Juan Luis Arsuaga como su sucesor, José Miguel Carretero, habló el viernes. Una de las preguntas de la audiencia a María Martinón apuntaba a la posibilidad de que la acumulación de la Sima de los Huesos fuera mera dinámica kárstica, que viene a ser, para que el profano lo entienda, como mentar la soga en casa del ahorcado… Tomó la palabra Eudald Carbonell, sentado entre el público, que tras defender la hipótesis del ritual funerario con algunos datos, vino a concluir que, en el fondo, da lo mismo 😕

Intervención de Carbonell sobre el origen de la acumulación de la Sima de los Huesos.

El programa del sábado se cerró con una mesa redonda sobre divulgación en Paleontología donde participó, entre otros, Pablo Antonio García Gil, murciano y compañero de Nautilus. El domingo, tras la última charla científica, se celebró una mesa redonda con los triunviratos, saliente y entrante, tras la cual se homenajeó a Arsuaga, Bermúdez de Castro y Carbonell. Durante toda la duración de las Jornadas fue posible visitar una interesante exposición titulada «Paleontología de las ideas», comisariada por Davinia Moreno y Mario Modesto, donde se exponían fósiles y libros, estos últimos de la colección personal de Mario. Muchos de estos libros, del siglo XIX, fueron hitos científicos de su momento. Entre otras curiosidades, se podía ver un volumen que perteneció a Stephen Jay Gould, o un manuscrito de Jean-Baptiste Lamarck.

Mario Modesto realiza la visita guiada a la exposición para Juan Luis Arsuaga.

Para concluir…

Cuando me preguntan sobre recoger fósiles digo, para empezar, que está prohibido… sin embargo, no puedo decir que esté mal. El empeño de nuestros gobernantes de confundir ley con moral convierte nuestro régimen político, de facto, en una teocracia. No voy a decir aquí cómo debería modificarse la legislación para dar cabida a los coleccionistas de fósiles sin dejar el patrimonio paleontológico expuesto (ya hay mucho escrito en este sentido). Simplemente, os dejaré una idea para la reflexión: si recoger fósiles hubiera estado prohibido hace 50 años tal como lo está ahora, no sólo no hubiéramos tenido Jornadas Aragonesas de Paleontología, tampoco hubiéramos tenido investigaciones en Atapuerca, porque las vocaciones necesarias para ello comienzan con un niño mirando al suelo.

Minerales de verano

Por primera vez en muchos años, este verano Tere y yo no nos hemos lanzado como locos a hacer miles de kilómetros buscando sitios nuevos, y más frescos que nuestra región. Una buena parte de las vacaciones las pasamos en Mazarrón, así que ha sido por esa zona donde he echado más horas de campo. Debo decir también que ha sido una exploración un poco desigual porque me he concentrado más en los minerales volcánicos, pero no lo suficiente como darle ese título al post (me reservo la idea para más adelante). Estos son mis minerales de verano 2023… si os gusta, haré los del 2022, que fue una campaña interesante.

Vista del Mediterráneo desde la mina de Bolnuevo.

Por la zona, la mayor parte de lo que pondré aquí ya fue tratado en Minerales de Mazarrón, pero algunos de los ejemplares conseguidos de este verano son mejores que los que ya tenía. También doy cuenta de un pequeño escarceo fuera de la Región de Murcia, a pesar de que fue escasamente productivo.

Entre andesitas y dacitas

Las coladas de andesita y dacita producto del vulcanismo neógeno ocupan kilómetros del término municipal de Mazarrón. En algunas zonas se pueden observar formaciones típicas como la disyunción columnar o grandes extensiones de coladas dando lugar a un terreno muy irregular llamadas malpaís.

Disyunción columnar en dacitas. Foto de Luis Arrufat.
El autor caminando sobre un malpaís en dacitas. Foto de Luis Arrufat.
Caralluma europaea, un pequeño cactus que crece sobre las andesitas y dacitas.

Entre los minerales accesorios destacan la andalucita, sillimanita, cordierita, sanidina, almandino, cuarzo y biotita. Estos minerales pueden aparecer en la propia roca volcánica, pero los mejores ejemplares están ligados a xenolitos, que son fragmentos de roca preexistente digeridos por el magma durante su ascensión. La distribución de los minerales es bastante desigual, así que es importante prospectar terrenos nuevos en busca de posibles sorpresas.

Cristales de andalucita, tal como aparecen en el campo.

Tuve la fortuna de descubrir una nueva zona excelente para la andalucita (aviso de que no es la que aparece en las dos primeras fotos). Por los lugares donde he buscado este mineral desde hace años era frecuente que los cristales mejor acabados fueran, en realidad, pseudomorfos, es decir, la andalucita se ha transformado en sillimanita, que tiene la misma composición pero cristaliza en fibras.

Masa fibrosa de sillimanita con granate.

En el nuevo yacimiento, la andalucita destaca por el tamaño y calidad de los cristales, aunque las caras son mates en general (no se puede tener todo). Las pseudomorfosis mencionadas antes son un poco menos abundantes, aunque hay también bastante sillimanita. Además, he vuelto a encontrarme allí con la andalucita verde, que no veía desde hace décadas.

Prisma cuadrangular de andalucita.
Agregado de cristales prismáticos de andalucita en forma de ramillete, con biotita. Esta pieza representa a la andalucita en mi colección actualmente.
Granate almandino sobre sillimanita masiva.

Volcanes de Tallante

También vulcanismo neógeno, algo más reciente, pero de composición y aspecto muy diferentes a las andesitas/dacitas de Mazarrón, son los basaltos que afloran en los Cabezos Negros de Tallante (técnicamente Cartagena, pero muy cerca de Mazarrón). La erosión hace que la lava libere algunos minerales en las inmediaciones de los antiguos volcanes. La roca volcánica es también responsable de un endemismo: el garbancillo de Tallante.

Panel informativo frente al mayor de los Cabezos Negros.

La visita merece la pena aunque no se tenga mucha afición a la Geología o al campo. A pesar de los millones de años transcurridos desde la última erupción (2,6 Ma), es posible observar restos variados del vulcanismo, tales como cenizas y bombas volcánicas. Éstas últimas demuestran que la erupciones fueron bastante violentas. Las lavas esponjosas, muy abundantes por los alrededores, no llegan a piedra pómez, pero han sido usadas tradicionalmente por su capacidad abrasiva.

Capas de cenizas volcánicas.
Bomba volcánica de considerable tamaño, con su forma típica de balón de rugby y estructura en capas concéntricas.

El basalto de Tallante arrastra xenolitos de rocas del manto, compuestos de olivino y hornblenda basáltica. Los mejores cristales, refiriéndome ahora a hornblenda y plagioclasa, aparecen embutidos en la masa basáltica, siendo la erosión nuestro mejor aliado para encontrarlos. El olivino, de momento no aparece en cristales, pero algunos de los xenolitos contienen granos de buen tamaño y color.

Masa de olivino en una brecha volcánica de Tallante.
Olivino masivo mostrando el grosor que llega a alcanzar el grano del mineral.
Cristal de hornblenda completo, una maravilla.
Otro cristal de hornblenda de gran perfección.
Cristal en matriz, para que pueda ser apreciado también por los «vitrinólogos».

Una de las sorpresas que ofrece el basalto de Tallante es la presencia de un feldespato más o menos transparente, aunque también lo hay blanco. Lo hemos clasificado dentro de la familia de las plagioclasas por la presencia de maclas polisintéticas, pero no podemos precisar su composición química exacta, si bien Arana et al. identifican el feldespato de Tallante principalmente como anortita, pero no descarto la albita, que produce piedras de luna.

Cristal de feldespato de considerable tamaño para lo que es habitual en los Cabezos Negros.
Cristal al trasluz mostrando la estructura polisintética como planos paralelos.
Fragmento redondeado de feldespato mostrando irisaciones tipo «piedra de luna». La pieza está mojada para compensar la imperfección de la superficie.
Tapizado verde de un mineral sin identificar sobre un xenolito de esquisto, «cocinado» en el basalto.

La mina de Bolnuevo

Frente a la playa de Bolnuevo, en la Sierra de las Moreras, hay una pequeña mina de cobre. Por la escasa ley de los minerales cobrizos, principalmente impregnaciones de crisocola, un silicato de cobre, es dudoso que la mina fuera alguna vez rentable. Mi hipótesis, a falta de información sobre la mina, es que los mineros trabajaran durante años buscando un filón de más rico en profundidad que no encontraron. Eso explicaría la magnitud de las labores y las dimensiones de la escombrera.

Sierra de las Moreras, con las Gredas de Bolnuevo en primer plano. Arriba se encuentra la mina de Bolnuevo distinguible por su terrera aislada.
La terrera de la mina de Bolnuevo, desde el camino de acceso.

Merece la pena el paseo hasta la mina para disfrutar del paisaje. Se puede usar en la aproximación la red de caminos que hizo con el propósito de urbanizar la ladera de la sierra, que afortunadamente no fue a más. Las últimas decenas de metros hasta la entrada principal son más complicadas debido a la desaparición del antiguo camino de los mineros.

Vista de la costa desde la entrada principal de la mina.

Las galerías son bastante seguras por la calidad de la roca alpujárride que atraviesan. Sin embargo, no puedo recomendar el adentrarse en la mina si no se hace en las condiciones adecuadas y acompañado de algún experto. Los mismos minerales que existen dentro de la mina pueden verse en las rocas de la escombrera exterior.

Galería con muro de refuerzo en piedra seca.
Mineralizaciones de secundarios de cobre, principalmente crisocola.
Roca con recubrimiento de crisocola.

Una escapada a Finestrat

Al comienzo de las vacaciones, Tere y yo nos fuimos a pasar unos días a Finestrat, un pequeño pueblo alicantino que, aunque está prácticamente pegado a Benidorm, vive al margen del bullicio de la playa. La geología alrededor del pueblo es espectacular, pero decidí limitarme a recorrer afloramientos del Keuper, que no requieren tanto esfuerzo físico en los calurosos días de verano.

El Puig Campana preside el pequeño pueblo de Finestrat.

En el mapa geológico, en el centro del mayor afloramiento de Keuper destaca una potente intrusión ofítica, que fue explotada por una cantera que da la impresión de llevar unos cuantos años abandonada.

Instalaciones abandonadas en una cantera de «pórfidos».
Roca ofítica con filoncillos de mineral.

Tras invertir un buen rato en la cantera y sin ver nada que me gustase, me cambié a los minerales de los yesos. No resulta difícil encontrar jacintos de Compostela y teruelitas, aunque de tamaño bastante limitado. Pero lo que más me alegró fue constatar la presencia de yesos magnéticos (yeso con alto contenido de magnetita que le proporciona magnetismo y color oscuro) como en el Keuper de Ulea.

Jacinto de Compostela, nombre tradicional que recibe el cuarzo rojo sangre del Keuper.
Yeso magnético.
Espectacular paisaje.

Alrededor de Cartagena

Más allá de Tallante, en dirección hacia Cartagena, está La Aljorra, cuyo volcán ha proporcionado minerales raros en pequeñas cantidades. La roca eruptiva de aquí ha sido clasificada como lamproíta, mineralógicamente diferente del basalto, a pesar de su apariencia bastante similar.

Rocas y maleza en el volcán de La Aljorra.

El mineral más evidente en la escala macroscópica es el ópalo. En su forma masiva, hay indicios de su uso como materia prima para industria lítica prehistórica. Hay bellos ejemplares de ópalo hialino en bolitas tapizando geodas.

Ópalo hialino.

Otra escapada hacia Cartagena, esta vez con mi amigo Manolo Morales, tuvo por objeto la visita de algunos lugares de la Sierra Minera. Notablemente, la playa del Gorguel, antes de comernos un buen caldero en Portmán. Lamentablemente no puedo mencionar muchos minerales de aquel paseo: la mala suerte y el calor se aliaron en nuestra contra.

Argiope lobata, araña muy corriente por estas tierras.
Puente en el camino a la playa del Gorguel: primero se pasa por encima y luego por debajo.
Playa del Gorguel, con su «arena pesada»… explicación en el siguiente vídeo.

Sin que sirva de precedente, me ha parecido oportuno incluir un vídeo demostrando el contenido en magnetiza de la arena del Gorguel (grabado por Manolo Morales).

Si no funciona el audio, pulsar aquí.

Retorno a San Cristóbal

En veranos anteriores dediqué mucho tiempo a recorrer el coto de San Cristóbal y los Perules, llegando a recoger buenas muestras de las menas explotadas. Pero después de muchos paseos sin encontrar nada nuevo, salvo picaduras de avispa, dejé de lado el viejo coto minero… Hasta que los últimos días de agosto y con el regreso inminente a Murcia, quise disfrutar una vez más de ese paisaje fantasmagórico que forma parte de mi pasado y buscar rincones que no hubiera pisado antes.

Ruinas de las instalaciones de la mina San Antonio.
La mina San Antonio, cuando se encontraba en funcionamiento, tomada de una exposición de fotografías antiguas en el Puerto de Mazarrón.

En las inmediaciones de una de las minas que menos había visitado encontré una relativa abundancia de cuarzo, aunque de pequeño tamaño. Más curioso me resultó encontrar una pieza compuesta de bandas de blenda y siderita.

Drusa de cristales de cuarzo con siderita limonitizada.
Alternancia de franjas de blenda (oscura) y siderita (clara) con cuarzo (más claro).
Galena de Mazarrón… no es un mineral de este verano, pero tenía que incluirla.
Balsa de estériles totalmente consolidada por el tiempo y las reacciones químicas de los minerales… pero las autoridades, que son más sabias que nosotros, ven en ella una amenaza.

¡Hasta el próximo verano!

Hasta aquí llega mi crónica de los minerales de verano… esperemos que el otoño nos traiga el frío y buenas piedras.

Minerales de Espinardo

El propósito de este post es demostrar que casi cualquier sitio puede ser interesante para los amantes de las piedras si se le dedica la atención adecuada. Pero el lugar no ha sido elegido al azar, sino más bien con la intención de provocar… ¿Por qué? ¿A quiénes? ¿Para qué? Sólo diré que las pistas para responder estas preguntas están repartidas entre los minerales de Espinardo. Ciertamente, no hay muchos minerales contabilizados, pero su origen es muy interesante y merecería la pena que se investigara en profundidad.

Óxidos de manganeso con algo de calcita. Los minerales precisos serán descritos más adelante.

El estatus actual de Espinardo es el de barrio de la ciudad de Murcia. Su parte no urbana se compone de eriales que fueron huerta hace décadas y ahora esperan un plan urbanístico o industrial. La zona de la que me ocuparé aquí corresponde al campus de la Universidad de Murcia y sus alrededores, si bien parte del territorio del llamado Campus de Espinardo pertenece a la pedanía del Puntal y los terrenos al norte de éste son ya de Molina de Segura. Así que el nombre Minerales de Espinardo puede no ser correcto desde un punto de vista administrativo, pero tendrá un sentido muy preciso en lo que sigue.

Geología alrededor de Espinardo

A grandes rasgos, Espinardo se ubica en la confluencia de los valles del Segura y del Guadalentín, no en la de los ríos, que ocurre bastante más abajo por el desvío artificial de cauces para evitar riadas en la ciudad de Murcia. En el guiado de los ríos juegan un papel fundamental las sierras de Espuña, Carrascoy (con su prolongación bajo distintos nombres) y Orihuela. Estas tres cordilleras, que van de oeste-suroeste  este-noreste, forman parte del sector norte del llamado dominio Bético interno, próximo al contacto con las zonas externas y que representa un antiguo límite de colisión de placas tectónicas (el volcán neógeno de Barqueros se halla en esta divisoria). El substrato preneógeno en esta zona contiene materiales de edad permo-triásica y de naturaleza  metamórfica (ver nuestro post ¿Cómo se clasifican las rocas?), como mármoles, cuarcitas, esquistos o filitas, además de dolomías. La correlación entre los estratos de una y otra montaña no es sencilla, pues pertenecen a unidades distintas.

Mapa de la zona. Espinardo no aparece de manera explícita, pero se ubicaría aproximadamente en el centro del rectángulo.

Durante casi todo el Cenozoico, que comprende la fase de distensión del plegamiento bético, nuestra zona estuvo situada en el centro del denominado “Corredor Nordbético”, una de las vías de comunición entre en Atlántico y el mediterráneo antes de que se abriera el actual Estrecho de Gibraltar, inundada por el mar, salvo ciertas pequeñas islas de materiales béticos de las que luego hablaremos algo más. Muchas de estas islas estuvieron, durante el Tortoniense y Messiniense  (éste último no tiene nada que ver con el fútbol), rodeadas en sus costas por arrecifes de coral, y de algunas de ellas el drenaje continental permitió formar puntualmente deltas fluviales y abanicos costeros (deltas de conglomerados aluviales). 

Captura de pantalla del MAGNA 50 – Hoja 913 (Orihuela). Las zonas en color más oscuro corresponden a materiales béticos que no fueron cubiertos por sedimentos miocenos. Existen afloramientos más pequeños que no aparecen en esta cartografía.

Los sedimentos formados, primero de tipo marino y posteriormente de tipo continental, han conformado la llanura actual. Aunque habría que decir “llanura relativa” porque el encajonamiento de la red hidrográfica, desde finales del Mioceno hasta hoy día, ha creado una trama de barrancos que seccionan los sedimentos antes descritos. Así que, en principio, tenemos materiales de edad permo-triásica, ya sea in situ o movilizados en forma de conglomerados (una potente formación que se observa cortada por la autovía A7 a la altura de La Ñora y cuyo origen está en relación con el relleno tectónicamente activo de la “fosa del Guadalentín”), y materiales de edad miocena. Es en estos últimos terrenos donde encontraremos los minerales más interesantes.

Cálidos mares tropicales

Cuando se elevaron las montañas que configuran nuestra geografía, entre ellas quedaron mares moderadamente profundos (las cuencas neógenas) en cuyos fondos se acumulaban margas a la vez que en las costas se formaban carbonatos de origen orgánico, areniscas  y conglomerados detríticos. Hace poco más de 5 millones de años, el Mediterráneo quedó desconectado del Atlántico y se desecó durante la llamada “Crisis de Salinidad Messiniense”. Al norte del límite entre las zonas Internas y Externas Béticas hubo anteriormente, hace alrededor de 8 millones de años, otra etapa de desecación que afectó al Corredor Nordbético (Fortuna, Campo Coy…). Esto provocó, en general, la formación de grandes masas de yesos, pero en la zona que nos ocupa se produjo una potente acumulación de conglomerados (brechas, para ser más precisos), las formaciones deltaicas mencionadas antes.

Corales de género Tarbellastrea, constituyentes de las colinas blancas que se alzan sobre los conglomerados.

Cuando regresó el agua marina tras abrirse el estrecho de Gibraltar, el mar resultante al norte de Carrascoy era poco profundo y más cálido que el Mediterráneo actual. Los islotes que constituían un archipiélago interior en el Corredor Nordbético facilitaron el asentamiento de colonias de corales, cuyos restos fósiles podemos ver fácilmente al norte del campus universitario. En momentos próximos a la colmatación de la cuenca, más que mar, propiamente hablando, se trataba de marismas de aguas tranquilas que, de vez en cuando, recibían violentos aportes de sedimento de calibre grueso. Eso se traduce en una alternancia de limos, areniscas y brechas que se observa bien cerca de la urbanización Mirador de Agridulce. Carrascoy era una isla conectada con el continente a través de las marismas, por donde deambulaban animales fabulosos: mastodontes, jirafas, cocodrilos, tortugas gigantes… como prueba en rico registro paleontológico del yacimiento del Puerto de la Cadena. Curiosamente, uno de los antiguos islotes mencionados está ocupado por el parque zoológico de Terra Natura, con fauna africana importada que recuerda a la autóctona de tiempos pretéritos.

Corte del terreno donde se observa una alternancia de estratos «marismeños» formados poco antes de la colmatación de la cuenca. El estrato superior, que no sigue la misma pauta de sedimentación, se ha formado “en seco” (continental).
Ya no hay mares en Espinardo, pero el calor tropical continúa: dos chicharras, un insecto que pone la música al verano.

Sobre el potencial paleontológico

Aunque no es nuestro objetivo, resulta inevitable observar fósiles en los terrenos miocenos de Espinardo. Obviamente, hay abundancia de restos marinos, particularmente los bivalvos del género Crassostrea (ostras). También se puede apreciar diversidad de especies entre los corales.

Acumulación de fósiles de ostra, en el corte mostrado en la sección anterior.
Coral de género Porites, sus ramas quedan fosilizadas como tubos huecos.
Coral de género Mussimilia, una especie minoritaria en los arrecifes de Espinardo.
Corte en los arrecifes fósiles mostrando un fósil de bivalvo.

La proximidad a tierras emergidas tiene como consecuencia la aparición de restos de vertebrados, en su mayoría terrestres, en los sedimentos marinos. Es relativamente sencillo observar esquirlas de hueso en torrenteras. En mi opinión, debería realizarse una prospección sistemática de los barrancos entre el Campus de Espinardo y la Ribera de Molina.

Plaquita de concha de tortuga fósil (la moneda es para comparar el tamaño).
Esquirlas centimétricas de diáfisis de hueso (dos trozos blancos), probablemente, de un pequeño rumiante.

El manganeso (pirolusita y psilomelana)

La presencia de óxidos de manganeso en las inmediaciones del campus universitario es, sin duda, el mayor highlight de los minerales de Espinardo. Creemos que su origen tiene una causa combinada. Por una parte, el aporte de manganeso de la meteorización de rocas permo-triásicas, de acuerdo con Bateman (Yacimientos minerales de rendimiento económico, Omega 1978). De otra, la acción bacteriana que ha provocado la concentración de óxidos de manganeso en las inmediaciones de los arrecifes de coral, donde también se observa sustitución del carbonato cálcico por óxido de manganeso.

Masa escoriforme de óxido de manganeso. Se observan dos minerales: psilomelana que es la mayor parte, con tono mate en la fractura; pirolusita de color gris metálico en fractura, en capas finas en el centro de la pieza.

La mayor parte del mineral se podría clasificar como psilomelana, que es el equivalente en manganeso de la limonita para el hierro (mezcla indeterminada de óxidos e hidróxidos). Aparece en costras sobre la caliza coralina, en forma de masas escoriformes, cementando las brechas… Es relativamente ligero, por la estructura porosa de los agregados.

Fragmento de psilomelana, sustituyendo calcita.

Acompañando a la psilomelana aparece pirolusita (MnO2), pero en cantidades menores. Se distingue de la anterior por la fractura acerada y la mayor densidad de las piezas.

Drusa de pirolusita botroidal.
Pirolusita masiva, en su mayor parte.

Goethita

En las brechas miocenas, el hierro ha circulado de manera similar al manganeso, precipitando el hidróxido de hierro como goethita en los huecos. Curiosamente, no he observado los minerales de hierro y manganeso juntos, al contrario de lo que suele ocurrir en los yacimientos tipo gossan. Normalmente se trata de pequeñas costras, algunas con irisaciones, pero excepcionalmente pueden aparecer masas mayores.

Masa de goethita de las inmediaciones de la Facultad de Bellas Artes.

La mezcla indiferenciada de óxidos e hidróxidos de hierro, limonita, aparece frecuentemente en todos los terrenos. Se encuentra fosilizando restos vegetales en los limos.

Capa de limonita sobre arenisca miocena.
Óxidos de hierro sobre materiales carbonatados béticos, frente a la Facultad de Economía y Empresa.

Celestina

Ya hemos señalado en otros posts (e.g. Minerales del Valle de Ricote) la existencia de celestina de origen evaporítico. En los sedimentos finos marismeños de Espinardo la encontramos en forma de nódulos huecos de crispados cristales. El rasgo más distintivo de este mineral es su alta densidad. También es posible que la celestina pueda aparecer ligada a huesos de vertebrados como ocurre en Librilla, rellenando el hueco médular.

Nódulo de celestina con cristales erizados. No resulta demasiado atractivo…
Fractura en un nódulo de celestina revelando su estructura interna, particularmente que está hueco.

Calcita

Las mejores manifestaciones cristalizadas del carbonato de calcio ocurren en forma de geodas en los huecos tubulares que dejan los corales de género Porites. Los cristales no destacan por su tamaño o geometría, pero la calcita es bastante pura y tiene mucho brillo cuando la geoda está recién abierta.

Restos de arrecife coralino fósil mostrando geodas de calcita.
Detalle de los cristales de calcita en una geoda tubular.

Yeso

Este mineral aparece en los limos en forma de vetas rellenado fisuras, que dan lugar a masas tabulares, y agregados independientes de cristales (que eventualmente podrían semejar a rosas del desierto).

Fragmento de yeso laminar de Espinardo.
Yeso in situ con algunos restos vegetales fosilizados en óxido de hierro (a la izquierda).

Hematites

La hematites escamosa (masas de cristales planos generalmente curvados) es frecuente en los conglomerados de Espinardo. Se puede encontrar tanto en trozos sueltos como en otros que evidencian el contexto de su formación en el seno de las rocas metamórficas béticas. Esta variedad del óxido de hierro proviene del efecto del metamorfismo sobre la limonita presente en las rocas sedimentarias permo-triásicas.

Pequeña fragmento de hematites masiva de los conglomerados de Espinardo, muy similar a la que se puede encontrar en las minas de Carrascoy.
Vetillas de hematites en cuarcita, coronados por una drusa de cuarzo cristalizado.

Hemos recuperado de los conglomerados un curioso ejemplar de hematites botroidal tipo Cumberland que muestra un origen alternativo (filoniano) para este mineral.

Curiosa muestra de hematites botroidal.

Cuarzo

El cuarzo está presente en grandes cantidades como mineral formador de rocas, principalmente de las cuarcitas béticas. Es en estas rocas metamórficas donde el cuarzo forma filoncillos y, eventualmente, cristales. Es fácil identificarlo en las rocas metamórficas de los conglomerados, pero es complicado encontrar cristales que hayan resistido la fuerte erosión en estos materiales.

Drusa de cristales de cuarzo en una cuarcita procedente de Carrascoy. Los cristales se encuentran en un relativo buen estado porque la roca apenas ha sufrido erosión.
Cuarcita, roca metamórfica compuesta principalmente por cuarzo. El bandeado es un vestigio de su origen sedimentario.

LIG’s en el Campus de Espinardo

Un proyecto que espero completar en algún momento es el de crear un itinerario por el Campus Universitario de Espinardo y sus alrededores uniendo varios lugares que ilustren la historia geológica del terreno. El acrónimo LIG, al que hacemos referencia en el título de la sección, indica lugar de interés geológico. Un buen punto de partida podría ser el Jardín de Rocas en memoria de Rafael Arana. A partir de ahí, se podrían visitar lugares como estos que mostramos. Corrección: El Geolodía 2018 – Murcia se desarrolló en los alrededores del Campus de Espinardo, coincidiendo algunos de los lugares que indico con los de dicha ruta. Agradezco a Carlos Díaz esta puntualización.

Entrada a una sima en materiales béticos, ubicada frente a la Facultad de Economía y Empresa, en una antigua cantera. Allí pueden observarse mineralizaciones por óxidos de hierro y manganeso. Foto de Luis Arrufat.
Yacimiento de manganeso dentro del Campus de Espinardo: estratos saturados de óxidos de manganeso en las inmediaciones del arrecife fósil.
Corte del terreno junto a la Facultad de Bellas Artes mostrando la complejidad estratigráfica de las brechas sobre las que se asienta el arrecife coralino. Esta disposición corresponde a acumulaciones en talud típicas en las formaciones deltaicas.
Cueva bajo el arrecife fosilizado.
El autor examinando los limos marismeños bajo una visera de arenisca, cerca de la vía verde que atraviesa el campus. Foto de Luis Arrufat.

Conclusión

Es curioso que el Campus de Espinardo de la Universidad de Murcia se ubique sobre un lugar tan interesante desde el punto de vista geológico y que merecería la pena ser estudiado en detalle. Yo he querido hacer una pequeña aportación desde el punto de vista del aficionado, posiblemente llena de errores que estoy dispuesto a corregir tan pronto los geólogos profesionales tomen las riendas. Lamentablemente, en una Región que, a pesar de su modesta extensión, cuenta con un patrimonio geológico variado, interesante y, en ocasiones, excepcional, su centro de investigación de referencia nunca ha apostado por la Geología. Quiero precisar que hablo desde un punto de vista puramente institucional.

Acabaré con dos ejemplos significativos de la dejación de la Universidad de Murcia en materia de geología regional: la obra más interesante sobre las cuencas neógenas (incluyendo brevemente la zona de Espinardo) que he consultado para la elaboración de este post fue publicada en París (Les bassins néogènes du domaine bétique oriental, editado por Christian Montenat, 1990); mientras que, a día de hoy, el investigador más activo en mineralogía de la Región de Murcia es un alemán, Christian Rewitzer, que trabaja a partir de las muestras proporcionadas por los “aficionados”.

Mineralogía y Paleontología unidas en una pieza: coral fosilizado en óxidos de manganeso, como consecuencia de la sustitución del carbonato cálcico.

Agradecimientos: La versión inicial de este post ha mejorado substancialmente gracias a los comentarios de Carlos de Santiesteban (Universidad de Valencia) y de Francisco Guillén Mondéjar (Universidad de Murcia).

Las Jornadas de Alcaucín

Desde hace más de una década, cada mes de septiembre se celebran en Alcaucín (Málaga) las Jornadas de Geología y Arqueología, o de Arqueología y Geología que así aparecen en alguna edición (monta tanto), y a veces llamadas “Divulgativas”. Por eso nos referiremos a ellas simplemente como las Jornadas de Alcaucín, y vayan por delante mis disculpas si el término resultara ambiguo.

Uno de los libros editados con las ponencias de las Jornadas de Alcaucín.

La combinación que puede resultar extravagante a quien considere la Geología como una ciencia, estrictamente hablando, y a la Arqueología entre las humanidades, como disciplina auxiliar de la Historia. Pero para los amantes de las piedras, entre los que me incluyo, la mezcla no sólo no es extraña sino ideal. Daré varios motivos: mirar al suelo requiere conocimientos de ambas disciplinas, saber de una cosa sola es exponerse a errores de interpretación (recuerdo haber visto en un pequeño museo de Portugal, entre hachas pulimentadas y otros objetos arqueológicos, un fragmento de calamites, una rama fósil, obviamente mal clasificada); paleontólogos y arqueólogos comparten metodología a la hora de «desmantelar» un yacimiento; finalmente, cuando se trata de la Arqueología del Paleolítico nos movemos en una escala del tiempo donde es necesaria la Geología para interpretar el paisaje antiguo.

El balcón de La Axarquía

La Axarquía es una región malagueña, que para un murciano que llega cruzando por la provincia de Granada, unas veces recuerda a La Alpujarra, y otras veces recuerda a la Costa Tropical. Al igual que en Granada, las montañas de La Axarquía miran hacia el sur sobre el Mediterráneo. En el flanco oeste de La Maroma, la mayor altura de la provincia de Málaga, se ubica Alcaucín como en un balcón sobre el corredor natural que sirve de comunicación entre la costa de Vélez-Málaga y el valle del Genil. Después nos ocuparemos del porqué de las Jornadas de Alcaucín, pero resulta indudable lo acertado del emplazamiento para combinar Geología y Arqueología.

El Boquete de Zafarraya, visto desde las inmediaciones de Alcaucín.

Cerca de Alcaucín concurren macizos calizos jurásicos (externos desde el punto de vista de la orogenia bética), materiales metamórficos como mármoles y esquistos (internos béticamente hablando) y flysch mioceno de la unidad del Campo de Gibraltar, elevados aquí a más de 500 m sobre el nivel del mar. Al norte del imponente Boquete de Zafarraya se extiende una fértil llanura sobre un polje kárstico, de los más extensos de la Península. El corredor natural que pasa a través de la enorme U del Boquete de Zafarraya, hacen de esta zona un lugar rico en arqueología. Quizás lo más significativo sean los restos neandertales descubiertos en 1979 en la Cueva del Boquete de Zafarraya y estudiados por el arqueólogo Cecilio Barroso, que nos dejó en febrero de este año.

Alcaucín al atardecer.

Además de lo dicho, el pueblo de Alcaucín y su comarca tienen muchas más cosas que ofrecer al viajero, pero no quisiera apartarme demasiado de las Jornadas, el tema de este post.

Boda con carro tirado por bueyes, frente a la iglesia de Alcaucín.

Amalia

Cada gran idea suele ocurrir en una sola cabeza. A pesar de la cantidad de entidades colaboradoras y patrocinadores de las Jornadas de Alcaucín, la única y verdadera artífice del evento es Amalia Muñoz Martín, alcaucineña de toda la vida, nacida en Argentina de padres emigrantes a su pesar. A ella le gusta decir que cambió la luz de Los Andes por la luz del Mediterráneo. Amalia formaba parte del equipo de espeleólogos que, a finales de los años 70, comenzó a explorar la Cueva del Boquete de Zafarraya, contribuyendo así a los posteriores descubrimientos arqueológicos. Desde entonces, ha trabajado incansablemente por la divulgación de la Geología y Arqueología de su comarca. Destaquemos la aportación de Amalia a la declaración de los Tajos del Alcázar como monumento natural, y más recientemente (el año pasado) consiguió llevarse el Geolodía de Málaga a su territorio.

Amalia hace unos cuantos años con la equipación para espeleología.

Amalia vive con su inseparable Juan en el campo, donde tienen un pequeño huerto para autoconsumo. Entre otras anécdotas, me viene a la cabeza que su viaje de recién casados lo hicieron en una vespa. A veces, cuando hablamos de mi oficio, siempre me dice con algo de tristeza que ella es una matemática frustrada… pero sólo tenemos una vida, y creo que la suya la ha administrado realmente bien. Y lo que le queda, porque a Amalia le sobra la energía.

Amalia, entre Bienvenido Martínez Navarro y Cecilio Barroso, con Eudall Carbonell en el centro del grupo.

Si bien una gran idea nace en una sola cabeza, después le salen padres de debajo de las piedras… Aún no he podido visitar el CIVA (Centro de Interpretación Del Valle de Alcaucín), pero me dolió no ver a Amalia en la foto inaugural. Cosas de la política rural, que no es mucho mejor que la nacional. Otro ejemplo en esta línea: hace algunos unos años, las Jornadas de Geología y Paleontología, que ponen a Alcaucín en el mapa, tuvieron que celebrarse en Nerja.

Nuestros recuerdos de las Jornadas

Son varias veces las que hemos estado en Alcaucín. La primera vez llegamos con tanta curiosidad como incertidumbre. Tras la preceptiva inauguración institucional, comenzaron las ponencias que resultaron de un nivel científico mucho más alto que el que se suele emplear en divulgación. En esas primeras Jornadas trabé contacto con Pepe Ramos, Juan Carlos Romero (director del Aula Museo de Geología de Málaga), Francis Alonso Chaves (profesor de Geología de la Universidad de Huelva)… Y, por supuesto, con Amalia y Juan.

Excursión geológica en el contexto de las Jornadas de Alcaucín.
Una de las interesantes ponencias.
Comida de despedida en el área recreativa El Alcázar.
La edición de las Jornadas celebrada en Nerja tuvo también su atractivo.
Visita al museo de Nerja: Tere con un señor primitivo.
Nerja fue el escenario de la inolvidable serie «Verano Azul»
Foto de grupo de los asistentes a la excursión.

¡No se pierdan las próximas Jornadas!

La edición de 2023 de las Jornadas de Alcaucín, realmente «la jornada» porque se hará en un solo día tendrá lugar el 30 de septiembre. Esta edición estará dedicada a Cecilio Barroso y el programa podéis consultarlo aquí.

Nosotros no podremos estar allí, por muy buenos motivos que ya os contaremos, pero le deseamos a Amalia que sea un éxito y que las Jornadas sigan celebrándose sin falta los próximos años.

Selfie en Alcaucín

Oro

Con este post pretendo cumplir un triple propósito: primero, retomar la temática geológica y mineral tras dos historias seguidas sobre viajes; segundo, responder a quienes me preguntan si me voy a hacer rico recogiendo piedras; y como tercer y más importante objetivo, celebrar el post número 50 de este blog (sí, medio centenar ya). Si fueran años serían las bodas de oro, por eso no hay mejor momento para dedicarle un espacio al dorado metal y mi experiencia tratando de incorporarlo a la colección.

No es oro todo lo que reluce… La piedra es calcopirita, un mineral dorado que más de un torpe alguna vez ha confundido con el oro.

Generalidades

El oro es un elemento metálico que en la naturaleza se presenta casi siempre en estado nativo debido a su escasa afinidad química. Esta es la causa de que el oro haya sido conocido desde tiempos prehistóricos. Por otra parte, su color, su inalterabilidad y su relativa escasez, lo convirtieron en el material básico para la joyería, piedra angular del sistema monetario y, sobre todo, en un codiciado objeto de deseo. El oro que solemos ver en joyas y otros objetos rara vez es puro, sino que va aleado con otros metales, ya sea para dotarlo de mayor tenacidad o para abaratar costes. La terminología quilate para referirse al oro representa la proporción 1/24 de oro puro presente. Por ejemplo, 18 quilates (habitual en joyería) representa 18/24 = 3/4 de oro puro aleado con 1/4 de otros metales.

Tesorillo de monedas de oro de El Cañarico… siento la mala calidad de la foto.

Hablemos ahora del oro como mineral. A nivel de geoquímica, el oro es algo más abundante de lo que puede parecer. Es su escasa concentración lo que no hace viable la explotación de muchos yacimientos, aunque en ocasiones se obtiene indirectamente al beneficiar otros metales, como pasaba en la mina de arsenopirita de Salsigne (Francia) o en Riotinto, que actualmente vende mineral en bruto a China donde es procesado sin ningún tipo de escrúpulos medioambientales para obtener oro y otros elementos estratégicos. El mineral de cobre de Santomera también lleva una cierta cantidad de oro que, de vez en cuando, provoca el interés de algún grupo empresarial y la correspondiente noticia en la prensa local.

Ejemplares de oro nativo californiano en el el museo Smithsonian de Washington (USA).

El oro aparece también ligado a ciertos filones de cuarzo. El procedimiento para recuperar el metal en este caso es químico: amalgamación o cianuración, poco saludable para el entorno en cualquier caso. No obstante, la erosión de los filones libera el oro que mezclado con material detrítico (arenas, gravas) puede recuperarse por lavado gracias a la elevada densidad del metal. El paisaje de Las Médulas (León) fue provocado por la explotación de este tipo de yacimiento aurífero en tiempos romanos. Algunas estimaciones indican que los romanos pudieron haber extraído tanto oro allí como los españoles en América. Sin embargo, otros autores rebajan la cantidad de oro producido en Las Médulas a unos extremos insultantes para los romanos y el sentido común.

Paisaje de Las Médulas, la mayor mina de oro romana de Hispania.

El nombre «ruina montium» del método de extracción romano lo dice casi todo. Las Médulas, si bien espectacular, no es el único lugar de España (ni de la provincia de León) donde pusieron en marcha este método extractivo. Por ejemplo, es muy conocida la presencia de oro en los sedimentos alrededor de Sierra Nevada (Granada), atribuyéndose a este hecho la etimología del río Darro (Dat Aurum = da oro). Existen vestigios de ruina montium romano en Caniles, donde se vivió una «fiebre del oro» a mediados del siglo XIX.

Rodalquilar

En pleno parque natural de Cabo de Gata encontramos la localidad de Rodalquilar, un antiguo poblado minero, a medio camino entre la ruina y la recuperación como enclave turístico. La minería por estas tierras responde al mismo furor que describimos en La Fiebre del Plomo, aunque la explotación del alumbre (allí es muy abundante la alunita) es bastante más antigua. Las mineralizaciones aquí son consecuencia del intenso vulcanismo ocurrido hace unos 12 millones de años y que configura los singulares paisajes del parque.

Antiguo edificio del poblado minero de Rodalquilar decorado con un grafiti.

Pero el vulcanismo no siempre implica la formación de ricos filones susceptibles de explotación, como puede comprobar cualquiera que viaje a las Islas Canarias. Los magmas bajo la corteza continental pasan más tiempo «destilando» e incorporando elementos de la roca encajante, de manera que favorecen la formación de filones ricos en metales. Los procesos son en realidad más complicados. Tras la erupción, por el magma vertido ya frío y agrietado pueden seguir circulando fluidos hidrotermales procedentes del propio magma profundo o de aguas supergénicas (recordemos que aquí tenemos el mar a poca distancia) recalentadas en profundidad que movilizan elementos y transforman la roca eruptiva (andesitas/dacitas en nuestro caso).

Esquema de la formación de los diferentes yacimientos minerales en los alrededores de Rodalquilar (tomado de Los alumbres de Rodalquilar: un yacimiento excepcional)

La llamada caldera volcánica de Rodalquilar tiene unos 8 kilómetros de diámetro. Esto no resulta tan evidente desde Google Earth, destacando mucho más por su típico aspecto de cráteres la caldera de Majada Redonda y el Hoyazo de Níjar (en ambos casos la toponimia habla por sí misma). Hay en el parque de Cabo de Gata otros vestigios de aquellas erupciones miocenas a menor escala, como coladas, disyunciones columnares y bombas volcánicas (proyectiles de lava semisólida lanzados violentamente por el volcán).

Bombas volcánicas de Cabo de Gata decorando un establecimiento hostelero de la zona.

Hacia 1880 se empieza a encontrar oro en varias minas de la zona, quedando en una mera curiosidad geoquímica. Años más tarde, se descubre el contenido en oro de los numerosos filones de cuarzo y alunita que cruzan el Cerro del Cinto, que daría lugar a una explotación sistemática, aunque la tecnología de la época no permitía todavía aprovechar la escasa proporción del precioso metal disperso en la roca.

Parte de la planta Denver, mostrando la situación de las cintas transportadores de mineral molido.

En 1956 se inaugura la planta Denver, que es la instalación industrial con la que se le ha podido sacar mayor partido al cuarzo aurífero de Rodalquilar. En ella se procesaba el mineral del Cerro del Cinto y en sus 10 años de funcionamiento produjo 3.830 kilos de oro. Los restos de la planta Denver son el mayor atractivo de Cabo de Gata para los turistas interesados en la arqueología industrial.

Vista desde las inmediaciones de la mina María Josefa.
Trocito de azurita destacando sobre los tonos ocres de una escombrera.

El 340

Viendo la excelente serie alemana «4 blocks» el otro día, al comienzo de la segunda temporada, el protagonista visita el Líbano. No obstante, las escenas exteriores fueron rodadas en Cabo de Gata, supongo que por presentar mayores facilidades logísticas. En una de las secuencias se ve un coche circulando por una pista de grava frente a un talud amarillento: se trata de la escombrera del filón 340, la mina de Rodalquilar que produjo el mineral más rico en oro: hasta 500 gramos por tonelada llegó a dar.

Secuencia de «4 blocks» frente a la escombrera del 340.

Se han obtenido excelentes ejemplares de colección de oro nativo, como puede verse buscando en Google, pero la práctica es diferente. No es fácil, ni recomendable por seguridad, acceder a los niveles que han producido mayor ley aurífera. Además, todo lo que es accesible, está más que revisado por los muchos aficionados a los minerales que recibe esta mina. No obstante, desde la primera vez que estuve en el 340 y me llevé una viruta de acero del cincel clavada en el ojo, no he perdido la esperanza de poder encontrar una muestra decente de oro nativo.

Subiendo a uno de los accesos a la mina.
Bifurcación en los trabajos mineros del 340. Frente a la galería izquierda hay un pozo de sección cuadrada.
El autor del post examinando las paredes de la galería, al tiempo que se hace un selfie tratando de parecer natural…

Tras pasar la mañana en el 340 sacando y partiendo rocas para observarlas a la luz del sol, nos fuimos a comer a la Isleta del Moro, uno de los rincones con más encanto dentro del parque natural de Cabo de Gata. Después de la comida aún tuvimos un poco de tiempo para visitar la mina María Josefa y recorrer los caminos de la parte interior del parque de Cabo de Gata. Al final del día, no estaba claro si entre el material recogido iba algo de oro o no. En la siguiente sección resolveremos esta cuestión.

Restaurante en la Isleta del Moro donde se puede tomar excelente pescado fresco de la zona.

El resultado

Lo primero que hay que decir es que el cuarzo del 340 lleva una cantidad apreciable de pirita, que podría provocar confusión con el oro en condiciones de mala iluminación. Cuando la muestra se examina al sol, la pirita es pirita y no hay nada más que hablar. Tampoco tenía claro qué tipo de indicios hacen que el cuarzo sea más susceptible de contener oro, a pesar de haber estado estudiando las fotos de muestras auríferas del 340 que se encuentran en internet.

Cuarzo del 340: toda inclusión dorada que pueda distinguirse en él es de pirita.

En otra mina de la zona, la María Josefa, la calcopirita ligeramente más dorada que la pirita, aparece en el cuarzo (supuestamente) aurífero. En este caso, las aureolas de cobre impiden que la confusión con el oro vaya mucho más lejos.

Cuarzo de la María Josefa, las diminutas inclusiones doradas (no apreciables en la foto) son de calcopirita.

Sin embargo, entre las muestras de cuarzo recogidas en 340 iba una algo más especial. Los escasos granitos dorados que se podían ver en ella esta vez sí que eran de oro. No había confusión: cuando tienes el oro de verdad delante te resulta increíble que alguien pueda llegar a confundirlo con pirita o calcopirita. Técnicamente, ya puedo decir que he incorporado el oro a mi colección. Lamentablemente, los granos de oro están muy dispersos por la roca y no se ven a simple vista (hablo desde mi presbicia), por lo que seguiré probando suerte en el 340 y otras minas de Rodalquilar tan pronto vuelva a tener ocasión.

Fragmento de cuarzo aurífero del 340, esta vez si que se puede ver el oro, con la lupa.
Fotografía aumentada mostrando algunas inclusiones de oro. Los puntos negros brillantes son de goethita.

Para acabar responderé a la pregunta formulada al principio: no, no me voy a hacer rico con el oro de Rodalquilar, ni con ningún otro mineral… pero me da lo mismo: esto lo hago por gusto y, además, yo ya encontré mi tesoro.

Out of Africa

Hablar de África, en su generalidad, con motivo de un viaje breve y limitado a Angola sería tan injusto como no reconocer que lo que más me ha gustado de este país es transversal a todo el continente, o por lo menos, a su parte subsahariana. Entre las capitales de Angola (Luanda) y Burkina Faso (Ougadougou) hay más kilómetros de distancia que entre Murcia y Moscú, sin embargo, entre ambos países africanos pueden encontrar muchas más similitudes que diferencias. Out of Africa es una referencia cinematográfica (Memorias de África, en español) pero también un término científico que nos recuerda que la humanidad surgió en África y comenzó su expansión hace alrededor de 2 Ma. Por eso más que viajar a África, lo que hago es regresar a ella.

África es también el continente del color: sus paisajes sobrecogedores, sus mercados de productos frescos o artesanía, y sus gentes, sobre todo mujeres, envueltas en telas estampadas de llamativos colores… Hace algún tiempo traté de mostrar todas esas impresiones en un post fotográfico sobre Burkina Faso. Ahora, que acabo de regresar de Angola, que tengo los recuerdos recientes y el móvil repleto de fotos no puedo hacer otra cosa que dedicarle este espacio.

Angola

El séptimo país en extensión de África es, sin duda, uno de los más desconocidos del continente. La guía Lonely Planet de África dedica apenas cuatro de sus más de mil páginas a un país cuya extensión viene a ser como dos veces España más el Reino Unido. Angola nunca ha sido un destino tradicional para los turistas, ni conseguirlo tampoco parece que sea una prioridad del gobierno angoleño (una excepción es la agilización del trámite del visado turístico puesta en marcha este año). La relativamente reciente guerra (hasta 2002) que ha dejado un buen número de minas antipersonas aún sin localizar y que la bandera nacional ostente un gran machete acanalado, seguramente no incitan a visitar el país por gusto.

Bandera de la República de Angola.

No obstante, Angola recibe muchos visitantes de Portugal y Brasil, con los que comparte el idioma. Hay también hay bastantes cubanos por asuntos de cooperación que se remontan varias décadas atrás, y gente de negocios de todo el mundo atraída por los diamantes y el petróleo. Al contrario que en Bobo-Dioulasso, donde todos los blancos nos habíamos visto las caras a los tres días de estar en la ciudad, las ciudades angoleñas acogen bastantes extranjeros. Eso facilita, por ejemplo, que sea fácil cambiar divisas en las calles de Luanda.

Mapa de Angola en la guía de África de Lonely Planet (2017).
Billetes de kwanzas, con António Agostinho Neto, fundador de la República de Angola, y dos paisajes que serán explicados más adelante.

Luanda

Luanda es una ciudad de dos millones y medio de habitantes. Como la mayor parte de las casas son de planta baja ocupa una gran extensión en la que apenas hay avenidas que alivien el denso tráfico rodado. Los rascacielos y edificios más modernos se agolpan junto a la bahía. Entre ellos quedan construcciones de época colonial, así como edificios de un periodo de desarrollismo de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado en estado muy variable de conservación.

Bahía de Luanda vista desde el puerto.
El centro de Luanda presenta el aspecto típico de cualquier cuidad moderna.
Vista del paseo de la bahía, desde la explanada del Museo de la Moneda, con el Banco Nacional al fondo, edificio de época colonial.

Junto a la bahía discurre la Avenida 4 de Fevereiro, fecha que conmemora el comienzo en 1961 de la guerra de independencia de Portugal, y que se consumó finalmente en 1975. De los tiempos coloniales quedan edificios notables, como la Fortaleza de São Miguel y el Banco Nacional de Angola. Sin embargo, las casitas de una o dos plantas de techos altos y fachadas coloreadas parecen condenadas a desaparecer.

Las construcciones modernas van devorando las casas de época colonial como si no hubiera un plan para conservar un núcleo histórico.
Fortaleza de São Miguel, ciudadela portuguesa que se eleva sobre un promontorio frente al mar.

Ilha de Luanda

Paralela a la costa continental hay una franja de arena mayormente construida, al estilo de La Manga murciana, unida al continente por un istmo donde se ubica la Fortaleza de São Miguel. Esta barra litoral, conocida como la Ilha de Luanda, configura al norte la bahía de Luanda y le da protección al puerto comercial. Hacia el sur deja una angosta ría de la que hablaremos después.

Vista de la Ihla de Luanda desde la ventana del apartamento donde me alojé en mi visita. En plena bahía, bote de pescadores echando las redes.
Cartel dando la bienvenida a la Ilha de Luanda.

En la parte continental de la bahía de Luanda no hay playas: la costa tiene un talud protegido con hormigón. Las mejores playas son las que dan al Atlántico desde la Ilha.

Olas llegando a la playa de la Ilha de Luanda.
Momia de pez globo en la arena de la playa.
Otra vista de la playa.

Otro de los alicientes de la Ilha de Luanda son los muchos restaurantes y locales de ocio… como digo, el paralelismo con La Manga es total.

Restaurante en Ilha de Luanda, donde mis amigos angoleños me llevaron a comer pescado fresco.

¿Otra Luanda?

Al contrario de las ciudades europeas, donde los suburbios se ubican en zonas marginales, en Luanda los suburbios están distribuidos de manera bastante uniforme también en el centro de la ciudad. Es frecuente ver como edificios modernos y lujosos conviven con zonas de chabolas. Quizás esta configuración, más que falta de planificación urbanística, revele el poco clasismo que pude apreciar el la sociedad angoleña: por ejemplo, me pareció que las diferencias de etnia podían ser para ellos más evidentes que las diferencias económicas.

Vista trasera de los edificios que dan a la bahía, mostrando un barrio bastante descuidado.
Grafiti en un edificio condenado a desaparecer en poco tiempo… obsérvese como en el solar a la derecha se construye un rascacielos.
Calle en un barrio que limita con la ría, al sur de la Fortaleza de São Miguel.
Fin, o comienzo, de la ría de la parte sur de la Ilha. Al frente, un atajo hacia las playas que dan a mar abierto.
Arte urbano con reminiscencias tribales en el barrio al sur de la Fortaleza.

Lubango y sus alrededores

Lubango es la segunda ciudad de Angola en cuanto a población. Se ubica al sur del país, en un valle de la meseta angoleña. Gracias a su altitud y latitud, el invierno es más marcado allí que en Luanda. La ciudad está presidida por una montaña en la que destaca la imagen de Cristo Rei.

Una de las iglesias de Lubango en domingo.
Colina sobre la que se alza la estatua del Cristo Rei y un cartel con el nombre de la ciudad.
Vista de la ciudad desde el mirador del Cristo Rei.
Cristo Rei, propiamente dicho.
Niños jugando con un «esquema» de camión hecho de alambres y deshechos.

Cañón de Tundavala

Uno de los atractivos más famosos de Lubango es el cañón de Tundavala, que se encuentra a unos pocos kilómetros de la ciudad. Es una hendidura de más de 1000 metros en la meseta angoleña, siendo el desnivel con el fondo del valle aún mayor. En el viaje en coche se pueden apreciar varios tipos de paisajes.

Paisaje durante el camino al cañón de Tundavala.
Parte superior del cañón de Tundavala. Las malas condiciones de luz no me permitieron hacer buenas fotos incluyendo el fondo.
Vista de la meseta y el valle que conduce a Lubango.
Niñas de una de las tribus que habitan la zona esperando a los turistas cerca del mirador de Tundavala.
Paisaje desde la meseta.

Hacia Namibe

La ciudad de Namibe comparte etimología con el país al sur de Angola, Namibia. No es por casualidad, sino por el desierto que se extiende desde allí hacia el sur y del que Namibia se lleva la mayor parte y, en cierto modo, la fama. Uno de los highlights del recorrido es la carretera que salva el desnivel de la Serra da Leba: más de 1000 metros en unos pocos kilómetros de angostas curvas.

Recién salidos de Lubango, tras ascender la meseta.
Venta de plantas junto a la carretera.
Comienzo del descenso de la meseta.
Imagen tomada de Internet que muestra la carretera.

A lo largo del recorrido resulta fácil seguir los cambios en la vegetación, y a una altitud que no podría precisar comienzan a aparecer los primeros baobabs, con su extraña silueta. En Angola, al baobab se le llama imbondeiro y a su fruto múcua, del que se extrae un zumo rico en vitamina C y de sabor tan extraño como el árbol.

El primer baobab que observé durante el descenso. Después se harían muy frecuentes.
Baobab relativamente cerca de la carretera…
… un poco más adelante un puesto de artesanía.
Uno de los últimos baobabs de la ruta, cuando el terreno comienza a ser demasiado hostil para el gigante africano.

Cuando el suelo se vuelve arenoso y demasiado árido desaparecen los baobabs, y la vegetación comienza una suave transición hacia el desierto: los árboles van perdiendo altura progresivamente hasta que se convierten en arbustos. En este biotopo habitan tribus de pastores y en algunos de los puestos junto a la carretera venden leche de cebra. Me dicen mis anfitriones que no me fíe porque la rebajan con agua de dudosa procedencia.

Uno de los varios controles de carretera que tuvimos que pasar.
«Estación de servicio».
Mujeres de una tribu llevando, posiblemente, agua.
Construcciones en madera y paja de un poblado, al atardecer.

Durante este recorrido hicimos numerosas paradas para comprobar las rocas del suelo, sobre todo, por la posibilidad de que la meteorización de los granitos hubiera liberado algún mineral interesante. A medida que nos acercamos a Namibe, los granitos son sustituidos por materiales sedimentarios.

Toyota Hilux en el que hicimos el viaje entre Lubango y Namibe.
Después de revisar los terrenos sedimentarios a pocos kilómetros de Namibe.

Color, mar y desierto

La ciudad de Namibe se ve mucho más tranquila que Luanda y Lubango. Los edificios de época colonial con sus coloreadas fachadas contribuyen al encanto de este enclave costero. Hacia el sur de Namibe se extiende el desierto del Namib unos 2000 kilómetros, de los cuales 200 pertenecen a Angola. El desierto del Namib está considerado el más antiguo del mundo: ya era desierto antes de la extinción de los dinosaurios y de la llegada de Tom Bombadil.

Por las calles de Namibe.
Fachadas pintadas de vivos y variados colores en Namibe.
La playa de Namibe.
Niños jugando en un embarcadero de la playa de Namibe.

La ciudad de Namibe está propiamente rodeada de desierto, cuya monotonía queda rota por pequeñas áreas de cultivos que destacan como oasis. Hay que recorrer unos cuantos kilómetros por la carretera hacia el sur para ver uno de sus más extraños habitantes: la Welwitschia mirabilis. Esta planta tiene un grueso tronco, totalmente hundido en el suelo, del que salen dos hojas, normalmente fragmentadas en varios trozos cada una, que crecen lentamente durante siglos. Se estima que hay individuos con más de 2000 años, convirtiendo a la welwitschia en uno de los seres vivos más longevos del planeta.

Los cultivos cerca de Namibe son verdaderos oasis.
Vista del desierto desde la carretera hacia el sur.
Arbusto del desierto con su característica silueta.
Welwitschia mirabilis, la extraña planta única en su género que sólo crece en este desierto.
El tronco de la welwitschia es sorprendentemente grueso y robusto. Surgiendo de la arena me recuerda a los gusanos de Dune.
Río de arena en el desierto del Namib.
Tareas de mantenimiento del Hilux.
Paisaje con luna, durante el regreso a Lubango.

Miscelánea

Hay muchos aspectos de la vida cotidiana de los días que pasé en Angola que no he contado en las secciones anteriores. Para empezar, los hoteles en Luanda son terriblemente caros. Siguiendo indicaciones de un colega que había viajado anteriormente, alquilé un mucho más asequible apartamento el la Avenida 4 de Fevereiro. La ventana daba a la bahía, permitiéndome observar los atardeceres sobre la Ilha de Luanda.

Atardecer sobre «La Manga» de Luanda.

Pero la vida en un apartamento tampo es sencilla. El edificio tenía escaso mantenimiento y el sistema de agua corriente dependía de depósitos con bombas automáticas situados frente a cada apartamento para asegurar el suministro. Naturalmente, si se va la luz tampoco hay agua. Por otra parte, algo incorrecto debía de haber en la instalación porque recibía pequeños calambres cada vez que me duchaba.

Pasillo de acceso a mi apartamento. Nótense los depósitos de 500 litros a la izquierda (el verde era el mío) y un grupo electrógeno (de otro apartamento) a la derecha.

Comida

Batatas, yuca, feijão (alubias) y una masa llamada funge (que me recordó al de Burkina Faso) constituyen los principales acompañamientos. En los restaurantes suelen mostrar los productos frescos antes de prepararlos, ya sean carnes o pescado. En la calle es frecuente ver pequeños puestos de venta de plátano o batata cocinados, y cacahuetes (tostados o garrapiñados).

Oferta de pescado y marisco frescos en un restaurante de la Ilha de Luanda.
Bacalao secándose al estilo casero en el pasillo de mi apartamento.
Una de las marcas de cerveza del país. Ésta, en particular, se fabrica en Lubango.

Parque móvil

Aunque empiezan a proliferar nuevas marcas, muchas de ellas chinas, la estrella de la movilidad en África sigue siendo Toyota. Particularmente, del modelo Land Cruiser, la serie 70 en sus distintas versiones: 5 puertas, furgón y pickup. Este modelo de todoterreno tiene como principal característica un motor diesel de 4.200 cm3 sin electrónica y una cadena cinemática robusta (como de camión, para entendernos). También se ven muchos modelos Land Cruiser de las series 200 y 300 (ésta última no se vende en Europa) que son modelos de lujo antes que todoterrenos.

Toyotas bajo mi ventana: Hilux (pickup), series 70, 200 y 300… si pudiera aparcaría mi 80 en el hueco central para hacer una escalera de color 😉

Los modelos de Toyota Land Cruiser más comunes en España llevan aquí la denominación Prado y no se ven tanto por no ser ni muy robustos ni muy lujosos… Después de Toyota, los más habituales son los Mitsubishi Pajero (llamado Montero en España por motivos obvios) y Nissan Patrol. Land Rover no es muy frecuente en Angola, aunque gusta en los países africanos de tradición inglesa. Al contrario que el los países del Magreb, aquí no se ven muchos Mercedes Benz (con la excepción de algún G).

Land Cruiser de la serie 70, más precisamente el 78 (furgón).

En cuanto a camiones, el parque no es tan clásico como el que se aprecia en Burkina Faso. Entre los camiones nuevos proliferan marcas de fabricación china como FAW. Como vestigio de los tiempos de cooperación soviética se puede ver algún camión Kamaz y Ural (rusos) y curiosos ejemplares de IFA W 50 (de la desaparecida RDA). Añado a esta galería un Blue Bird (USA) de la Universidade Agostinho Neto y una moto modificada para transportar combustible (vi también un modelo con contenedor de escombro).

Camión Ural 4320 de las Fuerzas Armadas angoleñas.
Magnífico IFA W 50, lo mejor que se ha fabricado en Alemania del Este.
Transporte de combustible en moto.
Bus Blue Bird aparcado frente a uno de los edificios de la universidad.

Fauna presente y pasada

Es posible encontrar casi todos los grandes mamíferos africanos en Angola, pero para verlos, además de ir a una reserva es necesario tener suerte. A priori, en este viaje tenía la posibilidad de ver antílopes y cebras… pero no se pusieron al alcance de mi objetivo. Me hubiera gustado poder ver al animal nacional de Angola: la palanca negra. En su lugar, pude fotografiar vacas y ovejas 😕

Ganado vacuno cerca de Lubango.
Ovejas en terrenos semidesérticos cerca de Namibe.

Los pequeños animales son también escurridizos. Os dejo las fotos de una salamanquesa y de una serpiente, que tampoco ha salido muy nítida porque se estaba alejando y a contraluz. Según me dicen los locales, se trataría de una cobra, que son frecuentes por allí.

Salamanquesa en el campus de la Universidad de Lubango.
Serpiente cerca del mirador del cañón de Tundavala, posiblemente una cobra.

La geología a grandes rasgos de buena parte de África consiste en una inmensa placa granítica, eventualmente cubierta por potentes estratos de arenisca continental sin apenas deformación tectónica que constituyen mesetas. No obstante, cerca de la costa las variaciones de nivel del mar pueden haber dejado su testimonio. Por ejemplo, en el promontorio sobre el que se ubica la Fortaleza de São Miguel me parece haber identificado estructuras arrecifales. En el viaje a Namibe encontré minerales procedentes de la meteorización de granitos (cuarzo, feldespato, turmalina) con posibilidad de minerales de pegmatitas y vulcanismo. El límite entre las montañas y la llanura semidesértica me pareció interesante para investigar posibles yacimientos de concentración gravimétrica de metales por procesos externos.

Vista del promontorio sobre el que se levanta la fortaleza de São Miguel.
Areniscas con ripples, marcas producidas en aguas poco profundas hace unos cuantos millones de años.
Fósil de gasterópodo en los sedimentos próximos a Namibe.

La riqueza arqueológica de Angola merecería un capítulo aparte. Durante mis excursiones puede identificar muchos artefactos, en su mayoría de estilo Achelense antiguo, por su aparente tosquedad. Esta es la tecnología de tallar la piedra que los primitivos humanos exportaron a Eurasia, el referido «Out of Africa«, hace más de un millón años. Es muy probable que aquí las cronologías sean mucho más antiguas que las similares en Europa, pero al ser hallazgos al aire libre, la datación es poco menos que imposible.

Toscos bifaces achelenses recogidos en el viaje de Lubango a Namibe, posteriormente entregados al ISCED-HUÍLA en Lubango.

¿Por qué Angola?

La Universidad de Murcia tiene un convenio Erasmus+ con la Universidade Agostinho Neto de Luanda. Este convenio se puso en marcha gracias a la relación entre mi colega Gustavo Garrigós y la profesora angoleña María da Natividade que se remonta al tiempo en que ambos coincidieron en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). María es una mujer llena de energía que ha acometido la ardua tarea de poner en marcha la investigación matemática en Angola. Peor este es el menor de los retos a los que se ha enfrentado. Citemos dos de los más notables: sobrevivió a las matanzas de la guerra civil en su aldea escondiéndose tres días en el bosque; consiguió el doctorado en la especialidad de Análisis Funcional en al UAM mientras sacaba adelante a su familia sola, convirtiéndose así en la primera mujer, y hasta ahora única, con un doctorado en Matemáticas en Angola.

María da Natividade durante una de las comidas que compartimos.

Mi paso por la Universidad Agostinho Neto se limitó a la sede que tiene en el centro de Luanda donde se imparten las clases del Mestrado em Matemática. Allí presencié las defensas de los trabajos finales de dos estudiantes del Mestrado. Al día siguiente impartí una conferencia sobre una de mis líneas de investigación.

Edificio de la Faculdade de Ciencias de la Universidade Agostinho Neto en la Avenida 4 de Fevereiro, en el que se encuentra la sala del Mestrado em Matemática.
Momento en el que el estudiante es revestido con la estola y el birrete que simbolizan que ha obtenido el Grado de Mestrado.
Cartel anunciador de mi conferencia en Luanda.

Unos días más tarde nos desplazamos a Lubango, al ISCED-HUÍLA, un centro de formación de profesores que depende del Ministerio de Educación Superior donde María ejerce como coordinadora y docente. Allí impartí una conferencia de divulgación matemática basada en el material de mi post Área: «área, uma noção não tão simples quanto parece» . El éxito de público y el interés despertado que se manifestó en las preguntas de los asistentes me conmovió.

El ISCED-HUÍLA se ubica en un edificio de época colonial.
Foto tras la conferencia de divulgación con los asistentes.

Esta inolvidable experiencia académica en Angola no hubiera sido posible sin el inestimable apoyo de María da Natividade y la ayuda prestada por Edgar Ribeiro, joven profesor de Matemáticas en la Universidade Agostinho Neto.

El viaje

Como a Angola no se viaja todos los días, aprovecharé el post para dejar por escrito unas cuantas quejas, sabiendo perfectamente que no servirá para nada.

El AVE Murcia-Madrid

En el post Interrail expresé mi amor por los viajes en tren y lamenté el desmantelamiento de este medio de transporte en España por políticas inadecuadas. Desde que lo publiqué hasta ahora ha habido un cambio importante en Murcia: llegó el AVE, pero a costa de abandonar la ruta lógica para convertirlo en una especie de “tren turístico”: se adentra en la provincia de Alicante, desde donde se retoma el rumbo a Albacete, para después pasar por Cuenca antes de llegar a su destino en Madrid. Así pues, para un vuelo desde Barajas previsto a las 16:40 me veo obligado a salir de Murcia a las 6:25 (un horario excelente). Además, las obras en Chamartín impiden que el tren pare a una distancia razonable de la estación, por lo que el último kilómetro hasta el vestíbulo corre por cuenta de los viajeros.

Disfrutando del paisaje de la provincia de Cuenca desde la cafetería del AVE. Estaría mucho mejor si el café fuera bueno y se ofrecieran combinados.
Según el mapa no parece que vayamos hacia Madrid.
Gracias a esos picos de velocidad todavía se puede decir que tarda un poco menos que el antiguo Talgo.

Aeropuertos

Los grandes aeropuertos internacionales donde de vez en cuando se hace alguna escala, me habían inoculado la idea de que el lujo es asequible si se le quitan los insufribles impuestos con los que se grava. Un aeropuerto fuera del Espacio Schengen debía ser el lugar ideal para comprar alta relojería o una botella de un whisky escocés que haya pasado más de 200 años olvidado en una barrica, por ejemplo. Al final tampoco era eso… Pero lo que no es de recibo es la cutrería de los aeropuertos españoles con sus productos propios de tiendas de todo a euro.

Tiendas de lujo en el aeropuerto Charles de Gaulle de París.

Algo también imposible de encontrar en los aeropuertos españoles son restaurantes donde cocinen productos frescos. Todos los alimentos calientes que se puede tomar en las franquicias que ocupan el lugar de la restauración en nuestros aeropuertos son precocinados y han estado previamente congelados o, al menos, refrigerados. Al final lo mejor es buscar el local de Enrique Tomás y comerse un bocadillo de ibérico que es lo más auténtico que vas a encontrar.

Entrar en Angola

Tras la dificultades que tuve hace un año y que echaron mi viaje por tierra, tengo que reconocer que las cosas han mejorado. La tramitación del visado de frontera (un documento que garantiza que tendrás el visado oficial cuando te presentes en la frontera de país) por internet fue rápida. No se puede decir lo mismo del tiempo que pasé esperando que me atendieran en la oficina de inmigración del aeropuerto de Luanda. Sirva como ilustración las dos fotos siguientes: la llegada por la madrugada y la salida bien entrada la mañana a la calle.

Llegada a Luanda del A350 de AirFrance.
Exterior del Aeropuerto de Luanda, más de tres horas después.
Avión en el que viajamos de Luanda a Lubango.

¡Hasta pronto, África!

Después de dejar el apartamento en el centro de Luanda nos desplazamos hacia el sur de la ciudad. Cuando ésta acaba, aparecen grandes espacios abiertos en los que destacan los baobabs. Ésta fascinante especie vegetal es uno de los símbolos de África y poder contemplar esos extraños gigantes una vez más antes de llegar al aeropuerto fue una bonita despedida. En cuestión de horas estaré out of Africa pero una parte de mí se quedará aquí.

El año que vivimos peligrosamente

The year of living dangerously es una película de 1982 protagonizada por Mel Gibson, Sigourney Weaver y Linda Hunt (que recibió un Oscar por su papel). Gibson interpreta a un periodista destinado a Yakarta en un momento especialmente tenso de Indonesia. Cuando Gibson conoce a Weaver, se dedica insistentemente a “meterle ficha” ante el aparente desinterés de ésta. El clímax se alcanza en el momento que Gibson y Weaver, empapada ella por la lluvia monzónica, comienzan a besarse apasionadamente mientras suena el tema de Vangelis L’enfant. No cuento más por si hay todavía alguien que no la haya visto… a pesar del título, no voy a hablar de la película, sino de lo que me evoca.

Fotograma de «El año que vivimos peligrosamente».

Cada vez que veo El año que vivimos peligrosamente no puedo evitar recordar ciertas situaciones de mi vida en las que, estando en el extranjero (y particularmente, fuera de Europa), he tenido la impresión de estar completamente a merced de acontecimientos azarosos, con una componente de peligro quizás más subjetiva que real, pero que me ha hecho vivir esos momentos con una intensidad desmedida. Y los amigos con los que he compartido estas vivencias, no diré que acabamos como Gibson y Weaver, pero sí que nos hemos sentido unidos por un vínculo muy especial. El año que «viví peligrosamente» tiene nombre, 1995, y hablaré de mis dos meses en Perú.

Una parte de la aventura se encuadra en la zona fotografiada. Este es el mapa del Perú con el que organicé mis escarceos dentro y fuera del país.

La llegada a Perú

En 1994 comenzó el Programa Intercampus/E.AL. con el que muchos estudiantes universitarios de América Latina pudieron viajar a España y, recíprocamente, muchos estudiantes españoles recién licenciados, o a punto de hacerlo, pudieron disfrutar de estancias en universidades de allá. Tras mi experiencia de Paraguay en 1994, de la que hablaré en otro momento, decidí repetir al año siguiente, siendo agraciado con una estancia de dos meses en en la Universidad Nacional de Piura (UNP), en el norte de Perú. En el vuelo trasatlántico fui conociendo a algunos de mis compañeros de destino. Éramos 17 estudiantes españoles los que pasaríamos una buena parte del verano (boreal) en Piura.

Foto de grupo para la prensa local piurana.

Ésta era la primera vez que la UNP participaba en el programa Intercampus. Cuando el vuelo local desde Lima aterrizó en Piura, junto al avión nos esperaba una banda de música. En el colectivo que nos transportó a la ciudad nos proporcionaron las primeras informaciones básicas para nuestra estancia. Al respecto del terrorismo, nos dijeron, que Sendero Luminoso estaba de capa caída y que nunca tuvo demasiado impacto en el norte del Perú. Los tranquilizadores datos objetivos consistían en que, en la Universidad en Piura, «solamente» habían asesinado a dos profesores. Por otra parte, la presión antiterrorista se notaba en forma de soldados armados con subfusiles en casi cada esquina y el estricto control de viajeros por carretera.

Washinton Calderón Castillo, muchos años después, en una foto tomada de Internet.

Escapada a Ecuador

Nuestro anfitrión era el ingeniero Washington Z. Calderón Castillo, y su mano derecha era un señor alemán que desde sus tiempos de hippie en el primer Woodstock se quedó merodeando por el continente americano. Washington creía que los criterios de selección por los que mis compañeros y yo habíamos sido destinados allí nos auguraba un importante futuro profesional. Por ese motivo, decidió que «trabajaría con nosotros» durante los fines de semana de nuestra estancia. Debió de encontrar bastante resistencia durante el primer taller, porque ese experimento psicológico no volvió a repetirse, al menos en los mismos términos. No obstante, rondaba entre nosotros la duda de si podríamos disponer de los fines de semana para conocer algo más del país. Fue así como decidí probar suerte «escapándome» un par de días a Ecuador.

Sellos en mi viejo pasaporte… si quieres saber qué me pasó en Bolivia, no dejes de seguir este blog.

Un viernes a medianoche, tomé un colectivo hacia Aguas Verdes. Fue muy instructivo ver el aprovechamiento que se hace del espacio: cabras con la patas atadas en el maletero, material de construcción en la baca, la gente en las butacas y el equipaje sobre la gente. Dos horas antes del amanecer, el colectivo nos dejó en medio de la nada: no le estaba permitido llegar hasta Aguas Verdes por el conflicto Perú-Ecuador. Continuamos los pocos kilómetros que quedaban en taxis compartidos. La frontera no abriría hasta las 8:00, así que cubierto con la gabardina para evitar las picaduras de mosquito, intenté dormir un poco más mientras oía una extraña locución radiada desde un altavoz… se trataba de tácticas de «guerra subversiva» para minar el ánimo de los militares ecuatorianos a los que estaba dirigido el altavoz peruano.

Monumento de la Mitad del Mundo… la línea roja es el ecuador terrestre.

Formalizados los trámites aduaneros, tomo un colectivo hacia Quito (Guayaquil estaba más cerca, pero ya llegados a ese punto…). El viaje comienza entre interminables cultivos de banana, pero dura lo suficiente como para llegar a oscuras y con apenas tiempo para encontrar una pensión. Al día siguiente paseo por la ciudad, visito el monumento a la Mitad del Mundo y, satisfecho, comienzo la vuelta al sur. No recuerdo los horarios, pero hacia la madrugada estaba en el puesto fronterizo acompañado de una monja. Intento dormir un poco después de pedirle a la hermana que me despierte antes de que abran. Es el ruido de la gente entrando y saliendo lo que al final me despierta: la sister se había ido a oír misa dejándome hecho un ovillo en mi gabardina y solo. Gasto los últimos sucres desayunado un ceviche de concha negra (una almeja de los manglares llena de fango) y consigo llegar a Piura antes de que se note mi ausencia.

Guía Lonely Planet de Sudamérica, edición en español de 1991, con la que me he movido por siete países.

Las Huaringas

Desde nuestra llegada a Piura, las autoridades regionales nos habían prometido que nos llevarían a visitar Las Huaringas, unas lagunas de Los Andes piuranos en las que los brujos locales realizan vistosos rituales. En aquel momento tenían bastante fama porque se atribuía a los brujos la victoria de «El Chino» (Alberto Fujimori) en las elecciones presidenciales. El asunto es que no estaba claro cuándo sería esa visita ya que dependía de que la disponibilidad de una avioneta para nuestro transporte. El día previsto nos dieron aviso de que el vuelo se adelantaba (pronto veremos por qué) y tuvimos que salir a toda prisa hacia el aeródromo militar, en mototaxi y yo con la cara a medio afeitar. La avioneta no tenía capacidad para más de 15 personas, pero tampoco viajábamos todos los estudiantes.

Lamentablemente, no tengo fotos de Las Huaringas… aquí vemos una vista del puerto de Sechura.

El adelanto del despegue fue por motivos meteorológicos. Todo va bien mientras volamos sobre la llanura desértica que se extiende entre el océano y Los Andes. En un momento dado, los pilotos nos avisan de que habrá turbulencias, y las tuvimos tan pronto llegamos a la cordillera. Tener el cinturón fuertemente amarrado era la única manera de no dejarse la cabeza contra el techo. Comienzan los mareos y la avioneta militar no está preparada para ese tipo de contingencias… Afortunadamente, la pista de tierra batida ya era visible desde la ventanilla. Mientras el aparato desciende, las sacudidas del viento son tan fuertes que los pilotos se ven obligados a abortar la maniobra, volver a ganar altura y dar una vuelta extra. En el segundo intento, la avioneta consigue aterrizar y nosotros recuperamos el ánimo al poner los pies en tierra.

Unas de las cartas que envié a mi familia durante la estancia. El teléfono no era una opción viable.

Nos alojamos en Huancabamba. Esa misma tarde nos llevaron de excursión a una plantación de caña de azúcar donde probamos rompope (nada que ver con lo que sale en Internet), una bebida cuyas cualidades físicas deberían ser estudiadas seriamente: un vasito de vidrio lleno de ese brebaje suena a hueco al golpearlo con la yema del dedo por abajo. Durante todo el tiempo nos escolta un militar con la excusa de la proximidad a la zona de la cordillera del Cóndor, territorio disputado por Ecuador y motivo de la situación descrita anteriormente en la frontera. Al día siguiente, hacemos la excursión a Las Huaringas a caballo. Al llegar allí, no encontramos a los famosos brujos: alguien nos explica que no irán porque el tiempo va a empeorar. La presciencia de los brujos era notable, y lo peor estaba por llegar. Como anécdota, en Huancabamba me echan el tarot y me pronostican unas cuantas cosas que ya se han cumplido.

La mina Turmalina

Mis averiguaciones sobre minerales interesantes cerca de Piura me habían conducido a saber de la existencia de la llamada «mina Turmalina» ubicada en algún lugar intermedio entre Piura y Huancabamba. La mejor opción que tenía era aprovechar la visita a Huancabamba para regresar por tierra a Piura y parar unas horas en la mina. Para garantizarme un buen recibimiento en la explotación, unos profesores de la Universidad Nacional de Piura me prepararon una carta de presentación. Así pues, el domingo por la mañana me despido de mis compañeros y salgo en colectivo para cumplir mi objetivo. Aquella mañana llovía y me quedé con la duda de cómo sería la vuelta en avioneta para los demás.

Cuarzo con turmalina negra… el nombre de la mina es por algo.

El autobús me deja a la entrada de un camino. Me presento al director de la mina con las credenciales de la UNP. Ante mi sorpresa, éste llama a un subordinado para que me lleve a «mis aposentos». Le explico que no tenía intención de quedarme, ya que al día siguiente tenía que impartir unas lecciones de matemáticas en la universidad. Visiblemente decepcionado, llama a un obrero, un mulato mucho más alto que yo, para que me acompañe a los acopios a recoger unas muestras. Mientras vamos por el camino de la mina, mi acompañante me cuenta que es venezolano y que antes de llegar a Perú había estado trabajado en los campos petrolíferos de Maracaibo. El viento soplaba violentamente desde el frente del camino que lleva al pozo, proyectando guijarros, incluso a la cara, dificultando notablemente el avance.

Molibdenita, calcopirita y alguna cosa más de la mina Turmalina.

Una ráfaga me hace perder el equilibrio y el obrero me sujeta rápidamente impidiendo que me arrastre el viento. Pasamos unos minutos resistiendo el vendaval incesante, agachados y anclados fuertemente a un resto de estructura de hormigón, hasta que me dice «Creo que por aquí no vamos a poder llegar. Tomaremos otro camino que rodea el cerro, al resguardo del viento.» Así, por el camino más largo, conseguimos llegar a la zona de los acopios, donde intento seleccionar ejemplares de todo lo que allí se ve. Si hubiera tenido la información que ahora es fácilmente accesible por Internet, sabría que de la mina Turmalina ha salido el cristal de scheelita más grande del mundo. Sin embargo, no entró nada de scheelita en los varios kilos de mineral que cargué.

Arsenopirita cristalizada sobre turmalina y cuarzo. La paragénesis de la mina Turmalina es extraordinaria.
Cristal de calcopirita, con cuarzo y turmalina. Otro recuerdo de la mina Turmalina.

Vientos huracanados en Los Andes

Me acompañan hasta el lugar del camino donde paran los colectivos con destino Piura. Había bastante gente esperando y cuando llega el primer autobús, dudo que haya sitio para mí. Escucho entonces a los militares decir «dejen paso al señor ingeniero» y, para mi sorpresa, descubro que el señor ingeniero era yo. El chófer protesta porque el colectivo va completamente lleno y me indica el asiento escamoteable del copiloto. El chófer no me aseguró que pudiera hacer el viaje hasta Piura, sólo hasta Canchaque. Mi conversación con él tampoco ayudó mucho porque quería saber detalles técnicos de los lavaderos de flotación de la mina y yo le dije que lo único que me interesaban eran los aspectos mineralógicos del yacimiento. Por otra parte, el viaje no estaba resultando sencillo: el viento había arrojado incontables obstáculos sobre el camino y continuamente había que ir parando para retirarlos y poder avanzar.

Portada de un periódico comprado dos días después de los sucesos relatados.

Así fue el recorrido hasta llegar a la entrada de una pequeña población, de la que no recuerdo el nombre, donde el viento había volcado el tendido eléctrico sobre la ruta. Sabiendo que el colectivo estaría allí detenido un buen rato y que faltaban unos pocos kilómetros para Canchaque, dejé el autobús y me puse a caminar. Era extraño, porque aquel poste estaba recién caído y algunas casas acababan de perder los tejados, pero no hacía casi nada de viento. Al llegar a la plaza, la gente estaba en pie, con las espaldas pegadas a los edificios y al resguardo bajo los voladizos: sólo yo caminaba por en medio. Alguien me dice «venga aquí a ponerse cobijo, no sea que le caiga una calamina encima«. Sin entender a qué se refería, noto que el viento comienza a aumentar y veo aproximarse un tornado, no como la típica tromba estrecha, sino ancho y difuso. Sólo el tono marrón de la tierra que levantaba permitía distinguirlo del resto de cielo azul, y algo así como cartones volaban a su alrededor. Viéndolo cada vez más cerca, aquellos «cartones» eran las chapas onduladas de los tejados (calaminas) que iba arrancando a su paso. Me quedé sin saber que hacer…

Fotografías de los destrozos del huracán en otro periódico.

Desde un portal me invitan a entrar y refugiarme en la casa. Pasé un buen rato junto a aquella familia, todos en tensión y con las manos empujando la puerta para evitar que la abriera el viento. Cuando parecía que el huracán había pasado, me despedí agradecido y continué la caminata hacia Canchaque cargado con mis minerales. Durante la marcha, un par de sospechosas ráfagas de viento me obligaron a buscar cobijo donde pude, pero fueron falsas alarmas. A medida que bajaba hacia el valle, el paisaje se volvía más verde y los cafetales anunciaban la inminente llegada a Canchaque. Allí comí un buen plato caliente, probé el café local y me compré un cuaderno para preparar la lección del día siguiente, suponiendo que consiguiera llegar a Piura a tiempo, que no era algo evidente. Días más tarde supe que el huracán había destrozado algunos de los edificios de la mina Turmalina, posiblemente en la zona de los aposentos.

Contraportada del cuaderno que compré en Canchaque, que informa detalladamente de las razones de Perú en relación con su disputa fronteriza con Ecuador, por si algún niño tuviera dudas.

El regreso

Al caer la tarde, salí a la Plaza de Armas, donde había un televisor (dentro una especie de armario) que ponían por la noche. Los vecinos me dijeron que los colectivos a Piura pasaban justo por allí porque deben entregar la lista de viajeros en la comisaría ubicada en la plaza. Insistí en si no había algún colectivo que partiera de allí y me dijeron que no, que todos venían de Huancabamba. Eso me preocupó porque sabía el estado en el que estaba la ruta… Sin embargo, al cabo de un rato llega un microbús y para frente a la comisaría. Cuando me acerco a preguntar si hay un asiento libre para Piura, me sobresaltan con un grito: «¡Matías!» Eran mis compañeros, que habían contratado el microbús ante la imposibilidad de salir de Huancabamba por avión. Así que todos juntos regresamos felices a Piura, mientras en el cielo despejado destacaba la Cruz del Sur.

Me dejo mucho sin contar del año que vivimos peligrosamente…

Un pequeño inciso: también hubo un regreso a España, evidentemente, pero antes de volver a casa disfrutamos de muchas más aventuras. Otro fin de semana, algunos de nosotros nos adentramos en Los Andes, cerca del Huascarán. Pero lo mejor de todo fue convencer al ingeniero Washington para que nos permitiera estar una semana completa fuera de la UNP, que aprovechamos para conocer Cuzco (con el Machu Pichu), Puno (con el Titicaca) y Arequipa (con el Valle de los Volcanes). Todo eso lo contaré en otro momento, cuando me vuelva a poseer la nostalgia. Creo que, a pesar de todo lo que dejo en el tintero, va tocando acabar, como las buenas películas…

Con Marco, mi compañero de habitación y vivencias, visitando las ruinas de Chan Chan.

Epílogo

No asistí al acto oficial de despedida de la primera promoción de estudiantes españoles que llegaban a Piura con el programa Intercampus/E.AL. Le pedí a Marco, mi compañero de habitación, que me excusara por indisposición repentina. La realidad era que iba de camino a la playa a pasar la noche de vivac. Una amiga peruana me dejó manejar su carro mientras cruzábamos el desierto de Sechura. Quedaba poca luz de la tarde, así que preparamos una hoguera con las maderas devueltas por el mar y blanqueadas por el sol. El Pacífico estaba demasiado frío como para disfrutar el baño, pero merecía la pena meter los pies en el agua para ver su fosforescencia en la oscuridad. Bajo el cielo plagado de estrellas y con el rumor de las olas, me despedí del Perú.

Libros de Mineralogía

En esta época en la que cualquier duda, sobre todo si es técnica, lo primero que se hace es acudir a Google (yo mismo lo hago sin ir más lejos) parece ocioso dedicar un post a libros de Mineralogía. Difícilmente un libro puede reemplazar a la cantidad de información instantánea que proporciona Internet. Sin embargo, este conocimiento a demanda tiene sus inconvenientes y sus peligros. Para empezar, suele proceder de un corta-pega de otras fuentes de información no debidamente citadas o contrastadas: internet crece demasiado rápido para reparar en tales cosas. La estructura ramificada propia de la web es estupenda para clasificar información, pero no para adquirir conocimiento sistemático sobre un tema. Así pues, si desean saber sobre minerales, para mí no hay nada mejor que empezar leyendo Libros de Mineralogía.

Mi primer libro de minerales, estrictamente hablando (Pequeña Biblioteca Daimon).

Disclaimer. Me reprocharán mis lectores que el post anterior también contenía la palabra «libro» en el título. Se acerca el fin del curso y crece el volumen de trabajo en la Universidad. Por ese motivo hago este post a partir del material que tengo más a mano: mis propios libros de Mineralogía. Para cada libro daré las referencias del ejemplar que dispongo, si bien pueden existir numerosas ediciones del mismo. Por otra parte, las ausencias que noten los lectores son también ausencias en mi biblioteca, por lo que agradeceré las aportaciones en los comentarios.

Mineralogía como ciencia

Incluimos aquí los tratados de Mineralogía o cursos de nivel universitario para la formación de expertos en el tema. Suelen dedicar una gran extensión a las propiedades generales de los minerales, química y cristalografía, así como la génesis de los yacimientos minerales. En la parte descriptiva tratan las especies minerales más habituales con énfasis en las características que permiten determinarlas. Las fotos no suelen ser el punto fuerte de este tipo de libro. La información sobre localidades para cada mineral se centra en unos pocos lugares a nivel mundial.

Manual de Mineralogía de Dana / Hurlbut-Klein

Tercera Edición – Editorial Reverté – 1988

Mi Dana, lo tengo desde 1988.

En la primera impresión uno pude sentirse desconcertado con ese «de Dana» incluido en el título. La explicación la encontramos en el título en inglés «Manual of Mineralogy (after James D. Dana)» que se corresponde con al edición 19 en USA. La primera edición del Manual de Mineralogía de James Dwight Dana data de 1848. Desde entonces ha sido revisado y reescrito por diferentes autores, pero Dana pasó de autor a ser parte del título a medida que se ha ido diluyendo la obra original. Actualmente va por la edición 23, ha cambiado de Mineralogy a «Mineral Sciencie», y Cornelius S. Hurlbut Jr. fallecido en 2005 ha salido del elenco, entrando Barbara Dutrow. Reconozco que no he tenido ocasión de revisar en detalle las nuevas ediciones, pero supongo que sigue siendo una obra muy recomendable de iniciación y consulta. Una anécdota, me compré también la segunda edición española porque dejaron de incluir en las siguientes los ensayos con llama.

Tratado de Mineralogía / Klockmann-Ramdohr

Segunda Edición – Editorial Gustavo Gili – 1955

Naturalmente, con esos apellidos se trata de una obra traducida.

Monumental obra de más de 700 páginas en letra apretada que constituye el manual más extenso de Mineralogía publicado en nuestra lengua. Por eso opino que todo mineralogista que se precie debe de tenerlo en su biblioteca. Poco menos de la mitad del libro está dedicado a la teoría general, lo que destaco para que se note la diferencia entre este tipo de libros y las guías. La parte sistemática se podría decir que es exhaustiva (más de 2000 entradas en el índice alfabético), si bien los minerales menos frecuentes son descritos en un tipo de letra aún más pequeño, y los minerales raros aparecen como comentarios.

Manuel de Minéralogie Descriptive – Bétekhtine

Editorial MIR – 1968

Lo encontré en un local de la calle Libreros de Madrid.

El manual de Anatoly G. Bétekhtine (cosas de la transliteración del ruso al francés, en otros idiomas aparece como Betekhtin) podría decirse que es el «Dana ruso». Cubre contenidos similares, pero a veces proporciona información complementaria, como la relativa a conductibilidad eléctrica (un ensayo que cualquier aficionado puede realizar con pocos medios). La información que contiene sobre el origen de cada mineral es, en general, más detallada que la del Dana. Lamentablemente, a la hora de describir yacimientos, los Urales quedan demasiado lejos.

Les Minéraux / Boulliard

Editorial CNRS Éditions – 2016

Un recuerdo que me traje de mi última visita a París.

Es un libro curioso: no es exactamente un tratado de Mineralogía, pero tampoco se puede decir que sea una simple guía de minerales porque contiene mucha información para el estudioso. Está escrito desde el punto de vista de los minerales como objeto de colección y, de hecho, dedica algunos capítulos al coleccionismo de minerales como actividad reglada. En particular, se discute la rareza de ciertos especímenes, su valor relativo, la posibilidad de su falsificación y la conservación si son minerales delicados o inestables.

Guías de Minerales

En relación con los tratados de Mineralogía, las guías de minerales son más livianas en la parte científica general. Su aspecto más interesante es que están ilustradas con una o varias fotos de cada uno de los minerales que describen. Si la guía pretende ser «de campo» las fotos tratan de reproducir las características más habituales de cada mineral, incluyendo el aspecto de la fractura en aquellos casos en los que el mineral suele presentarse masivo. Otras guías presenta fotografías de piezas de museo, de calidad inaccesible para el modesto aficionado, o fotografías muy ampliadas si se trata de mostrar cristales de especies raras.

Guía de Minerales Grijalbo / Mottana-Crespi-Liborio

Editorial Grijalbo – 1989

Uno de los libros de más ayuda para el coleccionista novel.

Siempre he dicho que la guía de Grijalbo (editorial que la publica en España, pero también existen ediciones en inglés y, por supuesto, italiano su idioma original) es la única que presenta los minerales tal y como uno se los encontraría, salvo raras excepciones, por lo que es de gran valor para reconocimiento visual. Además de minerales (más de 270 descritos), lleva una sección de rocas que sería aprovechable como guía de campo si las rocas fueran más sencillas.

Guía de Minerales Omega / Chaumeton

Editorial Omega – 1989

Los minerales como dificilmente los encontrarás en el campo.

Se trata de una guía de gran calidad, como suele ser habitual en la editorial Omega, con un claro sesgo hacia los ejemplares cristalizados, preferiblemente en cristales individuales, por lo que es recomendable para los coleccionistas de micros. Buenas fotos y la información necesaria de los más de 280 minerales descritos.

Encyclopédie des Minéraux / Kourimsky-Tvrz

Editorial Gründ – 1981

Lo encontré en una librería de viejo en Burdeos.

Normalmente desconfío de los libros llamados «enciclopedia de algo». Esta obra, publicado originalmente en checo tiene la mayor parte de sus fotos en blanco y negro. Sin embargo, la descripción de cada mineral es un ejercicio de erudición, destacando la información de tipo histórico, etimológico o geográfico, hasta tal punto que he dudado de poner este libro en la sección anterior. La mayor parte de los ejemplares fotografiados están en el Museo Nacional (Checo) de Praga, cuya visita recomiendo.

La Enciclopedia de los Minerales / Korbel-Novák

Editorial Libsa – 2004

Me pareció una adquisición razonable en una librería de Granada.

Al igual que el anterior, fue publicado originalmente en checo. Se trata básicamente de una guía fotográfica de más de 600 especies minerales. La descripción de las propiedades físicas de cada mineral es telegráfica, pero la información sobre origen y yacimientos, aunque breve, merece la pena.

Libros dedicados a los minerales españoles

Es normal que cada país (región o distrito minero) dedique de vez en cuando una monografía a mostrar la riqueza mineralógica de su subsuelo. Este tipo de obra es sumamente adecuada para el aficionado que gusta de salir a recoger sus propios ejemplares porque proporciona información de tipo local. Dispongo de guías de minerales de algunas provincias españolas, que son muy interesantes en este sentido (cuanto más pequeña la escala, mejor para el buscador), pero no las incluiré aquí. En cuanto a los libros dedicados a los minerales de España, iré en orden cronológico.

Minerales de España / Calderón

Facsímil editado por la SEM de la obra publicada en 1910, dos volúmenes.

Regalo de un buen amigo.

Salvador Calderón realizó la primera monografía dedicada a recoger sistemáticamente las citas de minerales en España. Antes del «Calderón» sólo había índices de concesiones mineras junto con el metal que se beneficiaba. Es una obra monumental y fundamental, donde se mencionan algunos hallazgos antiguos que no han podido confirmarse hasta la fecha (minas desaparecidas, ubicaciones ambiguas…), dando a la Mineralogía un cierto halo de misterio.

Introducción a los Minerales de España / Galán-Mirete

Editorial del IGME – 1979

Mi compañero en cientos de miles de kilómetros hechos en un Renault Clío 1.9D.

Era evidente que tras 60 años, la recopilación hecha por Calderón necesitaba una actualización. Ésta vino de la mano de Emilio Galán y Salvador Mirete, una obra fundamental que se titulaba modestamente «introducción». Ya hablé en un post anterior del «Mirete» como mi guía de viaje durante muchos años y kilómetros. Se le puede reprochar que muchos de los ejemplares fotografiados son masivos o feos (según estándares actuales de «vitrinología») pero el mapita de distribución acompañando a cada mineral permitía organizar los viajes con eficacia.

Minerales de España / Mollfulleda

Editorial Carroggio – 1999

Se me apareció en la librería González Palencia de Murcia.

Este libro supone un punto de inflexión en la divulgación de la mineralogía española. Se concede más importancia a la belleza de los ejemplares y la calidad de la fotografía, añadiendo a la ciencia una dimensión artística. Pero también, al mismo tiempo que Joaquim Mollfulleda presenta los minerales tal como empiezan a ser del gusto por los coleccionistas (atrás quedan las colecciones de «Gabinete de Historia Natural»), Internet gana la partida a los libros. Las localidades citadas en el libro son las que se discuten en los foros temáticos.

Atlas de Minerales de España / Calvo-Rewitzer

Editorial Prames – 2022

Casi recién salido de la imprenta…

Monumental catálogo fotográfico de todas y cada una de las especies minerales encontradas en España hasta la fecha. Obviamente, la mayor parte de los minerales descritos son extraordinariamente raros y aparecen en pequeñas cantidades, por lo muchas de las ilustraciones son microfotografías. Además, Miguel Calvo es el autor de una obra sobre los minerales de España en varios volúmenes mucho más extensa que los libros descritos en esta sección, pero no la tengo en mi biblioteca.

Algún libro clásico

Los libros antiguos de minerales no son sólo un capricho de bibliófilo, sino que pueden contener información interesante que haya dejado de aparecer en libros modernos por algún motivo. Por ejemplo, determinados procedimientos de laboratorio para determinar minerales que ahora han sido sustituidos por la difracción de rayos X, o citas de ciertas especies en minas ya olvidadas.

Mineralogía / Brauns

Editorial Labor, segunda edición – 1935

Encontrado en la Feria del Libro Viejo de Murcia.

Este librito era uno de los pocos disponibles de minerales que había en la Biblioteca Municipal de Archena cuando la visitaba en mi juventud. La traducción al español realizada por el prestigioso geólogo Maximino San Miguel de la Cámara incorpora localidades españolas para las especies descritas, por lo que fue para mí como un libro de revelaciones (aún no conocía el Galán-Mirete).

Cours de Minéralogie / Lapparent

Editorial Librairie F. Savy – 1884

En una librería anticuaria de Madrid, aunque he visto un ejemplar recientemente en Salamanca.

Se trata de una obra clásica de la mineralogía, con excelentes ilustraciones de los cristales y cuyo texto apenas ha perdido frescura. Albert de Lapparent publicó también un resumido «Precis de Minéralogie» (Masson 1908 – para la 5ª edición).

Tratado de Mineralogía / Goizueta

Imprenta de Pedro Ortega – 1910

Bazar del TBO (Murcia), si no recuerdo mal.

Curioso libro con abundante información sobre métodos químicos para la determinación de los minerales, hasta tal punto que tras un rato de lectura uno termina preguntándose por qué no tiene un laboratorio.

Mineralogía / Calderón

Editorial Gallach – 1901

Creo que fue adquirido en una caseta de la Cuesta de Moyano (Madrid).

El gran Salvador Calderón escribió este librito, más de divulgación que manual o guía. Un buen número de páginas finales están dedicadas al proselitismo de la propia editorial Gallach que publicaría más tarde una Historia Natural, cuya parte dedicada a los minerales es bastante extensa (yo mismo tengo una edición de 1972).

Conclusión

Antes de que mi hermana me regalara el primer libro de Mineralogía propiamente dicho (primera foto del post) me las tenía que apañar con lo poco que contaran sobre minerales los libros de texto: pirita en Riotinto, galena en Linares y minerales de hierro en Ojos Negros… He aprendido mucho en los libros, por eso se merecían este pequeño homenaje. Aunque Internet es un recurso estupendo, su efecto principal es la sustitución del examen de las propiedades de un mineral que queremos determinar por una contemplación de fotos en busca de un parecidos razonables. Acaba así este repaso a los libros de Mineralogía, con la esperanza de que se sigan escribiendo y publicando, pero también con la inquietante paradoja de que lanzo mi petición desde un blog de Internet 😕